El Vestido

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Los jovenes enamorados caminaban por el jardín, bajo la mirada de los padres de la chica quienes fingian dar comida a los animales que ya estaban por dormir. El pastizal parecía un mar de oro bajo la luz del atardecer y el movimiento que el viento le daba, olas de hierba y olas de su cabello enmarañado porque siempre olvidaba llevar su sombrero. Ni aquella ni otras tardes solían ser aburridas en ese pequeño pueblo, lejos de la civilización sin nada que hacer más que trabajar y comer, comer y dormir, dormir y soñar... ¿soñar con qué? Con su boda por supuesto, le había pedido matrimonio hacía ya unos días y ella había dicho que sí sin siquiera tomar en cuenta que su amado era tan solo un granjero.

-Me iré a trabajar un tiempo a la ciudad, o a las minas tal vez, pero vas a tener el vestido de novia más hermoso que este pueblo haya visto-. Le dijo esa tarde antes de despedirse. Y así, en el momento en el que el sol viajaba al otro mundo y los animales nocturnos comenzaban a salir, gotas del mar calleron a sus pies, gotas que salieron de sus ojos pero terminaron bajo los zapatos de su amado.

Y los días pasaron. Se fueron uno tras otro como las hojas en otoño, que una mañana ha caído una y al día siguiente el suelo está tapizado de naranja y café. Las semanas se convirtieron en meses y cuando menos se dio cuenta había pasado un año. Un año sin saber nada de él. Las personas en el pueblo la miraban con lástima y ella no podía evitar comenzar a preguntarse si algo malo le había sucedido o si simplemente se había olvidado de ella.

Más tiempo, más silencio. La agonía de no saber carcomía su alma, sentía que cada día el espacio que ocupaba se hacía más pequeño y la asfixiaba. No dormía, y el coraje de no ser capaz siquiera de hacer algo tan básico la exasperaba hasta el punto de morder sus brazos y arañar sus piernas buscando en esto, inútilmente, un alivio a su dolor. Quería correr, gritar, encontrarlo en donde sea que estuviera y preguntarle porqué, porqué no se había comunicado con ella, porqué no regresaba; si estuviera muerto sería más sencillo. Si estuviera muerto sabría, por lo menos, que él la había amado hasta el final, que no la abandonó, que no se olvidó de ella...

Y así, dos años después de aquel adiós, el amor se convirtió en coraje y la ilusión en olvido. Un joven hacendado la pidió en matrimonio y ella, sabiendo que seguramente su antiguo amor se había casado con otra, aceptó.

El día de su boda la nieve caía sobre los verdes pinos quienes, contrario a las personas, no cambiaban de color dependiendo del ambiente, ellos se mantenían igual y por eso es que le gustaban tanto. Gotas congeladas, un cielo que lloraba lentamente si no de alegría, de pesar. Su cabello emblanqueciendo con cada minuto que pasaba afuera de la iglesia, esperando para entrar, y su rostro rojo, sentía que el pánico la invadía y quería que todo terminara lo más pronto posible. Se casaría con alguien que no amaba para vengarse de aquel a quien tanto amó. La iglesia estaba practicamente vacía por la época en la que habían decidido casarse, muy pocas personas estaban dispuestas a arriesgar su vida. Una biblia blanca, su naríz roja y rostros borrosos, es todo lo que pudo recordar de ese día; temblaba de frío o de miedo, ya ni siquiera lo podía saber. Quitándose la ropa la noche de bodas, todo en lo que podía pensar era si él se acordaría de ella, si ahora con su nueva familia, hijos quizá, era feliz o si la echaba de menos; y mientras su actual esposo la llenaba con el blanco de su amor ella lloraba en silencio, porque la boda, la comida, incluso el trato que su ahora esposo le dio, todo había sido perfecto, como ella lo había imaginado, pero a pesar de todo no había sentido una chispa de felicidad, no había sentido nada. No había sentido nada porque todo eso no importaba si no estaba él.

Dos semanas después había comenzado a acostumbrarse a su vida actual, paseaba por el parque al lado de su madre, hablando de lo afortunada que había sido de casarse con alguien tan rico y que además la quería y la trataba bien. Pero de pronto, como si todo fuese un sueño, vio a las personas con la mirada fija en un lugar y luego a ella, sus rostros con sorpresa y luego fingiendo que no pasaba nada, todos se comenzaron a retirar y mirar de lejos. No entendía nada hasta que escuchó aquella voz llamando su nombre.

Y su corazón se detuvo.

Y su corazón latió tan rápido que por un momento sintió que se le saldría del pecho para ir corriendo hacia aquella persona a la que tanto había amado y creía haber olvidado. Tal vez ella lo había hecho, pero su corazón no y tenía tantas ganas de correr hacia él que se quedó parada.

Y los dos se miraron. Ella preguntándose dónde había estado todo ese tiempo y él, porqué ella vestía de forma tan elegante.

-Te dije que tendrías el vestido más hermoso que este pueblo haya visto...-. Y hasta ese momento ella se dio cuenta de lo que llevaba en los brazos, el vestido que le había prometido. Y hasta ese momento él lo entendió, se había casado con otro; sus cartas nunca le llegaron.

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