Historia Pausada

Capítulo dieciséis

Siete y media. Casa de Marcus.

Los llantos del bebé de Marcus despertaron a Gary y a Sebastián mientras que Sebastián dormía en el sofá y Gary en el sillón. Marcus vigilaba las ventanas con las cortinas cerradas y asomándose de vez en cuando, con la pared siendo su cobertura, mientras su esposa terminaba de calentar el desayuno.

—Yo voy—respondió Voyage yendo rápido a la habitación de su hijo.

—John McClane, cálmate, no hay terroristas afuera de la casa—respondió Rosa en tono burlón.

—Créeme Holly, tras lo de noche, es mejor vigilar—respondió siguiéndole la broma y entrando a la otra habitación.

—Al menos no entró dando una voltereta. ¿Muchachos qué quieren de desayuno?

—Un café muy cargado por favor—respondió Gary tronando su cuello ante ese sillón incómodo.

—Café y algo con azúcar por favor—respondió Sebastián casi cayendo del sofá.

—Kevin, desayuno para el nene—respondió sacando el biberón y dejando unas tostadas en la barra de la cocina—. Ahorita les preparo sus desayunos muchachos. ¿Durmieron bien?

—Más o menos—respondió Gary con los hombros tensos—. Apenas pudimos dormir, la buscamos por todos lados.

—Hasta la madrugada, estuvimos en la calles y ni rastro de ella. La tierra se la tragó—respondió Sebastián de mal humor.

Rosa les entregó el café a ambos.

—Tranquilo—respondió Rosa tomando la mano de Sebastián con un tono amable—. La van a encontrar, ella debe estar bien.

Kevin tenía a su hijo en brazos, con cuidado lo puso en su sillita para bebé para darle de comer. Rosa le pasó la avena a su esposo para que alimentara a su hijo. Rosa les entregó a ambos una pieza de pan dulce y volteó a ver a Gary.

—Gary, ¿verdad? Muchas gracias por haber ayudado a este par de locos y lamento cualquier molestia que te hayan causado siendo su conductor. Por cierto, Kevin, págale la gasolina al muchacho, ustedes dos lo hicieron manejar por horas.

—No, no, no hace falta—respondió Gary poniéndose nervioso.

—Luego le pago, lo que importa ahora es que quiero hablar con Voyage. Nadie amenaza a mi familia como si fuera un mafioso.

—Ejem—Sebastián respondió.

—Y a encontrar y a ayudar a la novia del simpático.

—Kevin...—regaño Rosa.

—¿Eres el novio de Mariet? Porque ella sólo me ha dicho que eres su amigo y su vecino.

—N-no lo soy, bueno, es linda, y me agrada, pero no, tal vez, si nos conocemos mejor...—respondió Sebastián poniéndose nervioso—. Espera, ¿no ha dicho algo más de mí?

—¿Nos podemos centrar por el amor de Dios? Me desesperan. Su departamento es la única opción que tenemos disponible, tal vez Mariet y él estén ahí.

—Momento, ¿por qué no llamas a la policía y asunto arreglado? Esto ya es nivel policiaco—preguntó Rosa volteando a ver a los tres.

—Porque uno de los ayudantes de ese tipo nos amenazó con no hacerlo...—respondió Sebastián—. Y él sí parecía mafioso.

—Tenía una foto nuestra casa a manera de amenaza, Rosa. Ahora no sé con qué clase de personas nos estamos involucrando, pero no quiero que les pase algo a ustedes dos, así que voy a terminar con esto definitivamente.