veintidos

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Abril, 2023

—¡Pasá el chorizo!

—Felipe Gonzalez Otaño, las cosas se piden por favor.

—¡Pasá el chorizo, por fa!

—Mejor.

Cogí un plato de plástico y puse un pedazo de chorizo y otro de panceta recién sacados de la barbacoa. Bajé a la mesa de picnic y deslicé el plato hasta Pipe, sentado en medio de Esteban y Matías.

—Mirá qué facha tiene, che —dijo, cortando un trozo con el cuchillo.

—No hay de qué, corazón —dije de forma sarcástica, estirándome en la mesa para acercar una jarra de agua—. ¿Y los vasos?

—Arriba —dijo Agus, señalando el lugar del que acababa de llegar yo.

—Me estás jodiendo.

Se rio, mirándome con burla.

—No me pienso volver a levantar. Bebo a morro, si hace falta.

Atraje la jarra hasta mí, pero Juani me la quitó de las manos.

—Ni en pedo. Lo babeas con tus gérmenes y los de Enzo.

Le miré ofendida, intentando recuperar la jarra.

—Disculpa, pero seguro que nuestras babas están mucho más limpias que las de cualquiera de vosotros. A saber dónde habéis metido las bocas estos últimos meses.

—Dejá de hablar de babas, qué asco —se quejó Diego.

—¿Puede alguien traerme un vaso, por favor?

Enzo apareció detrás de mí, cargado con dos platos de comida y dos vasos. Se sentó a mi lado, dejó las cosas y me dio un beso.

—Acá estoy.

Sonreí, sujetándole por las mejillas para plantarle un sonoro beso también.

—Eres el único decente de todos estos.

—Bueno, bueno —comenzaron a quejarse, tirándonos servilletas de papel.

—Me gustabas más cuando eras medio lerda y ni bola le dabas a que estabas enganchada —dijo Agus.

—Sois unos envidiosos. Eso es lo que os pasa.

—Ni en pedo.

—Y, sí —dijo Juani a su vez, haciéndonos reír.

—Decí la verdad, nena —dijo Matías, asomándose para mirarme—. Nos extrañaste.

—Ya os gustaría. De lo más tranquila que estaba yo en mi casa.

—Ta mintiendo. Andaba llorando por los pasillos —dijo Enzo, pasando un brazo por mis hombros.

Le pinché con el dedo en las costillas, haciendo que se doblase para un lado.

—¿De qué vas? —le pregunté, conteniendo una sonrisa.

Él me miró mordiéndose el labio inferior, negó con la cabeza y me soltó otro beso.

—Bueno, ya ta, dejen un cacho pa'l después —se quejó Esteban esta vez.

—Doma, ¿qué hicieron con Kylo? —preguntó Pipe.

Todos ahí ya conocían al gato. Siempre aparecía en las videollamadas que manteníamos con bastante frecuencia.

—Está con Eva.

—¿Cómo anda Eva? —preguntó Esteban.

Me mordí una sonrisa y miré a Enzo de soslayo. Él estaba igual que yo.

hielo y sal | enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora