𝙐́𝙣𝙞𝙘𝙤

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La Navidad se acercaba cada vez más y, con ella, la emoción y el espíritu festivo invadían el aire. Para la familia Russell, esto significó su tradicional viaje a la capital, donde las luces y adornos navideños crearon una atmósfera mágica. Pero a George, el hijo menor de la familia, había una cosa que le fascinaba especialmente: la enorme pista de patinaje en el centro de la ciudad. Cada vez que pasaban por allí, sus ojos verdes se abrían como platos, como si quisiera captar cada detalle de las coloridas decoraciones y de los niños patinando de alegría.

Alison Russell, conmovida por la curiosidad y la emoción que vio en los ojos de su hijo, decidió darle la oportunidad de probar el patinaje por primera vez. La idea llenó de alegría a George y no podía dejar de hablar de lo emocionado que estuvo durante todo el camino hasta la pista.

 ― Mamá  ―Dijo George mientras su madre terminaba de abrocharle el pequeño patín en el pie derecho.

Alison sonrió y respondió:
―¿Qué te pasa Georgie? ― mientras ella se inclinaba para aborcharle el patín en el pie izquierdo.

Era evidente que los pies de George no llegaban al suelo mientras estaba sentado en el banco, por lo que su madre decidió reforzar sus piernas para evitar que alguien resultara lastimado por las cuchillas afiladas que ahora tenía en los pies.

―¿Estás absolutamente segura de que no quieres venir conmigo? ― Preguntó George, mirando a su madre con ojos expectantes.

Alison, todavía inclinada, levantó la cabeza de George con ternura y dijo:
―¿Ves a esos niños mayores patinando en la pista?

George asintió con entusiasmo y observó a los otros patinadores en el hielo, maravillándose de su habilidad y destreza.

― No necesitan a nadie para poder patinar. Si quieres ser como ellos, tienes que intentarlo por tu cuenta. ¿Crees que puedes hacerlo? ― Alison le dijo, dándole confianza y animándolo a confiar en sus propias habilidades.

Aunque George confiaba en su madre, todavía dudaba un poco. ―¿Qué pasa si me caigo?― Preguntó preocupado.

―Estoy segura de que si eso sucede, alguien te ayudará a recuperarte. No tengas miedo, sé que puedes hacerlo y estaré observándote desde afuera ― Le aseguró Alison transmitiéndole tranquilidad, y apoyo incondicional.

Motivado por las palabras de su madre, George decidió levantarse e intentar patinar. Los primeros pasos fueron un desafío, pues en más de una ocasión sintió que perdía el equilibrio, pero nunca tocó el suelo. Con cada intento, su confianza creció y su determinación se fortaleció.

―No tengo miedo mami ― Afirmó con valentía una vez que llegó a la entrada de la pista. ― Regresaré enseguida.

Cuando sus patines tocaron el hielo, George sintió que estaba a punto de resbalar y, por un momento, le invadió el pánico. Se agarró a la pared con todas sus fuerzas para estabilizarse, recordando el ejemplo de los adultos que lo rodeaban, y comenzó a mover su pie derecho, luego el izquierdo, deslizando sus manos a lo largo de la barandilla de la pared a medida que avanzaba.
George intentaba convencer a su cerebro de que todo estaba bien, que era como estar en un kart, pero ahora confiaba en sus patitas y no en las cuatro ruedas. Además, sabía que su madre y sus hermanos lo observaban desde el otro lado del cristal. No se iba engañar, desde lejos la pista parecía más divertida, pero con cada caída y mucha dedicación había llego al borde de la pista.
Con más determinación que nunca, decidió soltarse de la pared y patinar sin depender de ella. Los primeros minutos fueron difíciles, pero George no se rindió. Estaba empezando a disfrutar y coger confianza, hasta que de repente sintió un fuerte impacto que lo tiró al suelo.

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𝙂𝙧𝙖𝙘𝙞𝙖𝙨 𝙥𝙤𝙧 𝙚𝙣𝙨𝙚ñ𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙖 𝙥𝙖𝙩𝙞𝙣𝙖𝙧, 𝙢𝙚 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora