Le costaba tragar saliva. Le costaba mantener un ritmo adecuado de respiración. Le costaba no separar la vista del policía frente a él. Le costaba creer la noticia.
Freddy los había reunido a Aníbal y él para contarle algo que requería de mucha importancia. Al principio actuaron cautelosos, no todos los días un comisario te pedía una charla a solas, en un punto perdido de la mano de Dios.
La primera hipótesis que plantearon entre ambos era la posibilidad de una trampa, pero fue descartada de manera casi inmediata. Ya no estaban en búsqueda y captura, y desde luego que la multa de diez millones que le clavó el viejo hacía una semana era capaz de borrar todos los cargos restantes.
Lo siguiente postulado fue la posibilidad de un trato de caballeros, en donde él les daría dinero a cambio de información, pero sonaba igual de estúpido que la anterior, incluso más, porque no jodas, eran ellos los que proveían las armas y droga, a quién coño venderían. Además, su organización no tenía fama de sapos, siempre eran fieles y leales a que si algún picoleto estaba en busca de buenas nuevas, y por ende, acudían a ellos, se llevarían la bala en la cabeza antes que soltar cualquier pequeño y miserable dato.
Es por eso que por precaución propia decidieron llevar con ellos una navaja sin estrenar, no podían arriesgarse a presentar sus armas de fuego.
Durante el camino hacia la dirección estuvo ingeniando todas las posibles opciones restantes: un ajuste de cuentas, el arrepentimiento de Freddy rpor unirse a la policía y buscar volver al mundo callejero, incluso simplemente hablar sobre cómo les va en su vida, dejar de lado todos los malos tratos y sospechas que se alzaban frente a ellos como grandes pilares, que al romperse solo ocasionaban desconfianza.
Sin embargo, nunca esperó que los habría llamado para comunicarle la muerte de Armando.
Según su relato, encontró su cuerpo calcinado dentro del coche personal de éste, sin nada más que poder hacer.
Que lo intentó sacar como pudo, y de manera trágica no hubo nada que hacer más que gritar al cielo y derramar lágrimas, acompañadas por sollozos en donde exigía una explicación.
Podía sentir su boca pastosa, y el ambiente juguetón y divertido que lo acompañaba donde fuera había sido apagado. De repente su mundo se había parado, sin previo aviso. Todo sonido ambiental se había quedado en silencio, como si hubieran comprendido y analizado el aura, sabiendo la bomba que acababa de ser soltada. Los árboles habían dejado de moverse al ritmo del viento, y se quedaron estáticos en su lugar, agachando las ramas, de luto ante la pérdida del ex-mafioso. Los molestos pájaros dejaron su piar, dejando un ruido blanco en muestra de apoyo al chino, que todavía con el ceño fruncido, no podía creerlo. No quería creerlo.
— A mi no me bromees con estas cosas que me enfado — amenazó al hombre de negro frente a él, dejando que sus años viviendo en el país con más población del mundo hicieran mella en su manera de pronunciar las palabras, resultando hasta gracioso para quien no estuviera acostumbrado.
Un suspiro fue lo único que salió de sus labios, como respuesta, bajando los ojos hasta el suelo, incapaz de mirarle.
Giró la cabeza en dirección a su compañero, buscando una reacción en él. Una que indicara que tampoco se creía esa historia, una que le confirmara que no estaba loco y había probabilidades de que todo fuera una farsa.
Sin embargo, el dolor en la mirada de aquel hombre que se mostraba reacio frente a todo, fue lo mismo que si le hubieran pegado un golpe en el estómago. Aníbal sí se creía la pérdida de Armando.
Pudo sentir como poco a poco todo a su alrededor comenzaba a sentirse irreal.
No era capaz de entenderlo, de terminar de analizarlo, de querer creerlo. Hacía un día habían trabajo en el taller, juntos, compartiendo esa chupa que ambos tenían a juego, que no era parte del uniforme, pero había sido capricho de Yun y se le había permitido.
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CARPE DIEM || ONE-SHOTS YUNANDO.
FanfictionUna serie de mini historias de Yun y Armando que serán actualizadas de manera lenta y con filosofía.