13 de Diciembre
Cuando finalmente abrí mis ojos aquella lluviosa mañana comprendí que sería la última. El día estaba colmado de penas. Traté de hallar un camino a seguir. Alguien con quién aliviar mi dolor, superarlo. Lastimosamente eso no ocurrió. Quizás fue el propio destino diciéndome que ya no había luz en el camino, no quedaba nada por hacer en mi vida. Mi misión ya había terminado y ya no había nadie a mi lado. Me levante de un salto de la cama, ya comprendía que no había pastilla o calmante que me detuviera a hacerlo. Era algo complicado y Fácil de hacer a la vez. Recuerdos de cuando había días de esperanza recorrían por mi cabeza haciendo alusión a que el fin estaba cerca. Observé la caja que yacía sobre mi escritorio desordenado, con todas las piezas que reconstruían mi ser, piezas de el que ya no tenían vida, fue cuando lo vi por última vez. El clavel de papel, su color ya estaba desteñido por el tiempo que había pasado, el rojo vivaz se había convertido en un rojo desteñido, algo que solo afirmaba que ya no tenía vida. En ese momento me di cuenta de que yo me había convertido en el clavel de papel, por más que lo pinte ya no cobraría ese rojo vivo de antes. La vida ya no tenía un significado por que seguirla. Observe la ventana, por donde tantas veces me escape y mis ojos estaban llenos de luz. Esta vez no me percate de bajar con cuidado. Todo término de una vez. La vela de mi habitación se apagó y esa fue la última vez que estuvo prendida.