Capitulo 63

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Francesca Amatos.

Todo a mi alrededor es oscuridad y silencio, mi corazón se acelera demasiado, mis piernas duelen y cada vez respiro menos, pero aún así no puedo dejar de correr... mi cuerpo adolorido me pide que me detenga y lo intento pero no puedo solo sigo corriendo sin rumbo... siento tres disparos y mi cuerpo se detiene automáticamente, el silencio se desvanece y solo se oyen gritos.

Miro para todos lados hasta que veo una luz brillante a unos metros de mi, entonces la veo... es ella, mi pecho se oprime a tal punto que me cuesta respirar más que antes y mi cuerpo tiembla. Corro hacia ella desesperada, me tiende la mano mientras que me sonríe, pero por más que corro rápido es como si con cada paso que doy ella se aleja aún más.

De pronto veo a alguien de espaldas, esta frente a ella apuntándole con un arma, mis piernas arden y mi cuerpo esta muy agotado y adolorido, pero no impide que siga corriendo tratando de alcanzarla y salvarla... hasta que escucho otros tres disparos y me detengo en seco cayendo de rodillas al suelo, ahí está ella... en el suelo, llena de sangre y sin vida, mirandome con lagrimas en los ojos.

- perdóname...- dice en un susurro.

Su cuerpo comienza a desvanecerse al igual que aquella luz que la alumbraba, intento levantarme para alcanzarla, pero es como si mis rodillas estuvieran clavadas al suelo... quiero salvarla, quiero que me diga la verdad y no me abandone, pero aquella luz desaparece por completo...

¡Vuelve!— grito sentandome en la cama.

Mierda, esa maldita pesadilla de nuevo, todas las noches el mismo tormento, limpio el sudor de mí frente y vuelvo a acostarme en la cama mirando hacia el techo de la habitación, mí corazón está acelerado y mí respiración agitada, necesito a mí rubia, solo cuando duermo con ella no tenga está pesadilla.

Ha pasado una semana desde que ella se fue, no la he seguido, no se nada de ella y tampoco la he llamado, cómo ella tampoco se ha intentado comunicar conmigo.

¿Cuánto durará está maldita tortura?

La quiero conmigo, la necesito, la necesito como si esa niña fuera mí maldito oxigeno, pero más que necesitarla... La extraño y espero que ella también me extrañe.

El sonido de los golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos para traerme nuevamente a la realidad.

—Adelante. — digo en voz alta.

Anna entra a la habitación con una bandeja en sus manos, trae un rostro serio y me veo venir el sermón interminable que me dará, deja la bandeja en los pies de la cama y yo me siento apoyandome en el respaldar mirándola sería.

— Buenos días. — dice en un tono apagado.

—Buenos días ...

—¿Cuánto más esperaras para buscar a Sofía? — No se aguanto a preguntarme y sobre todo a arruine mí mañana desde temprano.

—¿Cómo dormiste Anna? Yo bien por si te interesa. —digo sarcásticamente.

—Ambas sabemos que nunca duermes bien — viró los ojos y tomo la bandeja poniéndola sobre mis muslos.—No respondiste mí pregunta.

—No la buscaré, ella me pidió tiempo y yo cumplo con lo que me pidió.

—Mientras tú cumples con lo que te pidió, ella tiene un pretendiente detrás suyo.

—Ella no le dará pie a nada, nos echó a ambos del hospital .— tomo un sorbo de jugo.

—Esta saliendo con el — escupo el jugo.— si así como lo oyes, hablé con Mary y me contó que Sofía ha estado saliendo con ese tipo.

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