Capítulo 23

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-Os juro que como seáis de esos idiotas...

-Tranquila. - trató de calmarla Johnny. - Sí somos Buscadores, pero estamos aquí por otro motivo.

Doyoung se guardó el sobresalto como pudo. Si estaban ahí para averiguar sobre la rebelión, ¿por qué le iba a mentir? No tenía pinta de ser una mujer que aguantase las mentiras.

-¿Y cuál es ese motivo si se puede saber? Porque necesito volver rápido con las vacas. - dijo la joven arqueando una ceja mientras zarandeaba un cántaro en el aire en señal de advertencia.

-¿Qué sabe sobre los Nakamoto?

-¿Por qué no se lo preguntas a ellos? Viven a unos kilómetros de aquí. 

-¿Cómo iba a preguntarle sobre trabajos ilícitos a quién sospecho que los está realizando?

La cara de confusión de la muchacha reflejó la cruda realidad. No habían visto escuelas de camino al pueblo, y tenían conocimiento de que solo había una en todo O-1026. 

-¿Qué trabajos? 

Johnny carraspeó y cambió de táctica.

-Hemos oído que los Nakamoto y los Kenji pueden estar relacionados. Si es así, habrías sido juzgada sin pruebas y los Buscadores que te hicieron todo aquello pagarán por ello. 

-¿Cómo sé que no tratas de engatusarme para confiar en vosotros y que me matéis? - su voz reflejaba hastío.

-Porque el hijo de los Nakamoto es nuestro compañero. - confesó Olivia. 

Lillith la miró de arriba a abajo y se paró a pensar durante unos segundos.

-¿Estás con ellos? ¿Por qué? - escupió.

-Porque son buenos hombres. Llevamos mucho tiempo trabajando juntos y confío en ellos. Se preocupan de verdad por el pueblo, incluso hemos dejado a algún herido en combate atrás para poder venir a ayudaros. 

-¿Sois los salvadores del pueblo que destruís? ¡Ja!¡Qué gracioso!

-Dame una oportunidad, solo queremos hablar y nada más.

-Está bien. - cedió. - Pero ven tú sola. No quiero a ninguno de ellos cerca. A la mínima, avisaré a los perros y ellos sabrán qué hacer. 

Y así fue. Olivia y Lillith  pasaron al edificio de madera mientras los demás vigilaban. La charla duró horas, y tras convencerla, la joven aldeana permitió a los chicos ayudarla con los animales.

-Echaba de menos esto. - sonrió Jungwoo. - Desde que me fui de casa, no he vuelto a pisar un establo. 

-Es cierto, vivías en una granja, ¿no? - cuestionó Doyoung. 

-¿Cómo es que acabaste con ellos? - preguntó también Lillith, aún asqueada por su presencia, pero curiosa.

-Era una granja-orfanato. Los niños que no tenían padres venían a vivir con nosotros. - sonrió de nuevo. - Fue mi abuelo quién inició todo aquello y salvaron a muchos niños sin hogar. Crecíamos todos como hermanos y mamá siempre decía que debíamos cuidar los unos de los otros porque éramos familia, aun si la sangre de nuestras venas o nuestro color de piel eran diferentes, porque todos éramos hijos de la Madre Tierra. 

-¿No erais religiosos? - esta vez era el turno de Minjoon.

-Es raro que las colonias del este como la nuestra, o incluso las del norte, sean creyentes de Dios. En nuestro caso, quien nos da de comer es el campo, así que preferimos ensalzarla a ella que a alguien invisible en el cielo que trae promesas que no sabemos si cumplirá. Aunque sé que tú si crees, Doyoung, no quiero ofenderte. 

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