Bill había construido una media vida que llevaba siempre a rastras el nombre de Tom. Había creído que lo que había caminado no iba a dejar mucho rastro tras de sí, pero se equivocó cuando, después de tomar la decisión de terminar el semestre en la universidad, Rufus regresó también sabiendo que ya no tenía soporte ni nadie que pudiera defenderlo. Los rumores corrían rápido, y la versión de Tom fue la que todos decidieron creer. Por ello, y sin hacerse esperar, sus compañeros se hicieron cada vez más ajenos a él, e ir a la universidad estaba resultando ser algo que incomodaba mucho, casi dolía.
—Déjame ya, Rufus... ¡Suéltame! —El aludido se carcajeó, apretando más fuerte el puño con el cabello de Bill dentro. Lo acercó a su pecho, y al tenerlo a su merced, también le dio un empujón que le hizo caer de un tumbo al suelo. Usó sus manos para evitar que su rostro impactara contra las baldosas y el quejido que salió de sus labios fue impulsado desde su estómago, incapaz de ser contenido.
—¿Dolió? —Se burló Rufus, viendo cómo Bill se levantaba del suelo, sobándose las manos contra los muslos. —No sabes cuánto disfruto que ya no tengas a ese maricón como sombra.
Bill lo miró, serio. Quiso buscar algo que pudiera contrastar su rostro aflijido, pero estaba mudo. No podía decir que su pensamiento recurrente era el de extrañar a Tom, y no sólo porque, de alguna manera, también beneficiaba en el hecho de no ser siempre perseguido por él. Haber regresado a la universidad era algo de lo que se arrepentía, aún si era agridulce ver en el rostro de sus padres una sonrisa orgullosa.
—Pues bueno... otro que se da cuenta de que no vales nada. Ni para un acostón.
—Vete a la mierda. —Caminó a zancadas.
—El que se va a ir a la mierda vas a ser tú. Ven acá. —Lo apretó de sus brazos, haciéndolo trapalear en su dirección. Bill se quejó, oponiendo resistencia y sus rodillas cedieron a doblarse. —No recordaba lo bien que se sentía tener a un imbécil a mis pies.
—Eso es lo que Tom seguramente piensa de ti. —Atacó, con una sonrisa que se borró al instante en que los puños de Rufus impactaron contra su rostro, dejándole un quejido adolorido como respuesta, y otro más como amenaza.
—Billy... podrás decir lo que quieras, pero, de todos los hombres que Tollwut ha enamorado, tú has sido el único imbécil que, sabiendo que nunca va a cambiar, sigues esperando que regrese. —Se carcajeó ante la mirada confusa y ofendida de Bill. —Es que entiendo... eres una persona vacía. No sabes estar solo... normal.
Le atrapó el cabello con el puño y arrastró unos metros al frente, obteniendo los movimientos incómodos y fuertes de Bill, que intentaba escapar desesperado.
—¡No! ¡suéltame, Rufus! —Lo soltó y Bill se vio caer al suelo otra vez, pero ya no fue más agredido. —¡Imbécil!
Rufus levantó la mano, burlándose, y caminó a su lado, a zancadas largas, dejándolo completamente solo en ese pasillo. Las clases ya habían terminado, apenas podía escuchar el eco de la gente que se había quedado en las aulas para seguir con proyectos y estudios. Se levantó del suelo, sobándose los brazos, y se colgó la mochila a los hombros, volviendo a reproducir el pensamiento de que quería volver a dejar la escuela.
Sus padres habían hecho lo suficiente con apoyo económico y emocional. Habían estado a su lado en el aún corto proceso de superar, no sólo a Tom, sino a los embrollos en los que Tom lo había metido, como las drogas, los pensamientos tan destructivos, las autolesiones y el creerse que no podía ser feliz con nadie más. Sus amigos y familia estaban siempre cuidándolo, de no recaer en esas ideas y tampoco en regresar a la vida que lo tenía doblegado y herido.
Estaba siendo un proceso horrible, pero por fin estaba aprendiendo a tomar pequeñas bocanadas de aire, incluso si Tom pasaba por su mente mucho más veces de las que quería.
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SAUDADE.
FanfictionBill terminó con su vida el mismo día en que nació, tras una historia que no pudo proyectar sin dejar pedazos de sí mismo cada vez que la verbalizaba.