Capítulo XLI

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Andreas había pasado más de la mitad de su vida en hospitales

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Andreas había pasado más de la mitad de su vida en hospitales. Al ser su madre una enfermera consagrada, desde muy pequeño estuvo merodeando en los pasillos y de cierto modo, esa infinidad de visitas al trabajo de su progenitora eran una de las cosas que lo habían hecho tomar la decisión de ser doctor.

Estaba tan acostumbrado al pitido de las maquinas, al olor a desinfectante, al movimiento silencioso del personal y la intensa luz incandescente, que en ningun momento se percató de que esas cosas, en realidad existían. Para él, solo eran parte natural del entorno, y nunca le importó si estaban allí o no.

Sin embargo, la situación cambió por completo cuando se encontró del otro lado de aquella delgada línea divisoria, que separaba a los doctores de los familiares de los pacientes.

Los pitidos de las maquinas que mantenían con vida a Leslie le generaban contradictorios sentimientos. Por un lado, la esperanza palpitaba en su pecho, mientras ese sonido siguiera intermitente, su corazón seguía latiendo; mientras que, por otro lado, el molesto repiqueteo solo le recordaba lo delicada que se encontraba su novia.

El olor a desinfectante comenzaba a generarle nauseas, al no tener nada que hacer más que esperar a que su chica despertara, su mente divagaba en pensamientos invasivos que le recordaban a la lejía y muerte. El aroma solo lograba que imaginara a Leslie en la morgue.

Ver como el personal entraba y salía de la habitación cada hora, como tocaban y evaluaban el cuerpo inerte de la mujer que amaba, solo despertaba impotencia en su interior. Estaba frustrado, desesperado y sobre todo agotado.

Y la molesta luz incandescente, estaba a punto de quemarle las retinas. Andreas pensó que cuando recuperara a Leslie, el tiempo de terror finalmente acabaría, pero se equivocó garrafalmente.

Si bien no había dormido las casi dos semanas que Leslie estuvo en cautiverio, nunca se imaginó que pasaría dos semanas más de vigilia en espera de que despertara o mejorara.

Figliolo, ¿por qué no descansas un rato?

La voz de Alessia, su madre, lo hizo incorporarse de un salto. Había estado a punto de quedarse dormido con la cabeza enterrada entre su brazos, mientras tomaba la mano de Leslie.

—No estoy cansado —mintió.

—Andreas Michelle Barbieri Russo, atravesé el océano atlántico solo para apoyarlos en este momento. Necesitas dormir, darte una ducha y comer algo, déjame cuidar...

—¡Non me ne vado, dannazione! —siseó, haciendo un enorme esfuerzo por no levantar la voz.

Alessia dio un paso atrás, era la primera vez que su hijo le hablaba de aquella manera.

—Entiendo que estás pasando por un mal momento, pero Leslie no querría esto —dijo en italiano, inhalando profundo antes de ponerle una mano en el hombro.

El ocaso entre nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora