Capítulo uno.

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                                                             A mi mamá, que aún                                                     le queda mucho por vivir

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                               A mi mamá, que aún
                               le queda mucho por vivir.

La cafetería estaba más llena que de costumbre. Mi teoría era que, con el frío que había atacado la tarde, a las personas se les había ocurrido la brillante idea de tomar un chocolate caliente.

—¿Ya pensaste que harás el sábado?

Me llevé la taza de café a la boca, sintiendo el líquido caliente bajar por mi garganta. Era una sensación agradable, teniendo en cuenta el clima. Hanni, mi mejor amiga, esperaba una respuesta, sin embargo, lo que saldría de mis labios no se acercaba ni un poco a lo que ella quería escuchar.

—Iré a casa de mis padres.

—¡Oh, vamos! ¿No puedes comportarte como una adolescente normal al menos en tu cumpleaños?—se quejó, a pesar de que habíamos tenido está conversación millones de veces.

—Dudo que los veinte se cataloguen como adolescencia.—repliqué, en un intento fallido de cambiar de tema.

—Hablo en serio, Ale. ¡En algún momento tendrás que salir de tu zona de confort, o acabarás ahogada en tu propia burbuja!

—Me gusta mi burbuja anti-sociedad.—mentí.

—¡Eso no es cierto! Desde pequeña sueñas con viajar y comprar recuerdos en los aeropuertos.

No era tan sencillo.

—¿Me acompañarás a comprarle un suéter a Bobby?

La expresión irritada de Hanni quedó opacada por una de entusiasmo. Aunque sospechaba que solo había dejado que cambiara de tema porque sabía que yo era un caso perdido.

—¡Claro! ¿Esta tarde?

—Me viene genial.—le devolví la sonrisa.

Nos terminamos los cafés mientras Hanni me contaba sobre unos nuevos vecinos en nuestro barrio, que al parecer, tenían antecedentes agresivos y problemáticos. ¿Cómo ella estaba al corriente de esas cosas? Fácil, y es que además de ser una cotilla, su padre es jefe de policía y tiene la manía de investigar a cada una de las personas que se acercan a su querida hija. A mi me parece algo invasivo, pero a Hanni nunca le dio mucha importancia.

Agradecí internamente por el calor que nos recibió al entrar a la tienda de mascotas. Le dediqué una sonrisa al encargado antes de ponerme a husmear en la zona de objetos para perros.

—Este le va a encantar.—afirmó Hanni, observando orgullosa el hueso de goma azul que sostenía entre sus manos.

—No es necesario que le compres nada, Han.

—Tu calla, ya me encargo yo de consentir a mi sobrino.

Seguí buscando entre algunas prendas caninas. Estaba tan concentrada en mi trabajo que cuando volteé a mostrarle lo que había elegido a Hanni, pasé una de las mayores vergüenzas de mi corta vida.

Cambios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora