Dos líderes de mafia, dos hombres dispuestos a luchar por obtener el reinado, dos enemigos que se odian a muerte, dos corazones que laten en unísono. Un peligroso romance florece entre dos enemigos mientras participan en un baile prohibido de amor...
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Min Yoongi ha sido el líder despiadado del clan mafioso más grande de Seúl durante años, inculcando miedo tanto a sus rivales como a sus aliados por igual con sus tácticas despiadadas.
Pero últimamente se había estado levantando una nueva pandilla, liderada por el ambicioso joven Jung Hoseok. En solo unos pocos meses, Hoseok había ampliado rápidamente sus operaciones y estaba invadiendo el territorio de Yoongi. La buena apariencia y el encanto de Hoseok le han ganado muchos seguidores que ahora están desafiando el dominio de Yoongi sobre el inframundo. Mientras otros jefes de la mafia temblaban ante la ira de Yoongi, Hoseok evadía audazmente sus amenazas.
Yoongi odiaba cómo Hoseok había ganado tan fácilmente la fama y la influencia por la que él mismo había luchado tan duro. Quería poner a ese tipo en su lugar. Pero cada vez que se enfrentaban, Hoseok miraba fijamente a Yoongi con ojos intrépidos.
Yoongi ve a Hoseok como una amenaza que necesita ser eliminada. Pero cuando envía a sus hombres a eliminarlo, Hoseok sobrevive al intento de su vida. Intrigado por la fuerza y la bravuconería de Hoseok, Yoongi decide manejar la situación él mismo. Lo que comienza como una confrontación termina en una inesperada chispa de atracción entre los dos líderes del crimen. Había algo en la confianza de Hoseok por lo que Yoongi se sintió extrañamente atraído.
A medida que las tensiones aumentan en las calles, se desarrolla una pasión prohibida entre Yoongi y Hoseok. Pero, ¿puede su deseo superar una historia de amarga rivalidad? Con sus dos facciones ahora en guerra, uno de ellos puede tener que destruir lo que han llegado a amar si quieren sobrevivir en este mundo criminal despiadado.
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—Quémenlo todo, incluido a él. No quiero ninguna evidencia. ¿Entendieron?—ordenó mientras observaba la casa frente a él.
—Pero señor...—calló una vez vio a Min girar su cabeza para verlo con ese rostro tan inexpresivo como siempre.
Esos ojos negros, tan oscuros como la noche, junto a esa cicatriz que adornaba su rostro lo hacían ver...temible.
—¿No me escucharon? Quémenlo todo. Es una orden, ¿entendieron? No importa si él está allí. Quémenlo.
—Si señor...
Con un leve asentimiento de cabeza, Yoongi se dio media vuelta y camino hacia su auto con una sonrisa de satisfacción asomándose en su rostro. Antes de subir en el coche, se detuvo para tomar la cajetilla de cigarros y llevarse uno a la boca.
Había ganado, o al menos...eso creía.
Adentro de la cabaña se encontraba Hoseok. Estaba tendido en el piso, su cara llena de golpes y sangre. Poco a poco fue recuperando la conciencia, tosiendo en el proceso pues las llamas estaban consumiendo el lugar.
Como pudo salio entre los escombros de aquella cabaña en llamas. Su ropa estaba destrozada, su rostro lleno de quemaduras a causa de el fuego.
A lo lejos vio como Min y sus hombres se acercaban a sus autos. Tendría que detenerlo a como fuera lugar.
—¡Min Yoongi!
Aquel grito hizo detener al mayor en seco.
¿Había sobrevivido? ¿Como?
—¿O debería llamarte Agust?
—Veo que...sobreviviste—dijo mientras giraba su cuerpo para enfrentarse a aquel joven.
—Para tu mala suerte, así fue.-respondió Hoseok.
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