Escuchó un familiar sonido metálico de alguien que camina con una armadura puesta mientras el general entraba haciendo que el ambiente en el cuarto se tensara de repente. Se acercó al conde sin mirar hacia la cama, ignorando a Aylah a propósito, algo que le provocó a la joven una intensa punzada de ira. ¿Acaso no era ella su prometida? Este hombre lucía complicado, iba a ser difícil lograr que se enamorara de ella. Parecía un guerrero intransigente que solo se debía al campo de batalla, no un caballero que alguna vez pudiera ser dulce y atento con una dama.
Ella tembló al ver su figura tan cerca, anchos hombros, fuerte cuello, pecho amplio y enormes brazos. El gran tamaño de la armadura que usaba solo podía indicar que había una enorme musculatura debajo. Su cara lucía dura como la piedra y sus ojos rojos eran espeluznantes, mandaban un mensaje claro al que quisiera mirarlos, que era mejor no meterse con este hombre. Su carácter seguramente era tosco y rudo por la imagen que proyectaba y las reacciones que provocaba en las personas a su alrededor.
"Acepto el reto" pensó Aylah mirando al general con intensidad
Kadir la miró por un instante, frunció las cejas y en su cara apareció una expresión indescifrable para ella. No pudo definir si era asco, odio o algo más.
—En la tarde vendrá un sastre —dijo el general con voz seca apartando la mirada de ella— asumo que como no sabía cuando despertaría no tiene nada adecuado que usar
—Me ofende general —dijo el conde de manera burlona— ¿cree que descuidé mi sobrina al punto de que no tenga ropa que ponerse?
—Nunca dije algo como eso —dijo el general apretando los dientes, no estaba ocultando lo desagradable que le era hablar con el conde— solo que en su actual estado, dudo que la ropa que usted le compró le quede bien —los labios del conde se crisparon de furia— ella debe lucir presentable en todo momento ya que muchas personas vendrán a preocuparse por su salud. Debe presentar una buena imagen ante la sociedad aristócrata, ya que también su propia reputación esta en juego ¿o me equivoco? —esto último casi sonó como un insulto a juzgar por la cara del conde que comenzaba a ponerse roja por la indignación
—Agradezco su gesto, pero no creo que sea necesario, tengo los mejores sastres de la capital a mi disposición —dijo con altanería el conde
—No puede negarse, el sastre es enviado por su majestad el rey —dijo Kadir viendo como la cara del conde se retorcía de la sorpresa— asumo que muy pronto visitará a su sobrina nieta o la llevará a palacio para hacer efectivo su título de princesa heredera de inmediato, así que imagino que usted personalmente trabajará en su recuperación, haciendo que recupere su salud lo antes posible —esto último sonó como una clara amenaza
Sin decir más Kadir abandonó la habitación. Aylah sintió como sus esperanzas caían al suelo viendo como este hombre la había ignorado de esa manera. Miró al conde que tenía una cara de ira que daba miedo, la miró enojado como si ella fuera la fuente de sus problemas y también abandonó el lugar. Ese Kadir era mas problemático de lo que pensaba, como si eso no fuera posible elevó aun mas el nivel de odio que su tío parecía tenerle. Si lo que quería era echarle leña al fuego lo había logrado de manera magnífica.
Un sirviente se acercó sacándola de sus pensamientos y con suavidad la tomó en sus brazos. La llevó hasta el baño, la colocó en la bañera y se retiró. Un par de sirvientas le quitaron la bata de mangas largas deslizándola por su cabeza y toda su ropa interior, mientras otras dos procedían a llenar la bañera con deliciosa agua caliente que parecía acariciar su adolorido cuerpo. Con suma delicadeza la comenzaron a bañar, nunca había recibido este tipo de trato en su vida anterior, así que era totalmente agradable sentir estas atenciones. Otra sirvienta lavó su largo cabello rubio con mucho cuidado y masajeó su cabeza con suavidad, se sentía en las nubes.
—Bethel, la magia curativa por si sola no hará el trabajo —dijo una voz masculina de repente sorprendiendo a Aylah, mientras se dirigía a la sirvienta de ojos grises que había sido amable con ella. Estaba tan relajada que no lo había escuchado entrar. Por como vestía, aparentemente se trataba de un sanador— no es lo mismo curar una herida o una enfermedad, que músculos atrofiados por falta de uso. Aparte de la magia curativa deben masajear cada músculo de su cuerpo después de un baño caliente para que pueda ir recuperando el movimiento de forma gradual —su voz sonaba extrañamente familiar
Aylah sintió como su cara se ponía roja de momento, estaba desnuda y había un hombre en el baño. Si estaba aquí con tanta naturalidad, es porque era el equivalente a un médico ¿No? No debería sentirse así en este tipo de situación. A ella no le parecía que en su vida anterior hubiera sido del tipo tímido, pero cada vez sus vagos recuerdos se alejaban cada vez mas haciendo que se sintiera confundida acerca de su propia personalidad. Tembló por un instante ¿Quién era ella? ¿La persona que había reencarnado? ¿Aylah? ¿O una mezcla de ambas? ¿Quién era en realidad? ¿Acaso se estaba convirtiendo en una nueva persona? Quizás por eso reaccionaba de esta manera ante la presencia de un hombre en un lugar tan privado para una mujer.
—También debe caminar por cortos períodos de tiempo cuando este lista para mantenerse en pie por sí misma, debe empezar por al menos un minuto —añadió el sanador acercándose a la bañera— empezará por un paso o dos y debe ir subiendo la cantidad de tiempo y de pasos que pueda dar cada día —Bethel prestaba atención a cada palabra que era dedicada directamente a ella
—Entiendo —asintió Betel— vayan preparando la ropa y el desayuno en lo que el sanador trabaja —añadió dirigiéndose a las otras sirvientas que salieron de inmediato
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Destinada a renacer
FantasyDespertó en el cuerpo de alguien más, tenía una segunda oportunidad de vivir en un mundo lleno de magia y hermosos castillos. Pero sus esperanzas de una larga y tranquila vida son destrozadas de inmediato por su oscuro destino. Ahora es Aylah, l...