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Seis días, ocho horas y cuarenta y dos minutos, ese es el tiempo exacto que lleva Adam sin aparecer. Lo he llamado una y otra vez y es como si hablara a la nada. Ha habido momentos en los que llegué a pensar que la existencia de Adam era solo un sueño.

Estoy preocupada, demasiado preocupada y no tengo a quien preguntar, o con quien hablar sin que me tomen por loca. El aspecto que tenía era deprimente, parecía que estuviera a punto de morir.

Morir.

¿Los amigos imaginarios pueden morir? O ¿Siquiera están vivos?

Esta extraña situación me está enloqueciendo. Extraño a Adam, lo extraño tanto que, el dolor del engaño de mi ex pareja ya ni siquiera me importa. Daría lo que fuera porque regresara, quiero verlo aparecer de nuevo y que me vuelva a observar como lo hacía, o que me regale una de esas sonrisas ladeadas que me hacen temblar las piernas.

Durante esta semana he estado revisando nuestra historia y me he dado cuenta de que Adam fue mi primer amor. He estado enamorada de él desde que tengo memoria y no lo sabía. Ha sido mi mejor amigo, y si regresa, será mi amante. No se que nos deparará el futuro si iniciamos una relación, pero creo con firmeza que, sea como sea, apostaré por nosotros, me dan igual las adversidades a las que nos tengamos que enfrentar.

Tomo mi bolso y salgo de mi habitación para encontrarme a Oliver apoyado en la encimera de la cocina tomándose un café. Levanta sus grandes ojos marrones y me mira por encima de la taza, sus dedos empiezan a tamborilear suavemente sobre la fría superficie y se que es un indicativo de preocupación y enfado. Cree que he estado evitándolo toda la semana porque aun estoy dolida por el engaño de Frank, pero la realidad está muy lejos de sus suposiciones.

—¿A dónde vas?

—He quedado con una amiga. —respondo cortante.

—Emma... —Oliver deja su taza en el lavavajillas y pasa su mano por su pelo rizado, el claro signo de desesperación—... habla conmigo, por favor. Se que algo malo está pasando, se que no estas bien, confía en mí, soy tu hermano.

Mi barbilla tiembla mientras trato de contener las lágrimas, ¿cómo le explico que hace una semana estuve a punto de acostarme con un ser invisible y que creo que estoy enamorada de él? ¿Qué, mientras nos besábamos, desapareció y no he vuelto a saber nada de él? ¿Que estoy muerta de preocupación y que necesito saber de Adam con desesperación? ¿Qué me siento como si estuviera conteniendo la respiración desde hace una semana? ¿Qué estoy a punto de enloquecer de angustia por no saber nada de él?

—Estoy bien, lo prometo. —digo sin mirarlo, camino hasta la puerta y tomo las llaves del auto.

—¿Emma?

—Oliver, estoy bien, de verdad.

—No es eso, quería pedirte que me acercaras a un lugar. —Lo miro confundida, Oliver tiene su propio coche—. No me mires así, si te hubieses dignado a hablarme durante la semana sabrías que mi coche se descompuso.

—Claro, te llevo.

Salimos en completo silencio y bajamos las escaleras uno tras del otro. Llegamos hasta mi coche y Oliver me quita las llaves del auto, subiéndose al lado del conductor. Pateo el suelo, indignada, porque no es la primera vez que me hace algo así. Abro la puerta del copiloto y me subo, dándole una mala mirada. Él sonríe y enciende la radio dejando que la música rap salga por los altavoces, mi mueca de disgusto lo hace reír.

—Idiota. —murmuro sintiendo la rabia y la tristeza rivalizar dentro de mí.

—Por cierto, ¿A que amiga vas a ver?

—He quedado con Gaby en la cafetería francesa que....

—¿Gaby?

—Si, Gaby, mi amiga...

Escrito en las estrellas (ONC 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora