La interrupción y petición de Raenari mantuvo a todos los presentes entre una extraña incertidumbre y sorpresa.
Kali le miró con rostro confuso al mismo tiempo que cabeceaba hacia su padre con intención de denegar la petición de su conocida pelirroja.
—Raenari —llamó el emperador—, no has sido capaz de traerme a ese dominante fugitivo, pero sin embargo, quieres que te confíe a estos dos. ¿Acaso sabes a quién tenemos ante nosotros?
—Si, lo sé mi señor —contestó respetuosamente la soldado—. Se trata del último dominante de los Miria, precisamente por eso quiero interrogarlos en los calabozos junto a mis hombres, para sonsacarles información sobre su compañero perdido, pues podría tratarse de alguien importante.
Renoir permanecía inmóvil, su rígida postura cabizbaja dejaba entrever lo impactado que estaba ante la situación.
El rostro sereno del emperador se tornó, por un instante, aliviado y reconfortado.
—Está bien Raenari, puedes llevártelos —permitió acomodándose en su trono.
El canciller Kálion se levantó de su asiento poco después, saliendo por la puerta lateral de la sala del trono.
Kali hizo una mueca de incomodidad y asombro.
Pero, padre —intervino el heredero—no puedes dejarlos con ella.
Takhor le dirigió una mirada intimidante, suficiente para que su hijo callase y marchase de la sala con aires prepotentes.
Mientras marchaba de la sala se cruzó con Raenari, a quien miró recelosamente de reojo.
La pelirroja ayudó a levantarse a los prisioneros quedándose unos segundos de más para observar los cerúleos ojos de Renoir, ojos que le confirmaban su naturaleza, una naturaleza que a ella le era familiar.
Con cierta premura, Raenari marchó hacia los calabozos de Faenforn junto a los prisioneros, llevándolos atados junto a una patrulla de guardias imperiales.
Kali paseaba con furiosos andares por el rellano del palacio, cuando vio a Raenari de nuevo, esta vez saliendo de la sala del trono junto a los prisioneros.
—Enturbiada está la mente de vuestro padre —susurró una voz aterciopelada.
Kali la percibió detrás de él, e inclinó su cabeza sutilmente para captarla con atención.
—Debéis ser vos quien asegure nuestra prevalencia.
Dijo la misteriosa voz antes de ser interrumpida por apresurados andares, andares por los que Kali se giró con rapidez, logrando entrever la capa que portaban los cancilleres imperiales escondiéndose detrás de una columna que marcaba la intersección a la sala del trono.
Solo con ver aquella capa ya sabía que se trataba de Kálion, el canciller imperial estratega, conocido como el "listo" por su astucia, y aunque no lo soportaba por el control que ejercía sobre su padre, Kali sabía que estaba en lo cierto, debía actuar.
Mientras tanto, en la oprimida guarida de los rebeldes, Aja, Óbregon, Dárion y algunos rebeldes más se reunieron en el subsuelo para aclarar el plan de rescate.
—Recordad —apuntó Aja—, solo tendremos una oportunidad, así que todo debe funcionar.
—Aja —preguntó el líder rebelde—; ¿Estás completamente segura de que esos prisioneros son de fiar?—sus oscuros y desconfiados ojos miraron con preocupación a la joven.
—Óbregon, esos prisioneros, me salvaron, me acogieron...son buenas personas —respondió la joven con determinación.
—Bien —añadió Dárion—, yo confío en ellos, no pueden ser amigos tuyos y no ser de fiar, después de todo, tú nos has ayudado mucho aquí. Deberías marchar, ya casi es la hora—concluyó el segundo al mando mientras avistaba las señales de Wurdon en la entrada del subsuelo.
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A.R.C.A.N.U.M
Fantasy"¿Cuál es el motivo de la violencia? ¿Qué es lo que nos impulsa a matar, a sufrir? La ira, la traición, la sangre, los linajes, el poder. Sin embargo, también hay motivos inocentes: los sueños, la vocación, la lealtad, la protección, el amor". Sumé...