Dirty Diana

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El artista estaba preparado para el concierto de esa noche. Todo fue dispuesto para las dos horas de sus más grandes éxitos que le esperaba. Iba a hacer estremecer ese estadio de cincuenta mil personas con un show inigualable, de la misma forma que se acostumbró a hacer durante toda su carrera. Su esposa y él se alojaron en el mejor hotel de la ciudad, donde incluso en la suite ubicada en la parte más alta del edificio, se podía escuchar el clamor de los fans que los esperaban abajo.

Al otro lado de la ciudad, Diana también se preparaba para el concierto. Nadie nunca supo cómo conseguía pases a camerino siempre que ese artista venía a la ciudad, ya que eran un lujo que alguien con su condición económica no se puede dar; además de que se agotaban rápido, así que terminaron por asumir que era una groupie y por naturaleza ese tipo de mujeres regaladas hacen lo posible para poder ver a sus ídolos. Era joven, esbelta, carismática y trabajaba de mesera en un restaurante local para poder vivir.

Diana salió con la remera que compró en el concierto pasado, un short que hacía ver sus moldeadas piernas y las botas más cómodas que tenía. Con ella llevaba solo su pase, la entrada, el dinero suficiente y las llaves de su apartamento. Nada podía quitarle la sonrisa del rostro esa noche: iba a encontrarse una noche más con esa persona a quien amaba.

Cuando llegó hizo lo de siempre: esperar que las otras fans entraran, tomaran sus fotos y hablaran con el cantante hasta que se acabara el tiempo y las echaran para que él se fuera a alistar. Sólo así ella podría entrar y estar a solas con su amante sin preocuparse de que ellas o la prensa se enteraran de la verdad y de quien se interponía en el matrimonio de una de las parejas más amadas de Hollywood. Las miró a cada una de las que entraban ansiosas como niño en una tienda de dulces, de seguro creyendo que quien aguardaba adentro por ser su ídolo era alguien con una vida perfecta. "Si tan solo supieran la verdad" Diana pensó.

Checó su reloj y vio que ya era hora. Todas salieron a montones, unas sonriendo, otras llorando, y otras con cara de no poder creer lo que acababan de vivir. Diana se disponía a atravesar la puerta cuando sintió como el guardia de seguridad la agarró del brazo y no le permitía avanzar.

–Suéltame y déjame pasar. –dijo, dirigiéndole una mirada amenazante.
–Ya pasó el tiempo, debió entrar antes señorita. –Contestó él sin inmutarse.
–Tú no sabes quién soy yo. –Ella, con su metro sesenta y cinco de estatura, tenía un tono de voz que lograba ser tan intimidante como él que medía casi dos metros.
–Efectivamente, no lo sé. Ahora váyase.

Había sido contratado el viernes pasado, y realmente no tenía idea de quien era esa joven que, indignada y humillada, se disponía a irse. Iba despotricando por el camino y cuando ya casi tenía el pie en la calle escuchó esa voz familiar con la cual había soñado todo el mes.

–Diana, por favor disculpa a David, es nuevo en esto. Vuelve.

Se dio la vuelta y ahí estaba ella, la esposa del cantante, igual de hermosa como la recordaba y usando ese vestido azul que tan bien le quedaba. Ella le sonrió, y en ese momento sintió como toda la ira de su cuerpo se desvanecía. Tomó su mano y ambas caminaron juntas al camerino.

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⏰ Última actualización: Jun 28, 2015 ⏰

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