Presagios ©

Prólogo

El frío aire de la noche cayó sobre ella como un balde de agua helada. Con un jadeo desesperado Hee se levantó, había aparecido en medio de una carretera desolada, tirada en el asfalto.
No tenía idea de dónde estába, ni por qué, solo era conciente de una desagradable sensación en la nuca que le indicaba que volteara, pero no quería, llamenla cobarde, pero a juzgar por los escalofríos que le recorrían el cuerpo, nada bueno se encontraba detrás de ella.

—Voltea.

La voz era suave, pero firme, como alguien que exige por qué sabe que puede y que da por sentado que todo el mundo va a obedecer. Pero había algo más, un eco espectral detrás de sus palabras que hacía que a Hee se le congelara la sangre.

—Hazlo— insistio la voz. Soltando un suspiro tembloroso, la chica se dió lentamente la vuelta, y el aliento se le escapó cuando logro visualizar a la figura que se encontraba en la oscuridad de las penumbras.

La espalda de piel pálida y músculos que parecían esculpidos en una figura de mármol no fue lo que le llamo la atención, si no las enormes alas negras que se extendían como sombras sobre el.
La fantasmagórico voz no paro, pero aunque susurraba, Hee lo sentía como gritos, una y otra vez se repetia el mismo membrete —eras tu— la chica se cayó de rodillas en el cemento cuando las palabras se convirtieron en un pitido chirriante en su cabeza —eras tu— dejo escapar un grito de dolorosa frustración y se llevó las manos a las cabeza.

—¡Eras tu!

Cuando Hee logro enfocar la mirada, solo podía fijarse en unos ojos oscuros, como nada que hubiese visto nunca, que la miraban furiosa.

Luego todo se convirtió en remolino de confusión que le quitó el aliento.
Cuando despertó tenia el cabello oscuro pegado en la frente, y el corazón acelerado como si hubiese corrido un maratón.

Miro a las desoladas sombras de sus habitación pensado: ¿Que carajos?