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El resto de los días de la semana Germán actuaba
normal, indiferente, como de costumbre; nada lo emocionaba.
Seguía con sus clases y sus sesiones como si nada. Él no contaba nada sobre Santiago, Claudia se encargaba de poner al corriente a Estela sobre las acciones de Germán.
Mientras tanto él solo pasaba los días, esperando impacientemente la llegada del día sábado.

Al fin había llegado, cada semana le estaba resultando
una eternidad.
Tenía algo por lo que esperar cada día. Su madre
siempre iba al centro comercial por la mañana, pero ese día la abuela de Ger, le había pedido como favor que la acompañara a la peluquería, por lo que tuvo
que posponer las compras hasta después del almuerzo.
Germán estuvo con expresión de enojo toda la mañana y no habló en ningún momento. Claudia se disculpó con él, aunque creía que el ser caprichoso y no tan sólo un niño conformista, también era algo bueno de vez en cuando.
Una vez terminado el almuerzo, Claudia lavó los platos y se dirigieron al centro comercial.

Germán ni siquiera estaba seguro de los horarios en los que Santiago se encontraba atendiendo. Lo ponía muy nervioso el sólo hecho de pensar que sólo
trabajara a la mañana y por ende no iba a verlo el día de hoy.

Para su suerte, al llegar, Santiago se encontraba ahí.

Se adentró en aquel local que comenzaba a conocer de
memoria. Cada vez un poco menos nervioso con respecto a la gente alrededor, pero no podía decir lo mismo con respecto al chico que siempre se
encargaba de atenderlo.
Lo vio venir hacia él y tomó un CD al azar.

-Bienvenido a MusicWorld, Germán-dijo sonriente
cuando estuvo lo suficientemente cerca de él. Recordaba su nombre.
Se sintió tan especial que no sabría como describirlo con palabras.
-Me alegro de volver a verte- el rostro de Ger permanecía inmutable por fuera, pero su mente gritaba
internamente.
-Pensé que siempre ibas a venir a la mañana, al parecer me equivoqué- río un poco y fue música para sus oídos-eso es bueno- él oyó eso y el enojo que había tenido durante toda la mañana se esfumó, desapareció en sólo un momento.

-Capaz podemos terminar la charla del otro día, si es que no estás apurado.

Germán negó repetidas veces.

-¡Buenísimo! supongo que ya almorzaste, ¿querés que pasemos el rato mientras almuerzo?.

Ger asintió.

Era como si Santiago no fingiera simpatía con él sólo por ser cliente frecuente de su lugar de trabajo, era como si realmente le agradara.

Santiago le hizo una seña para que lo acompañara. Y
entraron en la puerta detrás del mostrador. Donde siempre envolvían las compras de la gente.
Era un espacio bastante amplio. Contaba con un baño
para los empleados, una pequeña cocina, una mesa que tenía algunos papeles encima, tres sillas alrededor de ésta, una pizarra sobre la pared en la que se
encontraban pegados varios post its de colores con
distintos recordatorios.

-Sentate dónde quieras-le dijo amablemente mientras se dirigía a la pequeña heladera, tomando un recipiente con sándwiches en él.
Él le hizo caso, se sentó en una de las sillas, Santiago se sentó junto a él en otra de las sillas

-¿Querés uno? los hizo mi vieja.

Germán negó con la cabeza.

Le hubiera encantado tomar uno, pero aún estaba satisfecho.
Vio como Santiago comenzó a devorar su sándwich. Al
parecer en verdad tenía hambre. Se había quedado embobado observándolo.

Luego de notar como Germán lo miraba con suma concentración y luego de terminar su segundo
sándwich lo miró.

-­¿Es entretenido verme comer? -preguntó divertido y
bebió un sorbo de su gaseosa.

Germán quedó estático. No sabía que responderle. Si
decía que sí, quedaría como una clase de acosador enfermo. Si decía que no, cabía la posibilidad de que Santiago se ofenda. El ojiazul notó el pánico en sus
ojos.

-­Che tranquilo, era un chiste, siempre jodo así, siendo sarcastico y haciendo comentarios boludos, perdón si soné agresivo.

Ger negó con la cabeza indicándole que no había sido su culpa.

-Sos muy tímido ¿no?

Germán solo lo miró fijamente algo asustado, temía que se diera cuenta de su maldito problema y dejara de hablarle

-Es decir, sólo te escuché decir dos palabras en cuatro semanas, creo que es injusto, tu voz es increíble, es un desperdicio que no la uses más seguido- el
chico no hacía más que mirarlo sorprendido.

-Te propongo algo, vos venís a visitarme todos los sábados y yo te ayudo a superar tu problema de timidez, excepto que yo sea la única persona con la que no hablas mucho.

Germán negó

-Bueno, que te parece si empezas por dejar de asentir y negar todo el tiempo, no me molesta, me parece tierno cuando lo hacés pero solo tenés que responder con un par de palabras de dos letras casa una, no parece tan complicado, ¿qué opinás?.

Germán asintió con la cabeza y Santiago
dejó escapar una pequeña risa.

-Esto va a llevar un largo tiempo- dijo rascando su
nuca -otra vez, ¿estás dispuesto a hacerlo?

No era nada que no hubieran intentado con él, distintas
personas, con distintos métodos, durante años. Lograr que hablara como una persona normal. Todo había sido inútil. Un porcentaje de los profesionales lo
atribuían en su totalidad a su enfermedad, pero otro
porcentaje lo relacionaba con la poca fuerza de voluntad que Germán ponía de su parte en
poder mejorar.

Y allí ahora estaba Santiago frente a él. Sonriéndole. Queriendo ayudarlo sin que nadie se lo haya pedido. Sin pedir nada a cambio. Sin saber cuál era el problema de Germán. No podía negarse. No quería decepcionarlo. No a él. Estaba a punto de asentir con
su cabeza por simple reflejo pero se detuvo.

-Sí.

Respondió finalmente con la vista clavada en el suelo.
Cuando volvió a subir su mirada se encontró con la imagen de Santiago, con el codo apoyado en la mesa, con la cabeza recargada en su mano derecha y una gran sonrisa que hacía que se formaran pequeñas arrugas a los lados de sus ojos.

-Ya son un total de tres palabras -dijo sin dejar de
sonreír.

Una simple palabra y podía verlo sonreír así. Tal vez si
se esforzaba por cambiar, lo lograría. Si la recompensa era que Santiago se alegrara por eso, definitivamente valdría la pena. La puerta se abrió, era una de sus compañeras de trabajo. La chica rubia y alta. Entró con una caja en sus manos que a juzgar por la fotografía, tenía dentro un parlante. Cortó un pedazo grande de papel azul, el mismo con el que Santiago envolvía semana tras semana sus CDs, lo sostuvo con cinta
adhesiva todo en su lugar. Salió de allí con el paquete
ya envuelto.

-Ella es Sofi, es una chica muy copada, fue la primera persona con la que hablé cuando empecé a trabajar acá... la otra chica se llama Julieta, también es copada aunque ella tardó un poco más en hablar conmigo, es un toque tímida, me parece que le gusto, pero yo la veo como una amiga nomás.

Germán no supo bien el porqué. Pero el saber que Santiago le gustaba a una de sus compañeras lo hizo sentir molesto.

-Noo -dijo desilusionado en su voz al ver el reloj- tengo que volver a trabajar.

Guardó el resto de la comida y la bebida en la
heladera. Salieron de la habitación y efectuaron la compra como de costumbre.

-Que disfrutes la compra, te veo pronto -se despidió
amable.

el chico de los CD's - santutu x unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora