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Los siguientes días, mientras sus padres se encontraban trabajando y las clases con María habían acabado, él se encontraba solo en su casa.
Como de costumbre desde que era un niño. Comenzó a
practicar en soledad. Comenzó balbuceando de a una palabra. Luego eso se convertiría en un susurro. Luego en una palabra dicha en voz baja. Y finalmente en una
palabra propiamente dicha. Luego intentó hablar varias
palabras de una sola vez. Eso se le dificultaba bastante. Pero al menos tenía la tranquilidad de estar hablando consigo mismo. Cualquiera que hubiera visto la escena se hubiera mofado. Un maldito idiota de dieciséis años, hablando solo, practicando hablar para hacerlo bien, cuando a todo el resto del mundo le
era algo tan fácil y natural. Pensaba que era patético.
Pero no dejó de esforzarse. Fue un proceso lento. Avanzaba un poco más día a día. Cuando finalmente logró hablar medianamente bien, decidió
llevar su entrenamiento un poco más lejos.

Se paró frente al gran espejo de su habitación, pretendiendo que su reflejo se trataba de cualquier otra
persona. Podía ver el miedo en sus ojos. Se quedó callado unos minutos. Pero imaginó la figura de Santiago en el espejo, por sobre su reflejo. Sonreía, mordiendo apenas su labio inferior.

—Vos podés Germán.

En su imaginación escuchó claramente a Santiago decir eso al otro lado del espejo. Okay. Finalmente estaba enloqueciendo. Pero es que él sabía que
probablemente esas serían sus palabras si se encontrara con él en ese momento. El reflejo producto de su imaginación se esfumó y volvió a estar frente a su peor enemigo.

Él mismo.

Apretó sus puños. Tomó una gran bocanada de aire y
miró su reflejo con expresión desafiante.

—¡Soy Germán Usinger y no tengo miedo! ¿sabés por qué? porque Santiago confía en mí y él me hace fuerte.— Exclamó.

Se alejó del espejo y se dejó caer de espaldas es su cama. Tenía la respiración agitada y su pulso temblaba. A pesar de sus persistentes nervios, sintió una oleada de orgullo recorrer su cuerpo. La auto superación
definitivamente se sentía de maravilla.

Al anochecer su madre llegó del trabajo y se
encontraba preparando la cena. Germán se dirigió a la cocina a tomar un vaso de agua. Se encontraba
vestido solo con pantuflas en sus pies y una toalla
ceñida en su cadera.
Él se encontraba seco. María lo observó.

—¿Te vas a bañar?–preguntó aunque fuera obvia
la respuesta.
Germán terminó de beber el líquido del vaso de vidrio y
la miró a los ojos.
—Sí –respondió y se dio media vuelta, retirándose del
lugar.
-Está bien, no voy a usar el agua caliente entonces –le dijo amable mientras lo veía irse.

Claudia siguió con sus labores de cocina. Tomó una
cucharada de su salsa y comenzó a probarla, pero de repente algo la dejó en shock haciendo que soltara la cuchara, que cayó el suelo, esparciendo parte
de la salsa. Un verdadero desastre. Pero no pudo importarle menos.
Volvió su vista a la puerta de la cocina por donde se había marchado Germán.

—­¿Sí? –Dijo en voz alta, porque su voz interna no era
suficiente para expresar su asombro.

Germán hacía ya muchos años que había dejado de usar esa palabra al tener un sustituto gestual.
En la sesión con Estela también ella pudo notar el
drástico cambio. Él respondía todas las preguntas luego de unos pocos segundos. Le dirigía de vez en cuando la mirada. No estaba usando gestos para
reemplazar palabras.
Tanto Estela como Claudia no podían salir de su asombro.

—Germán, amor, levantate–lo meció su madre por
encima de las mantas —tenemos que ir a la casa de los abuelos.

Ger estaba semi dormido, pero oír eso simplemente
le quitó todo rastro de sueño. En un movimiento brusco quitó las frazadas que lo cubrían y miró fijamente a su madre.

el chico de los CD's - santutu x unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora