En el aire resonaban suaves flautas, la humedad llenaba el aire mientras una larga procesión de mujeres avanzaba. Una multitud incontable, de todos los lugares del reino de Trishava se abría paso desde hacía cuarenta días para cumplir con su deber.
Eran muchas, pero apenas hacían ruido al avanzar, el miedo y la ansiedad marcaba sus adustos rostros, ni una palabra, ni una sonrisa. Eran de todos los estamentos, pero en su mayoría lo suficientemente jóvenes como para que algunas parecieran extraviadas.
Entre ellas estaba la anciana Merisha, Alta Sacerdotisa de Tehom, que besó la frente de su sobrina mientras intentaba tranquilizarla.
- Esto ocurre solo cada cinco años, hay mujeres que han aprendido a usar hierbas para no dar a luz en los años elegibles- dijo la joven mientras sostenía a un bebé en brazos.
- Es un honor servir al Gran Tehom- respondió la anciana con gesto esquivo- no pide nada más que lo justo.
La muchacha miró al bebé y comenzó a llorar en silencio.
- Los hijos son un don del Gran Tehom- añadió la sacerdotisa acariciando la calva cabeza del niño- y los dones pueden ser retirados, ¿conoces el castigo por las hierbas anticonceptivas? Es la infertilidad. Es mejor perder un hijo que la oportunidad de tener cualquier niño.
La chica asintió en silencio y se unió a la multitud.
Merisha soltó un suspiro cansado. Llegaría el día en que la Noche Oscura fuera un recuerdo distante de las exigencias de un dios tan egoísta como implacable.
Cada cinco años se reunían en el Jardín de Laila las mujeres embarazadas y aquellas con hijos menores de un año. Allí la reina Shesilde y las trece sacerdotisas del Abismo, llamaban a las madres y les ofrecían el honor de entregar a sus hijos a las profundas aguas del Gran Tehom, Señor de la esperanza y dador de salvación.
Cualquier mujer en cinta o con un bebé de menos de un año podía ser escogida. Ese año eso incluía a la reina, que estaba en cinta hacía seis meses.
La Shesilde Nebu, era una mujer alta, maciza y de rostro alargado, su cabello negro y brillante descendía más allá de su espalda y su rostro, al igual que el de todas las mujeres nobles estaba cubierto por una máscara.
Era ya entrada la noche cuando Medrian, la jefa de las sacerdotisas guerreras, le anunció que ya estaban todas dentro de los límites del jardín.
- Los libros están completos- anunció la mujer- ya están todas aquí.
- Hazlas pasar hasta la copa- dijo Shesilde Nebu mientras miraba hacia el estrecho Muelle de Berakah- que dejen sus nombres para que comencemos cuanto antes la ceremonia.
Medrian asintió en silencio mientras ordenaba al resto de las sacerdotisas organizar a la multitud en filas.
Una a una desfilaron, algunas con niños en sus brazos, otras afirmándose el vientre, pero todas intentando mantener la cabeza en alto mientras se ponían en fila y dejaban sus nombres sobre el cáliz del destino.
El rito de la Noche Oscura se realizaba hacía milenios, estaba entre sus más tristes e inevitables ceremonias, mezcla de devoción, fe e inmolación. Para que la vida se sostenga hay que pagar un precio y fueron ellos los escogidos como los únicos capaces de entregarse a tal sacrificio. Esta ceremonia era una maldición y una bendición, pero la llevaban sobre sus hombros con toda la dignidad posible y confiriéndole el grado de nobleza que veían en su tarea.
Cuando todas volvieron a sus lugares Shesilde soltó un suspiro. Como reina ella cerraba la procesión. Entre temblores se puso en marcha, esperando no ser una de las cuatro elegidas.
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Hijos de las tinieblas y el caos
FantasyNergal y Astarté están unidos por el destino, el amor y el deber, pero su unión está predestinada al fracaso desde su origen. Ambos son hijos de míticas y terribles criaturas conocidas como dioses, cuya naturaleza egoísta ha llevado al mundo a cons...