Una falsa cordialidad

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Fyodor estaba sentado en su estudio privado, sumido en sus pensamientos. La imagen de Atsushi escuchándolo tocar el chelo no dejaba de dar vueltas en su cabeza atormentándolo.

Pero sacudió la cabeza enfadado, apartando esos peligrosos pensamientos. Atsushi era solo un medio para un fin, nada más. Una vez obtenido lo que necesitaba, el insignificante albino dejaría de serle útil.

Se puso de pie bruscamente y comenzó a pasearse por la habitación. Repasó mentalmente su plan, forzándose a ver a Atsushi solo como un objeto, despojado de toda emoción o humanidad.

Si se permitía sentir afecto por el chico, pondría en peligro su ambición. No podía arriesgarse a que su corazón se ablandara. Tenía que mantener la distancia emocional, tratarlo con crudeza para que no despertara su compasión.

Sí, eso es lo que haría. Redoblaría su odio, se aseguraría de que Atsushi temblara de miedo a su presencia. Así no existiría riesgo de que sus planes se vieran entorpecidos por la lástima.

Con esta determinación, Fyodor serenó su mente. Sentía el gran poder que pronto tendría entre sus manos, y nada ni nadie se interpondría en su camino. Ni siquiera los ojos inocentes de Atsushi con su maldita capacidad para hacerlo dudar.

Nikolai pateó la puerta de su habitación con fuerza, haciendo resonar las paredes. Cómo se atrevía ese molesto mocoso a entrometerse entre él y Fyodor,SU Fyodor. Había estado a su lado en las buenas y en las mala. Y ahora ese albino insolente estaba desplazándolo.

Se detuvo frente al espejo, observando su reflejo con desprecio. ¿Qué tenía ese chiquillo albino que él no? Era joven y delicado, sin ningún atributo particular más que su inusual apariencia. Golpeó el espejo con los puños, agrietando la superficie. Odiaba sentirse impotente, odiaba que ese miserable criajo estuviera alterando sutilmente el frágil equilibrio que tanto le había costado establecer.

No, ese mocoso no era más que una molesta pulga. Pero él, Nikolai, había derramado sangre por Fyodor, arriesgado su vida mil veces. Al azabache solo le hacía falta abrir los ojos para darse cuenta de lo valioso que era.

Nikolai era inteligente, astuto, ambicioso. Había desempeñado un papel clave en todos los planes de el azabache hasta ahora. Sabía demasiados secretos, había estado involucrado en demasiados crímenes como para ser descartado tan fácilmente. O Atsushi desaparecía, o Nikolai encontraría la manera de deshacerse de él para siempre.

Se detuvo en seco en medio de sus pensamientos. Sonrió con malicia al percatarse de un importante detalle.

Recordó la última mirada que Atsushi le dirigió antes de alejarse. Había detectado el miedo en sus ojos, pero también la determinación de un espíritu que no se daría por vencido fácilmente.

Sin embargo, podía ver entre las líneas. Atsushi no deseaba realmente estar allí, encerrado en este castillo de horrores. Estaba asustado, desesperado por escapar.

-Eso es...-, murmuró para sí. Si lograba empujar al chico al borde, hacer que creyera que su vida peligraba, seguramente intentaría escapar.  Una sonrisa torcida se dibujó lentamente en los labios de Nikolai. Haría creer a Atsushi que su única salida era escapar corriendo, consumido por el pánico y el horror. Entonces el chico haría el trabajo sucio por él, alejándose para siempre.  Y una vez fuera de la protección de Fyodor... sería pan comido deshacerse de él para siempre.

Pero primero debía asegurarse de que el azabache lo olvidara por completo. Debía hacerle creer que Atsushi lo había engañado o traicionado de alguna manera. Sí, eso iba a funcionar. Fyodor ni siquiera pensaría en el albino luego de que Nikolai terminara con él.

Se dirigió hacia las habitaciones con paso decidido. Llegó frente a la de el albino y abrió la puerta de golpe, colándose al interior antes de que el pestillo cayera.

El sonido repentino sobresaltó a Atsushi, quien saltó de la cama asustado, llevándose una mano al pecho con el corazón acelerado. Sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver a Nikolai.

-Vaya, no quise asustarte pequeño - dijo el ucraniano con una sonrisa encantadora—. Venía a disculparme por mi comportamiento anterior

El menor tragó saliva pero asintió, intentando calmar su acelerado corazón. El ucraniano vaciló antes de seguir hablando.

-Para romper el hielo entre nosotros, tenía una idea. ¿Qué te parece si jugamos un juego? Uno simple para pasar el rato

El menor desconfiaba profundamente de Nikolai, sin embargo no quería empeorar las cosas rehusándose. Asintió brevemente, aguardando escuchar de qué se trataba.

-¡Excelente! Es fácil, solo debes huir y esconderte de mí por la mansión. Si te encuentro, pierdes. ¿Qué dices, nos divertimos un poco?



Destinados a amar, destinados a caerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora