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Ger dio un largo y pesado suspiro antes de ingresar
al local ese día.
Nadie podría predecir que ocurriría.
Largos ratos practicando cantar mientras se
encontraba solo en su casa. Ataques de frustración.
Malestares estomacales debido a los nervios. Pérdida del sueño. A veces parecía un sinsentido lo mucho que estaba esforzándose para lograr tal estupidez, pero
inmediatamente recordaba el rostro sublime de Santiago, y lo que significaría para él y parecía ser la cosa con más sentido del mundo.

Divisó a Santiago atendiendo a un cliente. Espero a que
terminara su labor y lo saludó.

—¿Todavía querés hacerlo? –preguntó él. Su expresión
tenía una sonrisa, pero no había que ser ningún genio para saber que se derrumbaría en caso de obtener un no por respuesta.

-Sí –dijo algo tímido. No era momento de retractarse.

Santiago sonrió, mordiendo su labio inferior. Tratando de ocultar una parte de su enorme felicidad.

—Vení –dijo tomando suavemente su mano y
comenzando a jalarlo sin ser brusco.

No ingresaron en la pequeña habitación detrás del
mostrador como era usual. Sino que se dirigieron al fondo.
A un depósito.
Repleto de cajas enormes de cartón. Estaban apiladas de manera ordenada. Una encima de otra. Estaban ordenadas según el tipo de instrumento y por distintas marcas y tamaños.
Era un lugar enorme.

Santiago cerró la puerta al ingresar y le colocó el seguro.
—Acá podemos estar tranquilos sin que nadie moleste, elegí este lugar porque es muy grande y es silencioso, las pareces son gruesas entonces no escuchamos nada y ellos no nos escuchan.

Germán prestó atención y era verdad. Todo el ambiente
había quedado en completo silencio. Ya no se oía el bullicio del centro comercial. Ni siquiera a lo lejos.

—También les pedí como favor a Sofi y Juli que me
cubran más tiempo, así disfrutamos, vos sabés, sin apuros.

Germán sonrió.
En verdad Santiago estaba esmerándose mucho en esto. Lo siguió hasta un par de sillas enfrentadas que se encontraban más adelante en el depósito. Junto a una de las sillas se encontraba apoyada una guitarra
color beige y marrón algo gastada por el uso. Supuso
que debía tratarse de la antigua guitarra de Tomás. Santiago la tomó en sus manos, se sentó en la silla y la posicionó sobre su regazo. Germán se sentó frente a
él. Tenía sus manos aferradas a sus rodillas y temblaba un poco. No quería echar a perder todo.

—Relajate–la armoniosa voz de Santiago lo sacó de sus pensamientos —vas a hacerlo bien, confiá en mí.

El menor apenas asintió, aún bastante nervioso.

—Dejame ver si está afinada eh, bancame.
Acarició un par de cuerdas con sus finos y delgados
dedos, tocando a penas unos escasos acordes. Santiago estaba muy nervioso, pero se mostraba confiado para transmitirle esa sensación de confianza a Germán y así no estuviera tan tenso.

—Bueno ¿estás listo? –Preguntó con una sonrisa.

—Sí –dijo y pasó rápidamente la lengua por encima de
sus labios para que no estuvieran resecos, esta acción no pasó desapercibida por el mayor, quien de igual forma imitó el gesto.

Santiago tronó sus dedos. Aclaró su garganta. Y comenzó a tocar la guitarra.
Suaves y para nada forzados acordes formaban una
hermosa melodía acústica. Germán tragó saliva. Pero extrañamente el ambiente lo relajaba.

Nunca había estado tan aislado del mundo con alguien
más, siempre se encontraba dentro de su burbuja de pensamientos, solo.
Pero ahora era diferente. Paz y tranquilidad en su forma más pura, compartida con Santiago.

el chico de los CD's - santutu x unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora