i. sacos sucios de polvo y el atardecer de un nuevo comienzo

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El robo al banco de la ciudad había resultado infructuoso.

Los ánimos de la banda estaban por los suelos. Habían transcurrido ya once días desde su huida, sin permanecer más de una noche en el mismo sitio, durmiendo sobre sacos sucios de tierra y polvo en matorrales donde animales salvajes los acechan sin tregua.

A Johnny ya lo había mordido una serpiente, y Mark - de muy mala gana - tuvo que succionar el veneno fuera de su pierna.

Todo esto debido a que el asalto previamente planeado por unos meses tortuosos, donde Doyoung, el líder de la banda, había asignado tareas tan lamentables como entablar una falsa amistad con el viejo gerente del banco - quien acabaría asesinado después, que sorpresa - o vigilar los movimientos de los mal pagados guardias toda una noche.

La noche del asalto, nadie anticipaba que apenas irrumpieran en el banco, la ley no tardaría más de tres minutos en hacer presencia, rodeándolos con una veintena de oficiales al haber transcurrido los diez.

El giro del plan sucedió cuando, al forzar a uno de los gerentes a abrir la puerta, este había sacado un arma y apuntó a Jaehyun, quien, en un instante de desesperación, respondió con tres disparos. 

En medio del silencio nocturno, el estruendo del arma alertó a la oficina del sheriff casi de inmediato.

Con suerte de sobra y varios intercambios de balas, afortunadamente todos los miembros de la banda lograron huir sin mayores complicaciones, pero debieron dejar su campamento tirado, incluyendo varias de sus pertenencias.

Es innecesario recalcar que la culpa fue puesta sobre Jaehyun por ser quien apretó el gatillo, cuando habían tenido incontables charlas explicando que debían evitar el uso del arma a toda costa. Sin embargo, el pasado queda atrás, y tras una semana de tensiones y mal humor, decidieron dejar de culpar a Jaehyun y apreciar el dinero que sí lograron sacar del robo.

"Si sigues fumando así, no me sorprendería verte sacando humo por las orejas."

Al alzar la cabeza, Mark enseguida se topó con los ojos de Jeno, que daban la impresión de estar casi cerrados cuando sonreía. Sin decir palabra, Mark dio una última calada a su cigarrillo antes de arrojarlo a la tierra.

"No entiendo qué pretende Doyoung. Estoy harto de dormir en el jodido suelo con las hormigas trepando sobre mí." se quejó Mark con frustración.

Jeno se mantuvo en silencio mientras pisoteaba el cigarrillo ajeno para extinguirlo por completo.

"Acabo de hablar con él", comenzó mientras Mark se ponía de pie y sacudía la suciedad de sus pantalones. "Dijo que mañana por la tarde llegaríamos a un pueblo del sur, si mantenemos este ritmo."

Mark lo contempló un poco, pero acabó asintiendo y Jeno se fue a otro lado.

Él nunca había estado en el sur, aunque tenía conciencia de que Doyoung se crió allí, antes de convertirse en un forajido en sus años adolescentes.

Tal vez contaba con conocidos dispuestos a brindarles ayuda en ese pueblo, quizás darle un lugar para descansar que no fuera sobre la tierra. Pero, como era costumbre, la naturaleza perfeccionista de Doyoung no le permitiría presentar un plan a menos que estuviera cien por ciento seguro de su viabilidad y éxito.

Antes de poder fumar otro cigarrillo, Mark fue llamado. Pronto, se encontraba sobre su caballo, cabalgando junto a sus compañeros rumbo al sur.


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Tras horas soportando los quejidos de Johnny sobre cómo el sol le quemaba la espalda, la banda finalmente llegó a su destino. El pueblo daba la impresión de estar apartado del mundo, como descubrió Mark al divisar un imponente cartel de madera con las letras "Low Creek".

Moderaron el ritmo de su cabalgata para entrar. Un grupo de hombres desconocidos de aspecto un poco rudo - para no decir astroso - no pasaría desapercibido en un pueblito como aquel, y el líder de la banda insistía en la necesidad de mantener un perfil discreto.

