Todo es cuestión de acostumbrarse

7 0 0
                                    

Aquella noche, mientras todos dormíamos, el profesor permaneció despierto, pero no preparando la clase del día siguiente como hacen la mayoría de los profesores, sino recordando su pasado. Cosas que no debería recordar y que podían poner en riesgo el plan de la escuela. Aunque el hecho de intentar encajar con sus alumnos ya incumplía una de las tres reglas.

Ramírez tenía varias llamadas perdidas de Alicia. Estaba claro que quería aclarar con él lo que pasó en su última cita, pero la única respuesta que el profesor era capaz de dar, eran lágrimas. La pantalla de su teléfono comenzó a empaparse y poco tiempo después, el suelo también. No quería dejar el trabajo, pero si no lo hacía, a lo mejor se quedaba sin el amor de su vida. Quería marcar el número y devolverle a la llamada, pero, ¿Y si ya era tarde y ya se había cansado de él?, o quizá, ¿Estaría durmiendo? Podía haber varias posibilidades, aun así, lo mejor para Ramírez era dejar el móvil en su mesita de noche y olvidarse de él. Debía alejarse de las llamadas perdidas y de cualquier contacto con el mundo exterior.

En aquel momento en el que el profesor no conseguía conciliar el sueño, no le habría venido nada mal aceptar la fiesta que horas antes habían propuesto sus alumnos.

***

El segundo día fue exactamente igual que el primero. El profesor continuó con sus clases de marketing. Y aunque era interesante, no era lo que más me interesaba a mi para lo que yo quería hacer en un futuro, por lo que cuando se daba la vuelta, dejaba de copiar en el cuaderno. Ese truco lo usaba mucho cuando estaba en la universidad. Pero vamos, que no era el único que pasaba de la técnica del marketing, puesto que la mayoría de mis compañeros estaban con una mano metida en la nariz y otra puesta sobre la mesa. La única que prestó verdadera atención fue Hermione, como no podía ser de otra manera. Más mayor y más insoportable que antes..., aunque bueno, a ratos, en ocasiones me caía bien, sobre todo cuando salíamos a las mesitas a descansar un poco.

- Deja el skate ya, que te vas a matar -. Me dijo Hermione con una cerveza en la mano.

- Y tú deja de beber que te va a sentar mal -. Dije con la misma intención.

- Solo me sacas dos meses, deja de hacerte el chulo.

- Eso era antes.

- Ja, antes eras insoportable.

- Pero no tanto como tú -. Una vez más, comparando nuestras acciones.

- No parabas de hablar y de decir estupideces.

- Y tú no parabas de hacerte la lista y por eso todo el mundo te tenía tanto asco -. Dije en un tono burlón, quería volver a picarla con el tema.

- Eso sigue haciéndolo-. Dijo Olaf uniéndose a la conversación.

- Bien dicho Olaf, porque eso demuestra que yo si he cambiado con los años, en cambio tú sigues siendo exactamente igual.

- Al menos yo tengo lo suficiente para triunfar.

- ¿Y yo no?

- Sí, si lo tienes, pero te da vergüenza demostrarlo -. Dijo en medio de una sonrisa maliciosa.

Ahí tenía razón. Yo muchas veces me doy cuenta de que no soy capaz de dar tanto como debería. Y si fuera capaz de sacar mi cien por cien, podría llegar a ser incluso más listo que Hermione, pero no sé si realmente es por vergüenza o por miedo. A mí me gusta que la gente me vea triunfar, porque, ¿A quién no le gusta?, pero igual desde lo que me pasó en el pasado, no he querido destacar.

- Puede que tengas razón – Admití.

En ese momento conseguí hacer un nuevo truco con el skate. Di un salto enorme y caí en él sin apenas esfuerzo. Casi me engancho en un árbol.

Protege tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora