Give me something to dream about

2.8K 138 149
                                    

Charles está nervioso. Inquieto. Bastante agitado de hecho.

Es ridículo en realidad ya que él nunca está de ese modo. Es difícil estarlo con la mente tan ocupada y con el cuerpo alcanzado su límite los fines de semana. Demasiado centrado en el peso en sus hombros, en las miradas sobre él, en las interminables sonrisas que no mueven realmente nada en su interior y que sin embargo, siempre tratan de hacerlo caer.

Es extraño. No es una sensación totalmente desconocida, pero es una ya casi olvidada, quizá por ello es que ahora su piel se eriza tan rápidamente al tacto y sus mejillas se ruborizan con más intensidad que antes cuando lo recuerda.

Claro que lo ha experimentado antes.

Estuvo nervioso en su examen de ciencias en quinto grado. Estuvo nervioso en su primera carrera de fórmula uno. Estuvo nervioso la primera vez que el rosso corsa lo cubrió y Ferrari colocó una corona de oro sobre su cabeza. Estuvo nervioso cuando Sebastian se acercó a hablar con él días antes de marcharse.

Pero Charles nunca ha estado nervioso por algo parecido a lo que lo tiene así ahora. Algo que hace que su pecho se contraiga y que su sangre se caliente deliciosamente. Es verdaderamente vergonzoso si es que se lo preguntan.

Todo sucedió en Monza. En su segundo hogar. En medio del atardecer, con el eco de los vitoreos retumbando en su cráneo y la templanza del sol acariciando sus pómulos, enrojeciendo su piel, adorándolo como a un dios.

Nada apuntaba a que algo extraordinario o fuera de lo común ocurriera para él luego de aquella intensa pelea por el podio, ni siquiera el rastro de las emociones inquietas que cubrían a todo mundo en la escudería pudieron prepararlo para los acontecimientos posteriores de esa tarde, cuando el debrief y las entrevistas mediáticas se desvanecieron en su memoria y sólo una imagen prevaleció en su mente.

Empezó siendo lo mismo de siempre. Después de la carrera todo mundo iba de un lado a otro para dejar todo en orden tan rápido como les fuera posible, asegurándose que cada cosa estuviera organizada para su partida. Singapur esperaría otra semana para recibirlos, pero Ferrari al menos quería destacarse en el hecho de ser puntuales en los asuntos de logística aunque no se tuvieran dos semanas seguidas de carrera.

A pesar de ello, del desorden que a final de cuentas solamente servía para crear un buen sistema de organización entre tantos empleados, Charles encontró algo de tranquilidad en charlas breves y agradecimientos sinceros hacia las personas operando en su garaje al volver a la hospitalidad. Y es que era inigualable sentir a aquella marea roja sangrar por Ferrari. Por él. Por Carlos. Pero a veces también necesitaba volver a la orilla, llenar sus pulmones de oxígeno y exhalar con lentitud, dejarse consumir hasta que su pulso volviera a ralentizarse.

A veces era demasiado. Muchas otras no era suficiente.

La única verdad era que ese día se había divertido y aquello lo mareó lo suficiente como para preguntarse si podría volverse adicto a esa clase de adrenalina, a ese pico frenético que puso de nervios al muro de boxes y que hizo que Italia contuviera la respiración.

Cuando Charles piensa en ello ahora, se pregunta qué hubiera sido diferente si se hubiera ido antes.

Cuando lo pensó en Monza, una risa se escapó de sus labios mientras subía a la segunda planta arrastrando los pies, listo para recoger sus pertenencias y marcharse antes de que el atardecer lo alcanzara definitivamente.

No se cruzó con nadie camino arriba, todos estaban mayormente ocupados en las preparaciones que requerían los monoplazas para que pudiesen abandonar el templo de la velocidad sin ningún contratiempo, y para cuando llegó al segundo piso de la hospitalidad, no había un rastro significante que le indicara que alguien hubiese estado allí recientemente.

Give me something to dream about.  ➤ osDonde viven las historias. Descúbrelo ahora