Capítulo 2.- Belleza Fugitiva, segunda parte;
II
Veintiún días pasaron, y por cada uno el frío aliento de la muerte con su blanco manto sumergía por igual a las tierras del norte, donde su yugo era mucho más feroz e implacable en los reinos del sur. Entre lamentos, la angustia de los enfermos, los hambrientos, madres y padres quienes temían por cada invierno que alguno de sus hijos y ancianos desfalleciera, o que maridos y esposas no volviesen de la caza siempre que se aventuraban poco a poco más adentro de los bosques y más alejados del pueblo, pues la comida escaseaba y el hambre era uno de los más grandes suplicios que en ocasiones a dar muerte les obligaba, o alimentarse de alguno de su descendencia o miembro de su parentela caídos por otras causas.
Y entre las misteriosas sendas de los caminos aún del norte, una imponente figura de negro manto, cubierta no sólo por éste, si no por un ya envejecido y maltratado abrigo de piel de jabalí. Con cadencia se movía; con la zurda levantando ligeramente el largo de las faldas que había hecho cortar hasta la altura de sus tobillos, cubiertos por sus grandes y humedecidas botas. Mientras que con la diestra se apoyaba entre los árboles para pasar entre la nieve. Regresaba la derecha, sea a sus ropas o a las armas que yacían invisibles entre los vestidos. Estaba en gran medida cansada, pero poco le faltaba para su descanso y la compra de provisiones, tal vez aprovecharía para la obtención de mejor calzado.
Había seguido rumbo al oriente; dos días y dos noches más de camino junto a mercaderes. Cierta sospecha e incertidumbre de un mal presagio del alcance de su perseguidor lo que la motivó para que al comienzo del tercero decidiese no acompañarlos a su destino que era más al noroeste, a través de la extensa barrera natural de Heinem. Una osadía o un suicidio hacerlo en dicha época del año, con destino final a la ciudad de Dúlin, de las tres capitales de Annuvin, y una corta estancia en el cálido refugio de las minas subterráneas de las comarcas en Calen Ollin, la gran cueva de las esmeraldas. Dominio de los enanos en la colindancia un poco más al norte con los peligrosos andares, territorios de los salvajes Swihoniz, o también llamados ascomanni por los Annuvianos y Lochlanach por los habitantes en Bretania, en los terrenos de Sweoðeod. No porque ella no lo desease así, sino por estrategia y despiste. Además, Asmos tenía otros planes para sí y su lugar por ahora debía ser hacia el sur; decidió así que sus caminos debían, al menos por ahora, separarse. Un abrazo a las damas y un cálido beso en la mejilla de los caballeros fue el gesto que dio para despedirse en agradecimiento por su amabilidad. Bajó así justo a medio camino del siguiente poblado, teniendo que continuar la otra parte de su trayecto, aunque esta vez no tuvo más opción que hacerlo a pie. Cuatro días estuvo por esos rumbos; dos de ellos bajo el techo de un hostal; comía y bebía en sucias tabernas, otras dos más como ermitaña por los alrededores, granjas y bosques de las afueras del pueblo. Y para antes del anochecer del cuarto día, Asmos había partido con siete piezas más de plata, diez de cobre y dos de oro, un abrigo, así como ropas un poco más holgadas y agradables que aquellos incómodos y ceñidos vestidos de criada, a los que por las prisas le fue imposible ensanchar por la cota de malla que tenía, y debido que la talla del vestido era un poco más pequeña, y sus bruscos movimientos en tan sólo cuestión de días acabaron por rasgar el área de la espalda, los hombros y los brazos. No tuvo otra opción que quemarlos cuando le fueron inservibles. Y, partió entonces a pie en dirección al sur:
En los siguientes dieciséis días, había tenido que realizar tres forzosas escalas de una y dos noches seguidas, en dos de éstas ofreciendo su cuerpo a jóvenes guerreros, mercaderes y bandidos como una prostituta y otra más allá por los establos, afuera del pueblo en compañía de una.
La mujer era portadora de una belleza como de las que pocas veces había podido admirar; una mirada tan tranquila como un campo de flores. Era el resplandor del firmamento el que brillaba en sus bellos ojos negros. Piel blanca como la nieve. Y era la forma de aquellos largos, como hermosos risos, aunque un poco alborotados lo que le había hecho enloquecer con tan sólo verla.
Y hubiese sido una de las más caras del burdel si tan sólo su piel no fuese tan seca, o no tuviese profundas cicatrices y marcas en los tobillos, aunque nunca seguro del todo si fueron de azotes, cortes o golpes, sujeta con grilletes y cadenas. Tampoco le interesó mucho averiguar si había sido ofrecida por su familia, nacida esclava o vendida como parte del botín de alguna guerra. Y nada más le había estocado su corazón, que no supo si culparla a ella, al aborrecible clima o la negligencia de sus anteriores amos. ¡Sus rizos! ¡Oh, esos rizos, más perfectos que la espiral de las caracolas de mar, pero tan dañados como las cosechas de un campo en plena sequía! Durante los dos días siguientes que pasó con ella como el último de sus dueños en su joven vida y otros más luego de haber terminado con su existencia, había tenido que apartar un poco la grasa de la sopa y sus reservas de manteca para intentar humectar ese maltratado cabello que ahora había pasado a ser parte de Asmos.
Consiguió por un precio muy alto, y mediante intercambio de algunos favores, telas dignas de su talla y altura, aunque un poco desgastadas por el tiempo de uso, deslucidas y corrientes, puestas sobre las cortas enaguas que había hecho doblar sobre los tobillos. Vestiduras de terciopelo y oscuras tonalidades, algunos tejidos florales, no del todo estropeados se llegaban a apreciar.
Cada día que pasaba la imagen del ente que le perseguía se le hacía más nítida, así como la sensación de amenaza se esfumada de su ser. Eso no significaba que no hubiese tenido cuidado, siendo ahora un poco más cuidadosa en esconder los cuerpos.
La ausencia de aquellos desaparecidos había alertado y aterrado a las muchedumbres aventuradas en la búsqueda de los sujetos que en situaciones desconocidas no volvieron a ser vistos ni llegado a sus hogares tras adentrarse en las profundidades del bosque, luego del comienzo y el esparcimiento de rumores sobre aquél desalmado servidor de las sombras y emisario de la muerte que rondaba la comarca y pueblos colindantes.
Los sucesos sirvieron de guía y rastro para cierto mercenario; tres personas habían sido; dos mujeres y un apuesto varón. Todos en la flor de su juventud y con largos cabellos.
No importaba cuánto huyese o cuánto cambiase, siempre tendría las mismas atracciones.
Había sido en vano la misión de encontrarlos, si no con vida, al menos sus cadáveres, pues el invierno era crudo, la nieve alta y las bestias hambrientas.
Pero no bastó más que un simple descuido que no escapó de la mira del cazador. Poco tiempo había bastado para que la tercera y última víctima fuera revelada con la llegada del alba, en el interior de una cueva entre los caminos hacia el sur, por ciertos campesinos en busca de refugio de la tormenta invernal. Desnudada y magullado su cuerpo, tanto por el filo y la dureza de las rocas, como por terribles huellas dejadas por la demoniaca criatura; heridas aún frescas en la amoratada piel. Rasgada del rostro y de la espalda, expuesta así su carne y las vértebras zafadas de su lugar. Abierta desde el vientre, hasta el área de su sexo y regadas las entrañas, sólo había dos cosas intactas; su rizada caballera era una de ellas, peinada y arreglada en elaboradas trenzas. Marca de esclava revelada en sus muslos. Castigo cruel, reprochable acto y lastimero final. Ni siquiera un esclavo merecía semejante trato o haber acabado de esa manera. La noticia de tan lamentable escena hizo asquear a los palidecidos pobladores; se trataba de una muchacha que trabajaba al servicio de la casa de placer.
Sin embargo, entre el oprobio, una socarrona sonrisa se formaba bajo la capucha que cubría la cabeza de Walter, luego de haberse enterado de dicho descubrimiento al adentrarse en medio del tumulto. Observó lo que quedaba del descuartizado cuerpo de la pobre mujer. Muchos podrían decir que tuvo mala suerte; atacada por un animal del bosque o interceptada, si es que escapar de su amo deseaba, o desechada cuando había dejado de ser rentable, o hasta el arrebato de un descontrolado amante, luego de haberse aprovechado de ella y asesinado en un crimen pasional, tal vez víctima de un ebrio que se había pasado de tragos.
Pero el cazador pudo sentir todavía vestigios de la esencia demoniaca; ese olor aún impregnado en ella. Se acercó de cerca, entre empujones y el estorbo de los curiosos. Tan sólo al llegar a sus ojos, pudo ver mejor las marcas con la que su vida terminó... Cosas como éstas podrían escapar de la vista de cualquier pueblerino o campesino, pero no para alguien como él; aprendió con la experiencia del oficio diferenciar entre las mordidas causadas por un lobo, oso o cualquier criatura del bosque, ya sea por haberlas visto antes o sufrido de éstas en algún momento. No, éstas eran marcas producidas por algo mucho más grande y más fuerte; tan fuerte como para haber abierto en canal a un hombre como si fuese tela y de un simple tirón y dejado huellas de desgarre a los costados, para haber arrancado con precisión como una cáscara la piel y el cuidado para no llevarse consigo la carne del tejido muscular. Un negro y espeso líquido que se había mezclado con la sangre de las laceraciones de la fallecida joven... Su inmunda presencia, su asquerosa semilla...
Su presa había pasado por allí.
Permaneció un par de horas más en el pueblo, con el fin de averiguar algo sobre la identidad de la cortesana. Las respuestas le fueron dadas en la intimidad de los aposentos de las prostitutas, entre zascandiles y sucios verriondos tras cruzar las puertas del congal.
― Bien, lo dejaré claro antes de que empecéis a maldecirme. Sólo decidme si alguien reconoce a la puta que murió. Así podré dar caza a quien lo hizo. – habló de esta forma el mercenario.
―Oh, ella... -respondió una de las mujeres. Y más que pesar o espanto por la muerte de su colega, era también cierto disgusto en sus ojos. ―Desconozco cómo es que llegó a morir o por qué terminó así. Se había ido de aquí hace dos noches con un hombre que la compró.
―Habladme de él. – ordenó Walter.
―No puedo decir mucho, mi señor. Son muchos los hombres que llegan por aquí - se excusó. ― Aunque ese sujeto era muy extraño; no parecía de estos rumbos; su forma de hablar y caminar no eran de un simple guerrero o campesino, y sus modales eran propios de un burgués. Era muy chocante y presumido, altanero. Llegó directamente con el patrón; nos hizo a todas formarnos desnudas frente a él para que acabase escogiéndola a ella, la más barata y fea - prosiguió. ―¡Estaba loco! ¡Ciego y loco! Debió ver las cicatrices que tenía en la espalda, en las piernas... En los brazos... Se le habían marcado las cadenas y los grilletes cuando la trajeron aquí. Y pagó una cantidad ridícula por ella; ¡Tres de plata, más del triple de lo alguien como ella puede valer! – se quejaba la ofendida cortesana.
―¿Cómo lucía? – inquirió el mercenario.
―Era rubio. Tenía el cabello muy largo. - por un instante calló. —Era alto y fuerte como vos, aunque un poco más joven y delgado.
A diferencia de cierto encuentro pasado semanas antes, ellas parecían mucho más dispuestas a cooperar. Decidió indagar más; no sólo preguntó sobre algunos detalles más de cómo lucía el supuesto burgués que había pasado por allí, sino también acerca de las características físicas de la muchacha que lo acompañó.
Y con un poco más de confianza y satisfacción por el avance de su investigación, permaneció un rato más, sumergido en sus bajos instintos carnales con tan grata compañía de esas "finas" y encantadoras damas.
Se marchó justo al mediodía, en dirección al sur. Dedujo por las anteriores desapariciones y la más reciente víctima la dirección que podría tomar mejor el demonio, no sin antes haber pagado por los servicios que le fueron proporcionados y haberse despedido de la forma que él mejor conocía de la mujer que le reveló la información que necesitaba. Entonces partió con un nuevo rumbo, en busca de tan evasiva presa.
―La cálida compañía suele ser abrigo suficiente para soportar el frío, pero el calor que me proporciona tan buena cacería lo es más. - comentaba el mercenario. La perversa expresión de su rostro, así como la seca risa que por un momento fue dibujada en sí, no tardó en serle correspondida por la cortesana que lo acompañó hasta la salida.
Y cabalgó con tal fiereza a pesar del atroz frío que azotaba, se extendía sobre las planicies, entre las montañas, cubiertas ahora de polvo, proliferando por el paisaje sobre su vista.
Las cumbres rebosantes de vida ahora descansaban bajo pálido escenario.
Su mirada esbozaba una gran hambre de carne; carne de su presa. Podía saborearla entre sus fauces, con el crujir de los huesos de esta sobre su boca. Eso le hacía enfervescer ante tal imagen. Ansiaba escuchar los crudos gritos que escapaban de su pobre víctima, más de lo que deseó antes, ésta pidiendo clemencia, pero sólo haciendo que su trabajo fuese mucho más placentero...
Su encuentro con aquella cortesana no sólo le había dado pistas acerca del paradero de su objetivo, sino también repuesto sus fuerzas y acrecentado las oscuras pasiones de su ser.
Siguió su trayecto sin descanso alguno hasta instantes cercanos al atardecer, donde ambas bestias, jinete y corcel, descansaron en el interior de una gruta, a su vez que compartieron alimento y el fuego calentó sus agotados cuerpos. Con el transcurso del tiempo se adaptaron el uno al otro, ya que el equino era manso de corazón y tampoco es que tuviera otra alternativa que asumir que el sucio guerrero como su nuevo amo. A pesar de haber sido testigo de sus salvajes costumbres y su crueldad, Walter no había sido tan malo con él; le compartía sus alimentos casi siempre, aunque todo lo que le hacía comer era carne, y le puso por nombre Dubi Arhwō, que en la lengua de su tierra significaba "La flecha oscura" o "La flecha negra".
Allí permanecieron hasta el retorno de Belenus, Äddaioth para los enanos y los elfos de los bosques en Annuvin, y sin más tiempo que perder, continuaron su marcha hasta la pequeña ciudad de Tricassess, ricas y fértiles tierras de los tres caudalosos ríos de Carman-Dublín.
Carman-Dublín.
Y justo a las afueras. Al poco tiempo de haber atravesado el último pueblo, le vio nuevamente a la distancia; había tomado forma de mujer. Quizás por el paraje algo inclinado parecía de mayor estatura, o tal vez sólo era percepción suya por tan largo viaje. De cualquier manera, tendría que verificarlo con sus propios ojos. Decidió seguirle a distancia prudente; no deseaba revelar su presencia. Había pasado tanto tiempo desde que empezó a buscarle como para empezar de nuevo. Le dio entonces algunos instantes para que se alejase unos cuantos pasos más de distancia antes de que él subiese por el puente. Andaba despacio, teniendo sumo cuidado de que Arhwō no resbalase o que los vientos fuesen a lanzarlo por los aires y hallar su fin por las heladas aguas y caudalosas del Dain, debido a que era un puente alto y de una forma circular. Se detuvo un momento en el punto más alto de este para observarla de mejor manera. Y supo que, era quien buscaba; Idéntica a como le habían descrito a la víctima que había sufrido en el pueblo anterior. Aún podría reconocerle por su gran estatura y los rasgos faciales que correspondían a los testimonios de las cortesanas en el congal; destacaba su larga cabellera tupida y rizada.
Luego de ver hacia a donde se dirigía avanzó con su corcel, y una vez pasada la parte más peligrosa del puente y estar cerca del final, aceleró. Junto con su caballo decidió rodear el lugar; se adelantó a su presa para así emboscarle.
A una distancia considerable bajó de la bestia y la ató a un árbol. Era momento de empezar su cacería. Midió cada uno de sus pasos, para que éstos no alertaran a su objetivo que se acercaba poco a poco.
Asmos, se detuvo un instante para descansar de su exhaustiva caminata y ajustarse la capa y el corsé. Pudo escuchar entre los vientos y el aplaste de la nieve a causa de los suyos propios. Se sentía observada desde hacía ya un buen rato. Y el aire empujaba hacia atrás la capucha de su manto, por más que ella tratase de volver a acomodarla de nuevo. No obstante, al girar para ver no encontraba a nadie. Quizá sólo había sido un aldeano que pasaba por el mismo rumbo que ella, pero que tomó otra dirección, o tal vez no. Y recargó su brazo izquierdo en el tronco de un árbol cercano para tomar un respiro y admirar el blanco paisaje de tan vastos campos. Mas un escalofrío la abrumaba y una opresión en el pecho perturbó su calma. Con su derecha que apretaba la empuñadura de su arma. Tan tranquila y serena estaba a esas horas, donde la escasa luz del día daba su mayor fulgor y difuminaba un poco la niebla del invierno.
Probablemente necesitaba descansar un poco. Sin embargo, algo le extrañaba. Entonces se volvió de ante el rebuzne; notó a la distancia una figura de un animal. No le dio tanta importancia, hasta que lo miró detenidamente. Se trataba de un equino, pero no de cualquiera. Lo creyó haber visto en algún otro lugar. ¿Por qué estaría un caballo de esa magnitud solo y sujeto a un árbol? Entonces los recuerdos a su mente regresaron; era el mismo potro que había abandonado en las montañas para escapar de ese brujo. Así que por fin lo comprendió. Apretó los párpados y dio una última bocanada de aire, exhalando una vez más antes de reabrir los ojos. Se irguió con vehemencia y miró hacia todas direcciones… Por el ardor y el raspar de su piel por causa del rose de una cuchilla giró la mira de inmediato. Una flecha estuvo cerca de atravesarle el ojo derecho, y debido a su agudo oído le fue posible esquivarla y ladear la cabeza. Sin embargo, no pudo evitar el daño. Con espanto observó como la brillante punta, así como los afilados bordes del proyectil pasaban de largo, justo debajo de los párpados, esto le dejó la marca de su trayectoria por el medio del comienzo de su mejilla y con suavidad la punta de su afilada nariz. Antes le rozó la oreja, dejando consigo un rastro de sangre en el rostro. Éste desapareció casi al instante. No se quejó, ni siquiera le dio tiempo de parpadear. Un agudo dolor y la sangre no brotó, sino hasta pocos segundos después, profanó su blanca piel.
Se volvió hacia donde había provenido el proyectil, sintiendo de inmediato el pesar de una oscura presencia, para después toparse con la imponente figura de su perseguidor, a su vez que le veía emerger de entre la nieve y los pinos. Se acercaba de la misma forma sin quitar la mira de su objetivo, sobre el cual tenía otra flecha puesta para disparar.
Apenas alcanzó a evadirla, ocultándose detrás del tronco sobre el cual se había apoyado antes, visualizando sus ojos a la distancia al asomarse. No estaba tan lejano, y podía reconocerle. Se trataba del guerrero al que se enfrentó hacía un par de semanas atrás. Cuando su mirada se cruzó con la suya una bruma invadió su ser, y en un pestañeo la imagen de cazador empezó a difuminarse con el viento, como las llamas al extinguirse, dejando en su lugar una oscura y espesa niebla que se expandía rápidamente por todos los alrededores directo a ella.
Desconcertada y con el espanto en sus ojos. Impetuosa, emprendió la huida; con paso acelerado, buscando escapar de aquello que le era desconocido. Y si tan sólo hubiera sido más temprano, a la salida del alba, tal vez hubiese sido posible ver una delgada neblina por estos lugares, pero no una como ésa, como si albergase un mal presagio a su reserva. Se levantaba las enaguas para moverse con mayor agilidad; se ocultaba entre los árboles para no ser herida por los flechas que lanzadas, una tras otra, de la misma manera que rugidos de enfurecidas bestias resonaban entre los senderos entre la misteriosa neblina. Miraba atrás de vez en cuando para poder ser testigo de las horripilantes figuras de ella albergaba; derretían, evaporaban la nieve, saleaban la tierra y pudrían las raíces, y de las decenas de brillantes ojos que la misma bruma poseía. Probable era que pudiese sentirlo a él, pero no podía verlo. Algo como esto le fue inaudito, semejante poder no podía ser de un simple brujo, ni siquiera de un alto nigromante. Humanos ordinarios no tienen los elementos necesarios para hacer algo así, o quizás èste si los tenía.
No le causaba temor ver esas imágenes, más bien el hecho de que alguien, quizás ese guerrero, fuera capaz de vencerle. Poco a poco la desesperación y la angustia carcomían su ser mientras emprendía la huida, intentando frenar la necesidad de tomar su verdadera fisonomía. Dejò de importarle que alguien del pueblo le viera, con tal de que las visiones la dejaran en paz, o tal vez era lo que el ente que le atormentaba quería, mas no fue así. Tomó una desviación alterna que la devolvía ante las puertas del poblado que dejó hacía un rato; cuando vio a algunos campesinos, o al menos creyó que eran personas, decidió adentrarse más por el camino de regreso a Tricassess. Y mientras más se acercaba, las visiones poco a poco se detenían. Siguió de esta forma hasta quedar ante las enormes puertas de la ciudad, y el frío sudor de su frente, junto con sus impetuosos andares llamaron por un instante la atención de todo aquél que le veía correr desesperada y frenética, algo que tampoco pasó desapercibido por los centinelas y la guardia a la que ella no tardó en acercarse, desfallecida en los brazos de uno de los caballeros. Le miraba llorosa y suplicante; rogaba protección contra un terrible mal que yacía en el bosque. Hablaba de un terrible brujo, o tal vez un demonio; servidor de los oscuros abismos que había tratado de tomar su vida. Normalmente sería considerada una loca, pero tomando en cuenta las recientes desapariciones de las personas en las comarcas colindantes, era el tópico de conversación de distintos bardos y mercaderes en la zona, también el de algunos que solían hacer negocios en otros pueblos que al escucharla creyeron que ella había logrado escapar de la temible bestia que entre muchos se decía que se hallaba dentro del bosque.
Por miedo a ser aniquilado también, la mayoría evitaba adentrarse en la fronda por señales de cualquier cosa que demostrara algo acerca de las desapariciones. Los pocos que entraron lo hicieron en grupo. Pero después de una larga búsqueda que duró el resto de la tarde, no encontraron nada. Sólo tenían el testimonio de una pobre mujer que había aparecido de la espesura de las arboledas y cruzado el puente de piedra con su psique casi intacta.
Tres horas transcurrieron desde aquél incidente, en las que Asmos, oculta bajo forma de mujer, se aferraba con disimulado terror a los brazos de los caballeros, su rostro a su pecho, con fingido llanto. Estos mismos pensaron, luego de haber escuchado su relato, que era demasiado afortunada de haber sobrevivido a lo que sea que la hubiese atacado o afectado. Habló con sumo detalle de un malvado hechicero y acerca de cómo éste había hecho terribles conjuros en el bosque, capturando a las doncellas y a los varones, ya fuese para comérselos, torturarlos o darlos en sacrifico a los demonios.
Algunos fueron contadas por la dama, otros detalles agregados con exageraciones de los mismos pobladores que a veces interrumpían a la mujer. Murmuraban los unos a los otros y esparcían el rumor como el fuego; contaron cómo es que se libró tan precario ataque. Y mientras todo esto aconteció, el cazador permanecía al acecho de su presa, observaba oculto tras la vegetación y los troncos; artífice de la oscuridad, estaba en su elemento, cubierto de sombras proyectadas por los árboles. Tomó un momento para deslizarse y seguir a su presa hasta el pueblo; esperando el mejor momento para emboscarla, caminó con sigilo entre las calles y senderos que rodeaban la ciudad para encontrarla. Un buen rato después pudo hallarla sola, aunque vigilada de vez en cuando por alguno de los guardias. Se acercó lo suficiente para estar detrás de unos leños. Sólo tenía que acercarse más para hacer de nuevo su ilusión y volver a afectarla. Se dice que un truco no funciona dos veces con la misma persona, pero Walter sabía que serviría, siempre y cuando agregara algo nuevo. El mercenario liberó una segunda neblina cerca de la criatura. Ésta permanecía próxima a las callejuelas. Revelaba así su presencia a su enemigo, quien se reincorporó al ver cómo el cielo de repente se oscurecía y aquellos aullidos, rugidos de abominables criaturas infernales de la niebla emergían. Sus gritos inundaban toda la ciudad. Asmos creyó al principio que sólo se trataba de las nubes que se habían interpuesto entre los débiles rayos solares, porque nunca había oscurecido tan rápido. Walter esta vez exageró un poco más en la visión; pudiendo ver cómo lo misteriosos ojos se abrían por decenas entre la bruma negra que se expandía y poco a poco se dirigía hace ella, amenazaba con tragarla, no importase cómo o cuánto corriese, iba así por donde su perseguidor quería, por los callejones y senderos solitarios del poblado, oscuros y ennegrecidos pasadizos, llegando hasta arrinconarla contra el muro que ponía fin al callejón.
La sorpresa, así como la frustración, por un instante se reflejó en las pupilas de la dama, acorralada y sin muestra de escapatoria. Levantó la barbilla; elevó su mirada al cielo que estaba encima suyo, pero éste era cubierto poco a poco por una leve pero consistente negrura. La oscuridad lo rodeaba deprisa. Era como si la noche lo estuviera cubriendo, y más que el anochecer, era el anuncio de la muerte; las estrellas que orientaban a las barcazas serían sus faroles en tan fríos anocheceres, o al menos el leve fulgor de la luna sobre sus cabezas les guiaría, pero no era éste el caso. No había nada arriba, sólo la oscuridad y nada más. Cualquiera en esa situación se hubiese entregado a la desesperación o al miedo, ese fue el caso de Asmos, aunque no por mucho tiempo, pues al mirar arriba esbozó una leve sonrisa. Y movió sus manos a sus costados y desenfundó dos afiladas cuchillas.
―Vaya, realmente sois muy persistente. ¿Por qué no os mostráis ante mí, cobarde? - hablaba, de mirada desafiante y firmeza en su postura.
No hubo respuesta alguna. Sólo el sonido de su voz resonó entre la tiniebla, en un reto a la nada y a la neblina que se avecinaba sobre ella.―¡Sé que esto es una ilusión, no es real! - En ese instante una figura emergió de entre las sombras:
―Si en verdad sabéis qué es una ilusión, ¿Entonces por qué os esforzasteis tanto en huir de ella? -inquirió el cazador. ―¿Es que acaso os molestaba lo que veíais o simplemente gustáis de ser la presa? -decía, de la misma forma en que caminaba con lentitud en dirección al objetivo ―Además.. -hizo una pausa para bajarse la bufanda que le cubría la nariz y la boca, dejándole ver así su rostro. ―Si sabéis que todo esto no es más que una visión, ¿realmente creéis que verdaderamente estoy parado enfrente vuestro? – dijo, burlón.
Asmos se limitó a soltar una pequeña risilla antes de responder:
―Tomad en cuenta que el sol no se ocultará hasta varias horas después. – le contestó. ―Si fuera eso, muchos aldeanos gritarían diciendo que hay magia afectándolos, o estarían en sus chozas - Por un instante calló. ―Además, el olor a sangre no impregna el aire y el calor del sol todavía me baña con su brillo, a pesar de que no pueda verlo. Podréis engañar a mis ojos, pero no a mi olfato. Y vos oléis a perro mojado…
Fue así como la densa neblina y la negrura que cubrían el lugar empezaba a desvanecerse de inmediato ante las luces de la tarde que por el callejón se asomaban. Al esfumarse la ilusión, pudo ver que no había nadie enfrente de ella, pero seguía sintiendo la presencia del sujeto. Miró hacia la parte de arriba de las casas. Estaba sentado en lo alto del borde de los muros del callejón. Éste se tiró sobre los montones de paja y basura a la entrada del pasadizo; se reincorporó y acortó unos pasos la distancia contra su enemigo, quien, a pesar de la socarrona sonrisa en su semblante, no había bajado la guardia.
―Veo que estáis solo - afirmó la joven ―Creí que alguna clase de hechicero o brujo os acompañaba para hacer estas cosas, pero noto el esfuerzo que ponéis en ello. Demasiado persistente para ser un simple cazador. ¿No pudisteis ir por otra presa o tienes una fijación conmigo?
―Oh, podría decir que yo mismo soy un acosador, un artista en el arte del acecho. No sabéis cómo me... cautiva... la presencia que emanáis. ―respondió Walter con la misma carga de sarcasmo de su presa, al tiempo en que desenfundaba tres de las seis dagas arrojadizas ocultas bajo su capa.
