36. Quiero escapar de este mundo.

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T O N I     G A M B I N O   P O I N T   O F    V I E W

— No era lo correcto.
— ¿Qué el matase a Anya si lo era? — Contestó Carlo, quién parecía no reconocerme. — Abre los putos ojos, ¡Ábrelos de una puta vez, Tony!

Me agarró del cuello y hizo que lo mirara, mis ojos parecían estar muertos y no podía resistir más, los ojos me pesaban y quería dejar que me mataran aunque eso no se lo podía decir a mi hermano aunque se me viera en el rostro.
— He matado a un hombre, a un niño que solo quería un padre. — Una lágrima caía por mi mejilla, desvié la mirada por unos segundos y luego se la devolví. — Y he dejado... He dejado a su hermano sin ganas de vivir.

Carlo no se doblegaba ante mi dolor, lo único que tenía era odio y sangre envenenada en su corazón, me quería proteger, quería proteger sus ideales y por supuesto, estaba convencido de quién era el malo de esta historia. Yo no lo tenía tan claro, por que desde que me había deshecho de Gustabo, mi vida era un infierno. Carlo me soltó despreciando cada parte de mi, por primera vez estaba decepcionado, por primera vez había dejado de creer en mi.
— Es tal y como papá decía, creí en ti y me has traicionado
— No te estoy traicionando.
— ¡Estas puto defendiendo al asesino de Anya! ¿Te estas puto escuchando? Tony, en cuanto descubra que no eres su hijo va a despedazarte y va a darte de comer a los putos cerdos!

Carlo estaba desesperado, histérico y sus ojos estaban inyectados en sangre, por que quería protegerme aunque fuera de una manera tan contundente, apretaba su puño en un intento de contener las ganas de pegarme un puñetazo en el intento de que volviera a ser aquel hermano al que conoció.
—Quizás es lo que me merezco.
Las puertas de la habitación, era Igor alertado por los gritos, la tensión se notaba en el ambiente, yo estaba tirado en el suelo y Carlo estaba de pie delante de mis pies, Igor lo empujó hacia atrás y me ayudó a levantarme, sacudí mis pantalones.
— ¿Qué esta pasando aquí? Se os escucha desde la planta baja.
— Tony... Parece que esta más triste por la muerte del ruso que por Anya, eso es lo que pasa.
— ¡Eso es una puta mentira! 
— ¿Ah, si? Tus lágrimas en la iglesia eran muy sinceras.

Arqueé una ceja mirando a ambos, ¿Cómo podían saber aquello sin haber asistido en absoluto al funeral? No se me había notificado de nada y ni siquiera había razón para que estuvieran ahí.
Ante mi rostro de confusión y sospecha, Carlo sonrió de una forma tan cínica que me daban ganas de vomitar, era tan jodidamente soberbio.
— ¿Cómo? 
— Tony, ya nadie se fía de ti, ¡Yo fui el único que lo hizo y me acabas de escupir en la puta cara! 
— Pensaba que antes de compañeros éramos hermanos.

— Soy tu hermano, justamente por eso me aseguro de que no la cagues.

Que me estuvieran siguiendo y hubieran perdido la confianza en mi solo significaba que cuando terminase todo esto, me iban a eliminar. Carlo sabía perfectamente que aclarar las dudas sobre mi supuesta traición era dar un paso más hacia mi tumba, parecía importarle poco o quizás prefería ignorarlo.
— No lo eres, ¡No lo eres! ¡ME ESTAS PUTO VENDIENDO, CARLO!
— ¿Abandonar el querrule era lo que querías, no?

Lo empujé, golpeando su espalda contra la pared, Igor me sujetó por los brazos, aún manteniendo el silencio.
— Eres un hijo de la gran puta, ¡Me van a matar y va a ser tu puta culpa! 
— No lo van a hacer, yo me encargaré de eso.
Lo que iba a hacer eso era crear distancia entre nosotros, mis dientes chirriaban y Carlo me agarró del cuello de la camisa y me estampó contra la pared en una postura de notoria amenaza cuando acercó su rostro a pocos centímetros del mío.
— ¡Ey Carlo, Carlo, basta, para ya! — Insistió Igor, intentando deshacer la cercanía que ahora teníamos.
— Acuérdate de estas palabras, como me falles, estas muerto para mi.

Carlo me agarró y me tiró hacia su izquierda, golpeando mi espalda con la estantería, justamente donde tenía las cicatrices, gruñí en un intento de sofocar mi dolor, mis ojos expresaban la impotencia de alguien que lo había perdido todo, hasta su familia.
Carlo se fue de la habitación dando un portazo y gritando por los pasillos, soltando toda la rabia que había contenido para no pasarse de la raya, aunque realmente conmigo, ya la había traspasado sin darse cuenta.
— Esta enfadado, pero se le va a pasar, Tony.
— Por cuanto tiempo más voy a tener que seguir esperando.
— ¿Esperando a qué?

Me senté en la cama, Igor hizo lo mismo sin dejar de mirarme, cruzamos  miradas y mis ojos se llenaron de lágrimas de debilidad acompañada de la torcedura de mis labios por querer contenerlas. Igor se compadeció sonriéndome y abrazando mi cuerpo como si fuera su hijo, en sus brazos podía llorar todo lo que quisiera.

— Cuanto tengo que esperar para que alguien me quiera.
Los lloros se hicieron más fuertes, aunque ahogados con su camiseta, mi espalda subía y bajaba rápidamente, gritaba buscando un consuelo por que ya no soportaba más al mundo, me castigaba, me castigaba por lo que me había convertido, en un monstruo.
¿Así es como te sentías tu, Gustabo? Me pregunté a mi mismo, pensando que quizás la vida me estaba devolviendo lo que yo mismo había sembrado.

— Sí, ese era mi dolor. — Contestó Gustabo, se sentía como si alguien me susurrara al oído, por alguna razón sentía la calidez de un cuerpo cargado a mi espalda.

Sin duda, este dolor era el precio de la carga que sostenía.

Voz Silenciosa - Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora