Cuando un biólogo marino llega a su primera expedición en el mar Ártico, descubre a un joven tritón que se convierte en su descenso a la locura.
Dicen que el amor no siempre es racional, pero
¿qué tan correcto es enamorarse de una bestia?
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¿Qué es el amor? Aún en este punto de mi vida, no encuentro una respuesta clara.
Una vez hablé con un amigo, años después de que mi historia con Axl terminara.
Le pregunté si era posible amar sin conocer, porque yo seguía negando la idea de un romance con el tritón, sin saber nada relevante, no solo de él, sino de su especie.
Me dijo que era tan posible, como el hecho de haberme enamorado de Axl.
Amar sin conocer algo del otro es completamente normal, incluso en la vida cotidiana. El ejemplo fue el de los padres. Amé a mi padre mientras estuvo en vida, y lo hago aún, pero jamás lo conocí como persona, más allá de ser una autoridad para mí.
No hay una explicación, solo se siente, y así nace el amor, como un sentimiento repentino que puede ir más allá del raciocinio.
¿Qué tan mal estaba amar a Axl?
No buscábamos cumplir un deseo a través del otro, ni solucionarnos la vida. Solo estábamos juntos porque nos gustaba, más allá de no tener interacción como la conocíamos antes de encontrarnos por primera vez.
He reflexionado al respecto, y aún tengo problemas con admitir lo que sentí, aunque no a gran escala como en ese entonces.
Aquellos días, cuando aún cuidaba de él por su branquiomicosis, llegué a la conclusión de que necesitaba medicarlo para que pudiese recuperarse.
Solía hacerse con los peces, para combatir la infección, así como en casi cualquier animal.
En el botiquín, había una solución inyectable que contenía sulfadiazina, un antibiótico que servía para tratar infecciones en vías urinarias, lo cual sería común considerando las condiciones de vida en la cabaña.
Podría usarlo para Axl, solo debía darme una idea de la dosis, sin que atentara contra su vida.
Dado su altura, podía estimar unos 50 mg del medicamento, pero su peso es lo que me causaba conflicto. Su aleta era pesada a comparación del resto de su cuerpo casi aireodinámico, no estaba seguro de que pudiese soportar una dosis así.
Opté por 40 mg, esperanzado de que estuviese a salvo de intoxicarse.
Preparé la jeringa, mientras Axl estaba recostado en el suelo sobre su espalda. Se esforzaba por mantenerse despierto, y es que si dormía el día entero, por las noches ya no le daba sueño, y al parecer le estresaba mucho el quedarse aparentemente solo.
No podía prestarle atención si estaba dormido, y eso no le gustaba, solo por eso se obligaba a tener horarios de descanso similares a los míos.
Cuando su medicamento estuvo listo, me hinqué a su lado, para acariciar su cabeza.
Sonreí al ver sus ojos cerrarse de nuevo, tras un corto ronroneo.
En definitiva, cuando su cabello estaba limpio, se volvía adictivo tocarlo, porque se sentía suave. Tal como imaginaba que se sentiría al verlo exparsido debajo del agua.