―Oh, ya veo... -comentó. Su tono de voz se volvió más suave, lento y melodioso. Esbozaba una pequeña y delicada sonrisa. Se recogía las mangas y había arremangado sus enaguas, así como tomado la libertad de despojarse con delicadeza del manto que le cubría, para que no se ensuciasen demasiado o le estorbasen el combate ―No os culpo de nada, muy pocos se pueden resistir ante mis encantos - Asmos empezaba a acercarse sin miedo hacia su oponente, el cual había retrocedido con precaución ante cualquier movimiento de éste. Con risas y mofa en su voz, que con pasos largos y contoneo de las caderas se aproximaba al enemigo; así como la lentitud de sus movimientos le hacía tomar un aire más pícaro y juguetón. Un comportamiento que alertó al mercenario, quien arrojó sus proyectiles hacia la adversaria, que fueron repelidos y desviados con el extender de una de las cuchillas de su oponente; se trataba, de dos extrañas armas; peculiares abanicos, aunque éstos tenían la particularidad de ser de metal y el porte de afiladas puntas metálicas que sobresalían de los bordes, a su vez que con el filo del otro se había cortado los botones del abrigo y los nudos que ajustaban el escote, rasgado parte de éste, de seguros delanteros de la cota de malla que portaba debajo de la ropa y del corpiño bajo ésta, ofrecía generosa y sin pudor la vista de sus senos desnudos, con la finalidad estratégica de desorientar por un instante a su perseguidor e incomodarle o molestarle.
El sonido de la risa rompía el silencio cual trueno en la oscuridad. Tenía en su mira su objetivo, tan cerca. Tenía lo que deseaba: Saborear el momento, disfrutar cada segundo a su alcance. Para distraer y persuadir a su enemigo; en cuyos ojos había despertado el fulgor de la lujuria. Un calor inmenso lo rodeaba, una cálida sensación se apoderaba del cuerpo del cazador y lo entorpecía. Pero concentrado ante tal encuentro, sólo podía llenarlo de una sensación... Interés, deseo, pero sobre todo asombro ante tan peculiar uso de armas poco conocidas que el demonio empuñaba, quizás de un lugar lejano o tiempo muy antiguo por los hombres, tenía que ir con cuidado.
Retrocedió para establecer un poco más de distancia al ver cómo la amenaza se aproximaba con rapidez hacia él; intentó desenfundar su espada contra ella. Sí, lo intentó, porque Asmos se había abalanzado sobre él. Consiguió detenerle con la mano zurda; evitó así que Walter sacase su arma. Trató zafarse de aquel agarre; sin embargo, la fuerza del demonio era por mucho superior a la humana y ni siquiera alguien como él era tan fuerte como un demonio de raza pura. Al ver que le sería difícil disponer de su espada en esos momentos, decidió utilizar su izquierda para ya fuese golpearla en la cabeza o jalarle el cabello, acto que no dio el resultado que esperaba, pues la criatura había consiguió desviar el golpe al alzar el brazo derecho, que igual utilizó para forzar a su oponente al tirar de la melena, cuando este se acercó aún más hacia ella. Fue así como, al tener a su adversario tan cerca, Asmos hizo algo que el mercenario no esperó:
Le dio un beso.
Ante la sorpresa y la confusión Dark retrocedió un poco. Podría ser que sus labios fuesen venenosos, tal como algunas clases de demonios, o que sólo se estuviese burlando de él. Aprovechó un descuido de ella para pisarle un pie, con todo el peso de su cuerpo en tan sólo la punta de estos para causarle el mayor dolor posible, y en ese instante de sorpresa la empujó y se la quitó de encima;
―¡Qué truco tan despreciable de una criatura tan vil! - fue lo que dijo el cazador
―Oh, mirad quién habla... – respondía una colérica fémina ―¡Os ofende que una mujer os bese, pero se hace más evidente que preferís la compañía masculina en vuestros cálidos aposentos!
―Oh, perdonadme, bella dama – hizo una pausa para limpiarse los labios con la manga; intentaba evitar cualquier tipo de toxina que estuviese en ellos, al tiempo que desviaba su mirada hasta el borde del comienzo del callejón. ―Lamento el malentendido que le haya provocado de mi parte, espero que no os hayan lastimado tan inmundas palabras que dije ante su hermosa presencia.
―¿Acaso os burláis de mí? - vociferó Asmos.
―Uhhh... – En instante, Dark había volteado su atención a su presa ―Perdón, ¿Decíais algo? – inquirió, poniéndose otra vez en guardia ―Es que pasó una doncella por aquí. Debisteis verla, era una belleza- su voz era grave y bastante áspera, pero trataba de sonar un poco más relajada y melodiosa. Se mofaba de ella y no hacía nada por ocultarlo; ahora era quien reía.
―¡Daos por muerto! - apretó sus dientes; un leve rubor coloreó su bello rostro, al mismo tiempo que la ira resplandeció en sus orbes. Presionaba con fuerza la empuñadura de las cuchillas, indignada y ultrajada ante la ofensa de su perseguidor. Se había esfumado la gracia de su ser, el encanto de los andares y la dulzura en sus facciones, cual amante despechada. Fue así como una iracunda guerrera de firmes pasos y sin vacilación se aproximaba con apresuro a su contrincante para asesinarle. Él la esperaba en guardia con el filo de su espada al frente, ansiosa por probar su sangre.
Cuando su enemiga se acercó lo suficiente, decidida a matarle, el cazador apretó con furia y coraje la empuñadura de Ëire, con un peculiar movimiento vertical, de abajo hacia arriba, para evitar que una de las cuchillas llegasen a tocarle, cambiando su postura con el retraso de su pierna izquierda, quedó de lado. Desconocía la razón por la que las extrañas navajas tenían esa forma, pero no permitiría que se acercase a él. Cuando su espada llegó al cenit de su alcance, dio un corte circular, pero este fue de arriba hacia abajo, como si dibujase una media luna, con un enorme azote de su arma para acabar con la amenaza. No obstante, ésta se alejó antes de que pudiese herirla.
Ahora él había ganado terreno. Convencido de la ventaja que el hechicero no pensaba desaprovechar, siguió a su presa y dando un tercer corte descendente, que Asmos evadió; con un paso lateral a su derecha y ladeando ligeramente su postura, evitó que su hombro o brazo izquierdo acabasen siendo rebanados, tiempo que había extendido la diestra, y se inclinó un poco más hacia adelante. Durante ese breve movimiento, la daga se extendió, y mostró de mejor manera los afilados y sobresalientes picos a modo de navajas en sus bordes dirigidos a la garganta dl cazador.
Y ese hubiera sido el final de los días del guerrero; decapitado, o con el ojo perforado por la punta del arma, si tan sólo no hubiese sido porque consiguió inclinar su cabeza hacia atrás, y al evitar el impacto contra su cuello, decidió tomar distancia. Arremetió con una patada hacia los tobillos de su contrincante; la desequilibró y la obligó a retroceder y alejarse del arma, para realizar otro movimiento, con intención de rebanarle la cabeza; pasando el sable por encima de la coronilla, en un corte de en diagonal de arriba hacia abajo, en dirección a la garganta de su presa. No obstante, ésta pudo bloquearlo con el otro abanico que tenía cerrado en la zurda, en un veloz movimiento de defensa media o defensa de espejo, debido su semejanza, con la intención de hacerle una estocada con su derecha. Con la distancia tomada, Asmos volvió a lanzarse sobre el cazador; avanzó un paso más, y su objetivo sería al estómago. Pero la dama no tuvo el resultado que deseaba, pues, aunque no falló en tomar a su adversario desprotegido, no contó con que éste también portase una cota de malla bajo la ropa.
Dark, sin embargo, no pudo evitar esbozar una macabra sonrisa.
―¡Habéis caído! - exclamó, al tiempo que liberaba la diestra, acabó por empuñar su espada con sólo una mano, y de golpe bajaba la derecha de su enemiga de un manotazo para pasar atraparle el antebrazo, con un fuerte agarre; tiró de ella, con la intención de hacerla soltar su extraño cuchillo.
En cambio, Asmos, al saberse atrapada, rehusó la ofensiva con el cruzar de retraso su pie izquierdo, que le permitió girar hacia atrás y quedar justo a espaldas de su perseguidor, aprovechando para, poner el filo del abanico que tenía libre en el cuello.
―¿Decíais? - se burlaba el demonio a los oídos del cazador con voz suave y lentitud en su hablar.
Y con el cálido roce de sus labios en su oreja izquierda sus sentidos se agudizaron y los escalofríos recorrieron su espalda ante la cercanía del filo de la muerte. Dejó caer su espada al suelo; liberó así su otra extremidad y en un ágil movimiento, antes de que Asmos se atreviese a degollarlo y dar din a la vida del mercenario. Pero éste usó sus propias manos para cubrirse la garganta; aprisionó con fuerza el filo de la cuchilla del oponente, en un forcejeo. La sangre escurría de las palmas del cazador, al tiempo que soltaba quejidos de dolor. La mujer trataba de jalarlo hacia atrás y con su otra mano liberada clavársela en la cabeza. Walter, en cambio, se esforzaba por ir hacia adelante y con su derecha desviaba y atrapaba la segunda ofensiva dirigida hacia él, preocupado no sólo por el corte, sino también por la posicicón que lo privaba de la respiración.
Y en un instante que Dark pudo coger un poco más de aire, al mismo tiempo en que logró que la diestra soltase su arma, con ambas manos libres se encargó del filo de la otra que amenazaba su cuello. La tomó con las dos, no para quitársela, debido a que el demonio era mucho más fuerte que él y además su brazo derecho ya secundaba al izquierdo, si no podía cortarlo, entonces lo asfixiaría.
El mercenario, con ambas extremidades aseguró las de su presa; dio un paso al frente e inclinó su espalda hacia adelante, como quién intenta agacharse, pudo así librarse de ella. Asmos fue arrojado al suelo impulsada por su propio peso, debido al movimiento del cazador, que la pateó en el rostro se dedicó a patearla en la cara para desorientarla; con su pierna izquierda pisó una de las muñecas de su enemiga con toda la intención de provocarle una fractura; logró que abriese las manos y soltase el otro abanico que tenía; para de una patada dejara arma fuera de alcance. Volvió a patearla y pisotearla una segunda, tercera y cuarta vez, cada una con más fuerza que la anterior en áreas como la cara y la frente, y el preciado líquido carmesí emanó de sus labios, la nariz y de entre los rizados cabellos de ella.
Y por esos instantes no se escucharon más que los alaridos de dolor de la joven, que enfervecían la sangre de su agresor, inclinado para cogerla de su melena. Tiró de ella, y su víctima abrió los ojos, para encontrarse con los penetrantes ojos verdes del cazador, el cual le dedicaba una macabra sonrisa. Sus bucles caían a los costados de Asmos.
―Podría daros muerte ahora, cortaros vuestro miserable cuello, comeros vuestra carne y beber de vuestra sangre… - explicaba así el hechicero. Una macabra sonrisa se dibujaba en sus toscas facciones. Su voz era gruesa, cortante y rasposa. ―Pero hasta yo sé que no hay nada como la compañía de una mujer, después del éxtasis de una batalla...-continuó, de la misma forma en que volvía a jalar de los cabellos de su presa y acercaba más su rostro al suyo ― Créedme…- rio un momento para sí, a la vez que los dedos de sus callosas manos se dirigían al seno izquierdo de la víctima; marcó huellas y acortaba la distancia aún más con ésta, lamía la sangre que resbalaba del rostro hasta las orejas y partes del cuello de la dama. ―Antes puedo hacer esta experiencia mucho más placentera...- los ardores de la lujuria que explotaron en el fuego de su mirar, así como las más mórbidas, siniestras, asquerosas perversiones en su rostro, y calaron los huesos del demonio mismo. Dicen que los ojos son la ventana del alma, y ella había visto demasiado. La consternación, así como el terror y la repulsión expresada en sus rasgos hablaron en su lugar, entonces que un fuerte y agudo grito de angustia desde lo más profundo de su ser lastimó los tímpanos de su perseguidor, pues había gritado tan cerca suyo, que lo aturdió por un momento y lo aprovechó para librarse; tomó de la cintura al hombre, ante de sus descuidos. Con gran denuedo, a pesar de las fracturas de su brazo, pudo levantarlo del suelo y cargarlo, al tiempo que con esfuerzo reincorporaba su espalda, y arrojó a su oponente al frente contra el muro que daba fin al callejón, dejó escapar un desgarrador rugido de dolor.
Walter, a pesar del azotón, no recibió tantos daños como se esperaba, pues su armadura y el abrigo amortiguaron el golpe en la columna, aunque mareado y con zumbido en sus tímpanos, más la rotura de su cabeza debido a la caída seguían presentes. Tardó unos instantes más en recuperarse. Pudo percibir el taconeo del calzado de su presa al correr y los quejidos que ésta hacía al caminar; los sollozos eran apenas audibles para él. Momentos después fueron los pasos de la muchedumbre y el raspar de las armaduras de los caballeros que se dirigían al lugar atraídos por los gritos, alarmados por una vacilante y afligida doncella que provenía de allí; se lanzaba ante los hombros de los guerreros y se postraba, en una penosa imagen, para advertir sobre el asecho de un terrible asesino.
―¡Maldita! ¡Inmunda ramera! ¡Hija de la gran puta! -. Y para cuando Dark consiguió levantar su mira, mil maldiciones fueron emitidas de sus labios..._________________________'
Notas de autora;
Quiero mencionar algunos datos que se me escaparon en los capítulos anteriores, como el hecho de que en la edad media nadie se bañaban o no era tan bien visto el bañarse con regularidad, ya que extraña y contradictoriamente se creía que el baño era malo para la salud, además de que hubo un tiempo donde pensaban bañarse en grupo en las casas de baño fomentaba el pecado y porque no todos tenían el lujo de disponer de un baño privado o de las comodidades la actualdiad, los nobles (y es exagerando que eran fanáticos de la limpieza) se bañaban como una vez al mes y los pobres como una o dos veces por año. A veces las personas se solían frotar con flores o pasar superficialmente por su piel algún paño remojado en perfume sólo para disimular su mal olor (de hecho, de la edad media surgió la tradición de regalar flores a la mujer o que las mujeres se adornasen con muchas flores, pues intentaban disimular el mal olor) tampoco se solían lavar o limpiar los dientes con tanta regularidad (usaban hojas de romero, palillos o cenizas de romero para enjuagarse la boca con ellas).
Así como no solían cambiarse la ropa o bañarse, tampoco solían levarse el cabello tan seguido o cambiarse el peinado (podrían tener el mismo peinado por semanas o meses, no se lo lavaban para mantenerlo, como ven los cuadros antiguos con esas mujeres que se arreglaban el cabello en esos elaborados y excéntricos peinados), o al menos no con tanta regularidad si eran demasiado elaborados como antes, y usaban la grasa para "humectar" sus cabellos.
Anteriormente uno podía hacer sus necesidades en la calle o en una bacinica y los tiraba de los balcones o de lo alto de su casa (siempre dado antes de tirar una advertencia, gritando "¡agua va!", aunque se decretaron leyes que lo prohibían, nadie hacía caso de estas.).
Debido a que algunos deliberadamente podrían orinarse o ..bueno cosas poco agradables en su casa, la gente lo que solía hacer era poner paja en el interior de sus hogares con alguna hierba aromática o flores entre ella para intentar darle mejor olor al lugar.
Los perfumes anteriormente no eran como los conocemos (y el cristal, tan sólo un vaso de cristal era algo muy caro en la época), no se vendían en frascos de cristal (y si lo hacían eran muy grandes o se vendían litros en cántaros), eran bastante costosos y no todos podían acceder a ese lujo.
La ropa igual rara vez se cambiaba (generalmente podían usar la misma ropa por semanas o meses, o sólo se cambiaban cada cambio de estación, los hábitos de higiene eran... bueno, la higiene brillaba por su ausencia).
El esclavismo era socialmente aceptado en esa época, era común ver a los esclavistas vendiendo personas en las plazas públicas, eran en su mayoría prisioneros de guerra de algún pueblo o país conquistado, raptados y secuestrados, había igual distintos tipos de esclavos, distintos precios para cada uno (dependiendo de muchos factores como edad, físico, salud, conocimiento, fuerza o condición física, si era casto/virgen, etc..) había también un mercado específico de esclavos sexuales.1- Anuvin, Anuvvin, Annuwin. Uno de los nombres más antiguos para denominar a Avalon, que en distintas mitologías celtas era el nombre que se le daba al reino de las hadas, y Morgana era su reina (Esto puede cambiar dependiendo las versiones, apuntando a una isla flotante u otro continente perdido, comparado con Lemuria o Hiperborea).
2.- Calen Ollin literalmente su significado vendría a significar "Piedras verdes" tomado de la lengua de los elfos de J.R Tolkien. Siendo usado como punto de referencia debido a los conocimientos e lingüis
3-Referencias pocos sutiles a Anar/Anor encarnación de la mitología élfica del sol, siendo Ithil la encarnación de la luna, sin embargo Elberth decidió separarlos, explicando en esta mitología el motivo de los eclipses.
Antigua ciudad Gala existió en Francia, y era más el nombre que se le daba a un pueblo y su capital: La ciudad de Troyes a orillas del rio Sena (ambas ciudades están cerca de un rio)
4- carman es el nombre de una de las diosas de la brujería y de los demonios. Tenía consigo tres hijos; Dub (Oscuridad), Dother (mal) y Dain (Violencia), destruyendo cualquier cosa o a cualquiera que se entrometiera en su camino, causando terror y espanto; era sinónimo de muerte, hasta en historias describen a los Tuhara de Dannan, los pueblos de la diosa Danu” que usaron su magia para derrotarla y llevarla a través del mar junto a sus hijos. Referencias nombrando mares y ríos y la relación que tenían estos con el agua.
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Sangre y Acero; furia, corazón y pasión (Editado)
FantasíaNarra las desventuras de un aguerrido cazador de demonios, encontrándose de cara con los rincones más enfermos de la mente y el espíritu. Una batalla de egos, guiados por intereses egoistas. ADVERTENCIA; ESTA OBRA NO ES PARA TODOS, CONTIENE CONTENID...