En la mañana, el desayuno de intercambio de regalos tuvo lugar. La familia Targaryen se reunió para desayunar juntos y darles a los futuros esposos, Daeron y Joffrey, varios regalos. Desde armas, libros y joyas. La Reina Alicent le da al futuro esposo de su hijo unos pendientes de esmeralda, Joffrey finge una sonrisa ante el regalo.
-¡Que hermosos pendientes! -exclamó
Joffrey, tratando de ocultar su desagrado- Muchas gracias por esté maravilloso regaló, Reina Alicent.-Me alegró de que te hayan gustado... los mandé a hacer especialmente para ti.
Joffrey sonrió, el sabía perfectamente que eso no era cierto.
Daeron observa la interacción con una ceja levantada, sabiendo que Joffrey no aprecia realmente el regalo.
-¿Y qué me has traído a mí, madre? -pregunta Daeron, tratando de desviar la atención.
Alicent le entrega a Daeron un antiguo libro de la religión de los siete, heredado de generaciones pasadas.
-Este libro perteneció a tu bisabuela, espero que lo encuentres interesante -dice con una sonrisa.
Daeron examina el libro con curiosidad, admirando las antiguas ilustraciones y las páginas desgastadas por el tiempo.
-¡Es increíble! ¡Gracias, madre! -responde Daeron, genuinamente emocionado por el regalo.
Mientras tanto, Joffrey se siente incómodo con la situación. No le gusta la idea de casarse con Daeron, pero sabe que es un matrimonio político necesario para unir a sus dos familias.
[...]
Joffrey se miró en el espejo con admiración, observando cómo el vestido de novia le quedaba perfectamente. El vestido era de color marfil y estaba finamente decorado con bordados de oro y piedras preciosas. Se sentía como una princesa de cuento de hadas.
De repente, su madre entró en la habitación y le dijo que se veía hermoso de blanco. Con delicadeza, le colocó un collar de diamantes alrededor de su cuello bonito y delicado.
-Este collar era de mi madre Aemma y ahora te pertenece a ti, Joffrey -dijo con voz suave- El día que naciste pensé que tú eras el indicado para portarlo, ahora se que tenía razón.
-Gracias por todo, madre.
Rhaenyra sonrió con alegría y le dio un abrazo.
-Siempre estaré aquí para ti, mi querido hijo. Tu y tus hermanos son mi luz y mi alegría, y siempre los amaré.
Joffrey se sintió abrumado por el amor y la ternura de su madre. Sabía que, pase lo que pase, siempre tendría a su madre a su lado, apoyándolo en cada paso del camino.
-¿Estás listo, Joffrey? -preguntó Daemon parado en el umbral de la puerta con los brazos cruzados.
-El está listo -respondió rhaenyra limpiándose las lágrimas que amenazaban con caer.
Daemon se acercó y tomó a Joffrey del brazo.
-Como tu padre yo seré quién te acompañe hasta el altar.
Caminar desde el Torreón de Maegor y bajar los serpenteantes escalones hasta el patio central y el castillo tomó más tiempo de lo habitual. Era difícil caminar con el vestido de novia. Mientras caminaban Daemon lo miró fijamente y le dijo:
-Aun estás a tiempo de huir, Joffrey. Si me lo dices ahora puedo enviarte muy lejos, donde nadie te encontrará.
Joffrey suspiró, estaba resignado a cumplir con su deber y enorgullecer a su querida madre.
-Mi decisión ya está tomada, hoy me casaré con Daeron -dijo con tono serio mirando hacia el septo real.
Daemon se quedó en silencio por un momento, absorto en sus propios pensamientos.
-Como tu desees.
[...]
Daeron caminaba nerviosamente hacia el altar con un séquito detrás de él, miraba a su alrededor con cuidado y vio que el salón del septo estaba lleno de caras desconocidas, personas que nunca había visto en su vida estaban ahora en su boda. Miró a su padre, El rey Vicerys estaba sentando en la primera fila de la izquierda, tenía una ligera sonrisa en su rostro. Suspiró aliviado cuando llegó al lado del Septón.
-¡Joffrey Velaryon! -anunciaron. Las puertas se abrieron, dejando entrar al omega que tomaba del brazo al esposo de su madre, el príncipe Daemon. Todos los ojos se posaron en él, admirando su belleza y elegancia. Joffrey caminó con paso firme hacia Daeron.
Daemon dejó a Joffrey en sus manos y le dedicó una sonrisa, una acción que lo desconcertó.
Se formularon los siete votos, se invocaron las siete bendiciones y se intercambiaron las siete promesas. Una vez terminó la canción nupcial y nadie se alzó para impedir el matrimonio, llegó el momento del intercambio de capas.
-Puede cubrir a la novia y ponerla bajo su protección.
Daeron desabrochó rápidamente su capa con los colores de la Casa Targaryen, mientras Joffrey se giraba y permitía que su tío desabrochara la capa de doncella y colocara su capa sobre sus hombros.
Se tomaron de las manos y volvieron a mirar al Septón.
-En presencia de los Siete, yo enlazo estas dos almas, uniéndolas para la eternidad. Mírense el uno al otro y digan las palabras.
-Padre herrero guerrero. Madre dama anciana extraño. Yo soy de ella y ella es mía. Desde este día hasta el último de mis días -dijo Daeron mirándolo a los ojos.
-Padre herrero guerrero. Madre dama anciana extraño. Yo soy de él y él es mío. Desde este día hasta el último de mis días
-repitió el omega.-Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como mi señora y esposa.
Daeron cerro los ojos y depósito un beso casto en los labios del omega.
-Aquí, ante los ojos de los dioses y los hombres, proclamó solemnemente a Daeron de la Casa Targaryen y a Joffrey de la casa Velaryon marido y mujer, una sola carné, un solo corazón, una sola alma, ahora y por siempre, y maldito sea quien se interponga entre ellos.
Luego del beso, el Septón dio la ceremonia por terminada.
Los dos se miraron fijamente. Mientras la sala estalló en aplausos y vítores, celebrando la unión de los dos jóvenes príncipes. Juntos caminaron por el pasillo central del septo real y las personas les arrojaban granos, semillas y flores. Algunos gritaban, otros lloraban y la multitud les aplaudía.
Mientras caminaban hacia la Fortaleza roja, Daeron no pudo evitar sentir una sensación de inquietud sobre su futuro. Nunca se hubiese imaginado casándose con alguien, y mucho menos con su propio sobrino. Pero mientras miraba a Joffrey, no podía negar la chispa de atracción que sentía hacia él.
Joffrey, por otro lado, está lleno de sentido del deber y determinación. Sabía que su matrimonio con Daeron no se trataba de amor, sino de asegurar alianzas y garantizar la estabilidad del reino. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para cumplir su papel de príncipe.
Continuará...
NOTAS :
-Los omegas hombres en Westeros son considerados iguales a las mujeres por su capacidad para dar a luz. Osea reciben el mismo trató que el de las mujeres.
-¿Que creen que les depare el destinó a Joffrey y Daeron? Bueno, les daré un pequeñísimo spoiler: Quien sufre más aquí es Daeron.
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𝐔𝐧 𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐒𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 𝐑𝐞𝐚𝐥
FanficEl rey Vicerys decide casar a su hijo menor Daeron con su nieto Joffrey para fortalecer los lazos de su familia y asegurar el futuro de la casa Targaryen.