Parte única

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Las pesadillas, las malditas pesadillas.

Bien era sabido que Miguel frecuentaba a menudo el mismo sueño, o más bien pesadilla.

Aquella donde revive el día en que uno de los tantos novios de su madre abusó de él, quitándole su inocencia y básicamente arruinándolo para siempre.

Aunque el hecho ocurrió hace años, y es más, para este punto siquiera mantiene contacto con su progenitora la herida sigue allí. El recuerdo de aquél día continúa taladrando su cerebro y en sí no lo deja estar tranquilo.

Quiso auto convencerse de que ya lo había superado, pero por mucho que quiera no puede mentirse a sí mismo teniendo en cuenta que la primera vez que Luis intentó algo con él acabó recibiendo un puñetazo en la nariz, y sin mencionar que las pesadillas seguían atormentándole cada vez que se dormía.

Aún recuerda la vez que no lo soportó más y le contó todo sobre ese día a Luis.

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“Oh, Miguel ¿Estás solo?”

No.

“Ven aquí amiguito, ¿No quieres jugar?”

¡No!

“Vamos, será divertido”

—¡Dije que no!—. Gritó. Al momento de despertar de la pesadilla dio un brinco en aquélla cama que lo dejó sentado.

Su respiración era irregular, jadeaba y sudor frío bajaba por su espalda, todo eso mientras el estaba encogido en su lugar. Entonces se quebró, y comenzó a llorar, lágrimas gruesas bajaban de sus ojos hasta el mentón mientras se sorbía desesperadamente la nariz.

—¿Miguel?—. Habló Luis, acomodándose en su lado de la cama mientras se frotaba los ojos, y el nombrado quedó helado al ver que estaba despierto.

—¿Todo bien? Creí haberte oído grit—. Quedó petrificado al ver a su amigo en ese estado, pero antes de que pudiera decir nada el más delgado se lanzó sobre él, abrazándolo mientras escondía su rostro en el hombro ajeno.

El abrazo fue correspondido en silencio, solo se oían los hipidos y la surnía de Miguel. Luis no dijo una sola palabra más, sentía que sería innecesario, si él quería hablarlo con él más tarde lo haría, y si no, pues no insistiría.

Y ese “más tarde” no tardó en llegar. Miguel le contó de su pesadilla, y también de aquello que sufrió cuando era un niño, le contó cómo se sentía y de cómo lo ha estado sobre llevando. Luis escuchó cada palabra atentamente, y le hizo saber que estaba para él, le compadecía y que podía contar con él para lo que fuera. Él ya sabía todo eso, pero de cierta forma necesitaba oírlo de alguien.

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Lo de aquél día en cierta forma reforzó su amistad, y el haberse desahogado con alguien le ayudó a Miguel a sentirse un poco más tranquilo, las pesadillas no se detuvieron, pero tener a alguien que estaba dispuesto a darle un abrazo cada que despertaba hiperventilado y leía cada mensaje que le enviaba en la madrugada si es que no estaban durmiendo juntos realmente le ayudaba. Y aunque no lo dijera directamente agradecía todo eso.

Luis siempre ha sido muy amable y comprensivo, Miguel se preguntaba si acaso todo eso tenía algo que ver con que se haya enamorado, al final, era el único que había sido tan paciente con él.

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Un sonido sordo y una respiración agitada que ya era común se acentuó en el cuarto, esta vez no fue tan ruidoso como otras veces, pero cierta persona al parecer ya acostumbraba a despertar a esas horas con el más mínimo ruido. Volteó a verlo.

First timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora