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—¿Es en serio Mauricio? Casi acabo de dormirme y ¿ya estás tocando con tanto ímpetu? —camino a paso lento hasta la puerta, casi a tientas por lo cerrados que tengo los ojos. Y es que el sueño se niega a soltarme, dos noches de pasar sueño y con un cansancio extremo como el que siento me están pasando factura.

Abro la puerta sin siquiera detenerme a ver quién está detrás de ella, tampoco me detengo a saludar, dispuesto a volver a la cama sin importar lo que mi mánager deba decirme.

—Hay mate en la cocina, come algo y déjame dormir veinte minutos más —digo en tono cansado, a punto de entrar a mi habitación.

—Ya son las siete de la mañana Lionel, me prometiste un desayuno —escucho en respuesta y mi espalda se tensa.

Mi lobo despierta por completo y al fin noto el aroma en la habitación: vainilla y mango dulce. Me giro en redondo, ya completamente despierto para encontrarme con su mirada. Apenas estoy vestido, y aunque hemos tenido sesiones de fotografía en poca ropa, además de haber sido pareja por mucho tiempo, me incomoda que me vea así.

—Erika, ¿qué haces aquí? —no es mi intención sonar tan calmado, la sangre me corre hasta el cerebro a gran velocidad por lo molesto que me siento, pero no puedo salir de mi sorpresa para expresarlo.

—Ya te lo dije, prometiste llevarme a desayunar. Veo que no estás vestido y, aunque no me importa, no creo que sea una buena imágen para los del restaurante.

Bufo sin siquiera responder y vuelvo hasta mi habitación, dejándola parada en medio del pasillo. Me cambio sin demasiada prisa, poniéndome unos simples shorts deportivos y una camiseta de algodón.

—Vamos, quiero acabar con esto rápido —digo al pasar por su lado, tomando mis llaves y saliendo primero que ella, esperando que me siga para poder cerrar.

—Hace un lindo día ¿no crees? —pregunta con esa sonrisa de siempre mientras camina muy pegada a mí, cosa que me molesta y evidencío al separarme, pero parece no entenderlo, porque vuelve a pegarse a mi costado.

Una vez en el ascensor me pego a la pared contraria de la suya, teniendo al fin un momento de paz.

—Sabes que no muerdo ¿no? —pregunta en tono divertido al verme tratar de ignorarla.

Mantengo mi vista fija en los botones del ascensor al darme cuenta de que he olvidado mi celular.

—Escucha Erika, —mi tono es poco amable, pero calmado. Me giro hacia ella para verla a los ojos mientras continúo—, te lo dije y lo repito porque pareces no entender que hablo en serio: no me interesa volver a relacionarme contigo, ¿bien? Estoy en una relación estable con alguien a quien amo, así que puedes estar segura de que tus acercamientos, lo único que hacen, es molestar.

—Ya veo... —responde sin perder la sonrisa, recargando su cuerpo contra la pared —. ¿Seguro de que estás bien? Porque una relación tóxica en la que no se te permite tener amistades no es el camino a la felicidad.

Eso me hace rodar los ojos y bufar, girándome hacia la puerta de nuevo, listo para salir en cuanto se abren las puertas.

Afuera hay más gente de la usual a esta hora, pero nadie me presta demasiada atención, así que camino a paso rápido sin preocuparme por ver si Erika me sigue el paso.

Llego a una cafetería bastante popular en la que he desayunado un par de veces.

—¡Es muy linda! Me encantan los detalles de la madera rústica, veo que todavía sabes lo que me gusta —dice en tono agudo, colgándose de mi brazo.

La hostess nos recibe con una ligera mueca de asombro que oculta rápidamente detrás de una sonrisa amable y su saludo de bienvenida, llevándonos hasta una mesa en el balcón del segundo piso, justo como Erika se lo pidió.

❀ My Dear Sunflower ❀ 𝑀⃪𝑒⃪𝑠⃪𝑠⃪𝑐⃪ℎ⃪𝑜⃪𝑎⃪ ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora