El tiempo giraba en círculos, cada comienzo encontraba su final en la cúspide de su gloria. Ella había oído esas palabras la primera vez que estuvo en el oráculo de Shejin, mientras la vidente se retorcía entre los vapores tóxicos de la carne quemada, luego de eso la mujer se había quedado en silencio sin decir una palabra más. No importaron sus amenazas, reclamaciones, ruegos y súplicas, no hubo palabras ni poder que la hicieran hablar.
Volvió al año siguiente y el oráculo de turno se mostró más amable, cambió la carne de aves, con ese desagradable olor a plumas quemadas, por incienso y sándalo, la bañaron en aceites perfumados, la dejaron llevar el tocado real y las ropas ricamente tejidas en su honor por las sombras que le servía. En todo su esplendor regio atravesó el umbral del oráculo, y vio a la joven sacerdotisa subirse al trípode y acomodar sus vestidos, en una posición central, pero en un nivel más bajo, en medio de la estructura un tragaluz dejaba iluminada a la joven, como si un haz de luz divino la iluminara.
Bohu rio para sus adentros, los mortales tenían un sentido del drama que no dejaba de causarle risa, todo ese espectáculo en torno a la voz de un dios egoísta y furibundo, el Gran Tehom, cuya grandeza residía en no haber abandonado nunca su estado primigenio, a diferencia del resto de los dioses que prefirieron la encarnación al silencio de la eternidad.
Cerró los ojos y por un momento le pareció que volvía al primer mundo, la libertad y la inocencia, tiempo antes de que conociera el dolor, cuando todo era belleza. Su alma recorrió en aquel tiempo los espacios infinitos que formaban los espíritus en su danza incansable, conoció el suave hálito del viento cuando se mezclaba con sus propios colores, una risa inmensa la inundaba y se dejaba llevar por las informes mariposas, descansaba entre las flores y dejaba que las aguas de Tehom la acariciaran. Por un momento un nudo atravesó su garganta, había sido tan feliz en la época de su inocencia, cerró los ojos con fuerza y se dijo, que una vez perdida la inocencia no hay vuelta atrás.
Pero no podía evitar dejarse llevar por la añoranza cuando estaba a punto de acercarse a las respuestas que tanto había buscado.
En un comienzo todo era alegría, ella era como la primavera floreciente plena en vida, infinita de posibilidades y en medio de esa dicha se encontró con su hermano, su luz la inundó y pensó que no habría mayor satisfacción que vivir cerca de él.
La primera vez que sintió su presencia una calidez deslumbrante cegó sus sentidos, no habría frío, ni calor, solo él con su inmensa luz que abarcaba todo.
— ¿Cuál es tu nombre hermano? — preguntó tratando de sentir alguna de sus formas, pero él parecía tan infinito como ella.
— ¿Nombre? — preguntó él y su voz profunda retumbó en la inmensidad— yo soy, quien soy— respondió un tanto ofendido.
Bohu asintió, podía entender porque no quería un nombre, los nombres limitaban, los nombres definían. Por aquel entonces solo los pequeños espíritus tenían nombre, ella y el extraño en cambio eran indefinibles, porque ella era vida, alegría, primavera y creación, pero ¿solo podía ser eso?
Pronto encontraron a su tercer hermano, quien no dudó en llamarse Tohu, caos primordial, profundo e inmensurable. Pudieron sentir en su presencia un pesado vacío, como si algo faltara a la vez que acechaba en las sombras un misterio indescifrable, dudas y posibilidades.
Los días más felices fueron aquellos, en que eran inseparables y se dejaban arrastrar por las aguas de Tehom que los llevaban a las orillas del mundo material para volver a surgir en el mundo espiritual, aprendieron a ver sus rostros, y conocieron sus formas materiales antes que el resto de lo existente. Tohu nunca parecía disfrutar de sus juegos, no le gustaba la forma en que Tehom se dejaba ver entre las aguas, y odiaba a su hermano tanto como Bohu lo adoraba.
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Hijos de las tinieblas y el caos
FantasyNergal y Astarté están unidos por el destino, el amor y el deber, pero su unión está predestinada al fracaso desde su origen. Ambos son hijos de míticas y terribles criaturas conocidas como dioses, cuya naturaleza egoísta ha llevado al mundo a cons...