Luego de un par de minutos, alcanzaron lo que parecía ser la calle principal. Varias miradas se posaron en ellos, y Mark procuraba evitar cualquier contacto visual.

Observó a Jeno, cuya atención estaba completamente centrada en Doyoung, este último mostraba una actitud vigilante. Nadie sabía qué planeaba hacer, pero nadie se atrevía a indagar, no ahora que todas las miradas parecían estar sobre ellos.

Habían pasado doce días desde su última visita a un pueblo, se habían privado de cualquier interacción social por temor a la ley o a los cazarrecompensas de su región.

Avanzaron un poco más hasta que Doyoung se detuvo frente a la oficina del sheriff, descendió de la montura y ató a su yegua justo en frente.

Mark miró a los demás con una expresión que oscilaba entre la confusión y el pánico. ¿Iba a traicionarlos? ¿Se iba a entregar? ¿Los iba a entregar?

Antes de que pudiera procesar todos los pensamientos que atravesaron su mente, Doyoung rompió el silencio con determinación, "Confíen en mí, sé lo que hago. No tardaré." Y justo así, se desvaneció tras la puerta.

Mark comenzaba a dudar sobre la cordura de su líder. Se apartó del camino y acercó su caballo al de Jeno, quien mantenía un semblante relajado.

"¿Tienes idea de lo que está tramando?" Le preguntó, luchando contra la incertidumbre que lo atormentaba. 

Jeno guardó silencio por unos segundos. Se aclaró la garganta y se acercó a Mark para hablar en voz baja. "El sheriff de este pueblo es hermano de su madre."

Ante aquella revelación, Mark se distanció de Jeno y observó en silencio a los demás, quienes no habían dicho ni una palabra. 

Era evidente que todos le confiaban la vida a Doyoung, una lealtad forjada a lo largo de años juntos, constituyéndose entre ellos como la única familia que conocían. 

Mark se acomodó sobre la montura y se dispuso a esperar la salida de su líder, quien no tardó más de diez minutos en asomarse por la puerta con una sonrisa encantadora y les indicó que pasaran, aliviando instantáneamente las tensiones del grupo.

Pronto, los caballos estaban atados, y se adentraron a la oficina. Era un espacio algo reducido, y se alinearon como pudieron frente al escritorio de madera. Tras él, un hombre de cabello platinado y una reluciente placa en su camisa los recibió.

"Aquí están. Mark, Jeno, Jaehyun, Johnny, en ese orden. Chicos, les presento a mi tío, Minho", anunció Doyoung con solemnidad. Intercambiaron saludos y apretones de manos, mientras Doyoung continuaba: "Como mencionaba, venimos del norte. Hemos estado viajando casi un mes por trabajo, de vuelta en nuestra región tuvimos algunos altercados con otros grupos de cazarrecompensas, y pensé en venir aquí."

"Indudablemente, hijo, la vida de cazarrecompensas es dura. Pero como bien sabes, este tranquilo pueblo apenas conoce agitación alguna" Tomó una pausa para beber algo de un vaso y se acomodó en la silla. "Permíteme hacer una propuesta. Investigaré algunas oportunidades de trabajo para ti y tus amigos."

Con una sonrisa afectuosa, el viejo se levantó y se aproximó a Doyoung, posando sus manos sobre sus hombros. "Tienes un gran parecido con tu madre, chico. Es como verla de nuevo. Vuelvan mañana por la tarde y les comunicaré si he conseguido un trabajo para ustedes. En caso contrario, podrían considerar trabajar como camareros".

El ambiente se llenó de risas, acompañadas por la carcajada del sheriff, seguida por la de Doyoung y el resto de presentes. Intercambiaron un último apretón de manos antes de abandonar la modesta oficina.

El sol comenzaba a ocultarse y Mark observó con anhelo el motel que había llamado su atención anteriormente.

Tras una breve conversación y el acuerdo de reunirse afuera del motel al mediodía siguiente, todos tendrían la oportunidad de disfrutar de una plácida noche de sueño en una cama, por primera vez en doce agotadores días.

Young Gun  ✮⋆˙  markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora