24. Cuarta Carta. Hiroshi Sato

96 14 1
                                    

Existen resentimientos imposibles de superar, aunque yo no conozco a Asami, su imagen y las consecuencias de sus actos no hacen más que recordarme a su padre, y aunque a él tampoco llegué a conocerlo en persona, tuvimos muchos roces a través de terceros; odie a Hiroshi Sato con todo mi espíritu, intenté matarlo tantas veces, y él, ignorante, simplemente continuó viviendo como si nada estuviera pasando.

- ¿Por qué no mandas al líder rebelde de la zona a matar a Hiroshi? -

Recuerdo haber propuesto la solución más sencilla durante la reunión en Ba Sing Se con Zhao y Jeong. Zhao negó con la cabeza.

- Porque está muerto. - Admitió con amargura. - Si esto fuera algo que pudiera solucionar yo solo ya lo habría hecho. - Añadió.

- ¡Bueno, basta de acertijos! - Gruñó Jeong. - ¿Qué es lo que no nos estás diciendo? No tengo tiempo que perder en una estúpida rebelión interna de un ridículo asentamiento. - Añadió. Mi maestro se encontraba igual de irritado que yo con toda la situación, una rebelión entre la gente de un asentamiento no merecía la atención de los tres cabecillas del Loto Rojo en el continente, Zhao parecía un niño necio pidiendo ayuda para cosas que no necesitaba.

- Raiko dijo que Hiroshi tiene armas de fuego. - Las palabras abandonaron sus labios con evidente dificultad, él mismo batallaba para creer lo que acababa de decir y nosotros demostramos ser igual de incapaces de procesar la idea cuándo el silencio se extendió durante un par de minutos.

- Nadie ha sido capaz de recrear las armas de fuego, e incluso si pudieran, necesitan balas y nadie es capaz de crear balas. - Señalé lo obvio. Jeong guarda silencio, pero sus ojos no abandonan la descompuesta figura de Zhao quién apretando los dientes y puños comenzó a encogerse de hombros.

- El cuerpo del líder rebelde que mandé a atacar a Hiroshi tenía una extraña herida en la boca del estómago, lo atravesaba de lado a lado, era un agujero delgado. - Explicó mostrándose escéptico. - Sus rebeldes dicen que fue asesinado a la distancia, escucharon un estruendo proveniente de las paredes del asentamiento y eso bastó para hacerlo caer de cara contra la tierra. - Bufó.

Las implicaciones de sus palabras eran graves, lo evidente y más preocupante era la posibilidad de que Hiroshi tuviera armas de fuego, pero de la mano venía el hecho de que un asentamiento rebelde había demostrado ser capaz de matar al líder rebelde que lo oprimía. La situación pintaba mal, debíamos contener los chismes y evitar que se corriera la voz.

- Mata a Raiko. - Jeong ordenó con voz sombría.

- Ya está muerto. - Murmuró Zhao. Yo habría hecho lo mismo, un hombre que no es capaz de cumplir con el encargo más básico no sirve para nada, Raiko debía mantener el control del asentamiento a cambio de ciertos beneficios y falló, su vida perdió todo valor en el momento en el que dejó de servirnos.

De igual manera el problema seguía en pie, Hiroshi Sato era un hombre inteligente, tal vez no contaba con la fuerza física necesaria para enfrentar a un rebelde, pero las armas compensaban su carencia y lo ayudaban a desahogar toda la ira y frustración en contra de los grupos rebeldes que durante años lo habían atormentado.

Luego de elaborar un par de planes en contra del asentamiento en las ruinas de Ciudad República, volví a mi campamento a las orillas del desierto en dónde Goribra había tomado el lugar de líder durante mi ausencia. Me sentí agradecido al ver que todo se mantuvo en orden, así tenía algo menos por lo que preocuparme; Goribra resultó ser un buen líder, demostró comprender lo que yo quería de los rebeldes y supo cómo manejarlos para lograr lo que deseaba, tenerlo a mi disposición resultaba de gran ayuda, aunque jamás se lo agradecí.

- ¿Tienen miedo de que les meta plomo en las tripas? - Goribra se reía abiertamente en mi cara luego de explicarle el problema que había demandado mi presencia en Ba Sing Se.

Antología. Futuro Incierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora