MI VIDA ERES TÚ

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Seiya estaba sumido en una tormenta de emociones, su corazón latía con una mezcla de frustración, amor y desesperación. No podía sacarse de la cabeza la idea de perder a Saori. El Olimpo la llamaba, su hermano Apolo la reclamaba como la diosa que era, pero Seiya no podía aceptar ese destino. ¿Cómo podría vivir sin ella ahora que conocía la verdad? Sabía que su amor por ella lo había sostenido durante todas las batallas, pero ahora que Saori también lo amaba, el dolor de una posible separación era insoportable.

Durante tanto tiempo la había visto como alguien inalcanzable, una diosa sobre la que él no podía aspirar a más que ser su protector. Sin embargo, los últimos días juntos habían cambiado todo. Ella, la misma Saori que de niña era mandona y caprichosa, había luchado no solo por su misión divina, sino también por su amor por él, aunque Seiya nunca lo había notado. Ahora lo entendía todo, y no podía evitar sonreír con amargura al recordar cómo la había detestado por ser quien era. Pero ese desprecio infantil se había transformado en una devoción profunda y un amor que lo consumía. Saori lo amaba, y él, que había dado su vida por ella tantas veces, no la dejaría ir sin luchar, incluso si eso significaba enfrentarse a los dioses mismos.

Las manos de los guardias de Apolo lo mantenían firme, pero Seiya sentía su cosmos arder como fuego dentro de él. Cada segundo que pasaba, la rabia crecía. ¿Cómo podían esos guerreros, apenas imitaciones de los caballeros dorados, creer que podrían detenerlo? Su cuerpo temblaba, no de miedo, sino de la furia que lo consumía. Las imágenes de Saori volvían a su mente: su sonrisa suave, su toque delicado cuando le confesó su amor. No podía perderla.

Seiya apretó los puños, sintiendo el calor de su cosmos expandirse desde su pecho hasta sus extremidades. Podría acabar con esos guardias en un instante. Sabía que tenía el poder para derrotarlos, eliminar cualquier obstáculo que se interpusiera entre él y Saori. La idea de tomar a Saori en sus brazos y huir lejos, a un lugar donde los dioses no los pudieran encontrar, cruzó por su mente. Quizás podrían vivir una vida tranquila, sin el peso de las guerras y las expectativas divinas. ¿Por qué no? En ese momento, nada parecía más atractivo que escapar con ella, donde nadie pudiera separarlos.

Los guardias lo miraban con frialdad, completamente ajenos a la batalla emocional que se desataba dentro de él. "No puedes entrar," le dijo uno de ellos, su tono firme pero neutral, como si estuviera hablando con alguien muy por debajo de su nivel.

"Quítate del camino," gruñó Seiya, sus ojos ardientes y fijos en la imponente puerta de la sala de Apolo. La furia que bullía dentro de él era casi tangible, su cosmos comenzaba a brillar, haciendo que los guardias retrocedieran un paso, sintiendo la intensidad del poder que emanaba del caballero.

El caballero de Pegaso sabía que podría derribarlos en un abrir y cerrar de ojos. Lo había hecho antes, había enfrentado enemigos mucho más poderosos que esos guardias. Pero algo lo contenía. Saori no aprobaría una masacre innecesaria. Incluso si su vida pendía de un hilo, ella siempre había sido la voz de la razón en su mundo de caos.

 Incluso si su vida pendía de un hilo, ella siempre había sido la voz de la razón en su mundo de caos

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