2

141 29 18
                                    


Después de lo que a Jongdae le pareció una eternidad, su salvador se detuvo en la caseta de un autohotel y pagó por una noche.

Jongdae sentía su cuerpo entumecido y agradeció que por fin se hubieran detenido. Mientras el desconocido revisaba que todo estuviera en orden en la habitación, Jongdae pensó en echar a correr, pero supuso que si este hombre quisiera matarlo ya lo habría hecho.

—Entre —le ordenó y Jongdae obedeció contrariado.

—¿Por qué me trajiste aquí?

—Ya se lo dije, mi deber es protegerlo.

—¿Por qué?

—Me pagaron para que lo hiciera y no haga más preguntas, no tengo más información.

—¿Por qué no me llevas a mi casa?

—Hay muchas personas intentando matarlo ¿y usted quiere ir a su casa, el lugar en el que probablemente hay varios de esos mercenarios esperando por usted?

—¿Y entonces qué? ¿Planeas ocultarme en este lugar para siempre?

El hombre lo miró con exasperación.

—Por supuesto que no. Solo vamos a descansar un par de horas y luego nos marcharemos.

—¿A dónde?

—Lejos.

Jongdae lo miró con una mezcla de indignación y temor.

—¿Y si no quiero que tú me protejas? No sé quién eres ni quién te contrató.

—Con todo respeto, me importa una mierda si quiere o no que yo lo proteja. Mi trabajo es mantenerlo con vida y eso voy a hacer, aunque tenga que forzarlo a quedarse a mi lado.

—No puedes retenerme. Esto es un secuestro. ¿Acaso no vives en este país? ¿No sabes quién soy?

El hombre le dio una mirada escrutadora de pies a cabeza.

—Un idiota arrogante que no sabe cuidarse a sí mismo.

Jongdae se giró y tomó el pomo de la puerta para salir de ese lugar, le importaba una mierda si estaba en peligro, no iba a quedarse con ese desconocido un minuto más.

Su supuesto protector le puso el cañón de su arma en la cabeza.

—Si intenta escapar voy a dispararle a las piernas, a ambas. Mi única obligación es que continúe con vida, no entero.

Jongdae apretó los labios frustrado y le dio una mirada llena de fuego. Exhaló y empezó a caminar, cruzando la habitación.

—¿A dónde va?

—Al sanitario —Jongdae respondió con el ceño fruncido—. ¿Puedo?

Los grandes ojos felinos lo miraron de pies a cabeza, posiblemente estudiando su postura. Asintió y Jongdae se encerró en el sanitario.

Lavó su rostro y se miró en el espejo; estaba hecho un desastre, estaba sucio y despeinado y habían salpicaduras de sangre en su cuello. Puso sus manos sobre el lavabo y se concentró en normalizar su agitada respiración. ¿Cómo había terminado en esa situación?

Intentó recomponerse pronto y volvió a la habitación. Los ojos felinos del desconocido se alzaron para mirarlo por un instante y luego volvieron a su mochila.

—¿Cómo te llamas? —Jongdae preguntó.

El sujeto soltó un suspiro y respondió sin mirarlo.

—No necesita esa información.

PRESIDENTE [Xiuchen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora