Artificios explosivos.

63 5 0
                                    

Harry salió corriendo de las Mazmorras y subió la Gran Escalera rumbo a su sala común, después de presenciar a su padre en sus años mozos y llevarse una decepción, pues no era el chico amable que todos le habían asegurado que era. James no era mejor que Malfoy, un matón que gustaba de presumir y ver a sus iguales como inferiores. Saber eso le partía el corazón en dos pedazos.

La luz de la luna entraba por los ventanales del pasillo de Gryffindor, proyectando sombras suaves sobre las piedras del suelo. Aún renqueante por el esfuerzo y adolorido por el recuerdo de lo sucedido, Harry se acercó al retrato de la Señora Gorda, que esperaba impaciente la contraseña, como si algo de aquel enigma elegido le hiciera especial ilusión.

—Tarro de hidromiel —pronunció Harry con voz cansada.

—¡Ohhh! Dos por favor —dijo divertida la Señora Gorda, quien, al notar la poca gracia que le hacía a Harry, mejor lo dejó pasar sin decir nada más.

El chico esperaba, mientras cruzaba el túnel, no toparse con nadie, y aunque el silencio era absoluto, tuvo la "mala" fortuna de que una chica con el rojo fuego más intenso en su cabello, casi llegando al tono más cercano de anaranjado, estaba sentada en el sofá con un libro, siendo arrullada por el fuego de la chimenea, pero aguantando el sueño que la invadía en aquellos ojos de un azul claro que Harry tanto disfrutaba mirar mientras otros miraban hacia otro lado.

Al oír el retrato abrirse, Ginny giró sobre sí para ver de quién se trataba, aunque evidentemente era obvio que se trataba de quien ella quería que se tratase, de aquel que esperaba con más ansias que cualquier otra persona. De aquel chico por el que se había preocupado desde su primer año en Hogwarts; y por un instante se sintió algo absurda por seguir preocupándose por él, el mismo que había sido capaz de enfrentar a un basilisco en las profundidades de la Cámara de Salazar Slytherin para salvarla. Pero aun así, esa necesidad de cuidarlo permanecía intacta, casi tan fuerte como el miedo que alguna vez sintió allí, en aquella fría oscuridad. Ahora, ella lo esperaba en la calidez de la sala común, con la misma intensidad y algo nuevo, una especie de certeza que hacía latir su corazón más rápido, como si solo ella pudiera aliviar el peso que él llevaba.
Sentía la necesidad de quedarse en vela hasta que él regresara, de acompañarlo mientras hacía los deberes, y de curarle todas las heridas que fueran posibles. Y justo en ese momento, la mayor de las heridas de Harry estaba abierta y latente, esperándola a ella para sanar de a poco su corazón.

—Harry —pronunció Ginny al verlo. De inmediato, un sexto sentido le advirtió que nada en Harry estaba bien—. ¿Quieres sentarte? —continuó, ahora algo nerviosa.

Harry la volteó a ver, luego observó las escaleras rumbo a su habitación, y le tomó solo dos segundos decidir encaminarse hasta el sofá y sentarse junto a Ginny. Se quedó mirando la chimenea, tratando de vislumbrar en las llamas las miles de preguntas que tenía sobre su padre. Absorto en sus pensamientos, solo salió de ellos cuando una mano cálida tocó su muñeca. La miró sorprendido, y Ginny, ahora preocupada, preguntó:

—¿Qué te hizo?

Harry, al ver su expresión, notó una mueca molesta en la pelirroja, muy parecida a la que hacía la señora Weasley cuando sus hijos la desobedecían.

—Nada —dijo el chico, tratando de emitir una suerte de sonrisa que más bien parecía una mueca nada convincente.

—Harry, puedes confiar en mí, como  haces con Ron o Hermione —Ginny ahora le había tomado la mano. Al sentir su tacto, un leve calor recorrió a Harry, desde el punto de contacto hasta su espalda, provocándole un cosquilleo inesperado que lo hizo ponerse un poco tenso. Asintió levemente, aunque aún no se atrevía a abrirse por completo. Pero era cierto que podía confiar en ella. Aunque no de la misma forma que Ron o Hermione, Ginny siempre había estado cerca suyo de alguna manera, y ese semestre, con esos nuevos sentimientos hacia ella, le encantaba que lo estuviera aún más. Así que, dejando que esa sensación lo empujara, tomó valor.

Harry Potter y la Orden del Fénix. 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora