5 - General de acero (continuación)

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El sanador se bajó la capucha dejando ver como emergía su cabeza llena de brillante cabello dorado. Aunque era un hombre hermoso, su cara inexpresiva lo hacia lucir frío y distante, al igual que la mirada que le dirigía con sus profundos ojos azules. Aylah miró hacia las burbujas que flotaban en el agua como si fueran lo mas interesante del mundo y comenzó a reventar algunas de manera inocente.

—Debes darle estas hierbas a diario en una infusión —dijo ofreciéndole a Betel una bolsa de cuero— Bloqueará cualquier droga que puedan poner en su comida, incluso ayudará a expulsar cualquier veneno simple de manera rápida

—Gracias mago Jens, no sabe lo agradecida que estoy porque cuide a nuestra pequeña de esta manera

Aún con la cabeza mirando hacia el agua su boca se abrió ligeramente al oír este nombre. Era el mago que había escuchado hablar en su habitación.

—No tienes nada que agradecer, son órdenes de Kadir —dijo Jens con voz seca como si hacer todo esto supusiera una molestia para él— ya revisé los medicamentos que el sanador principal le va a suministrar y todo está bien —se subió la capucha nuevamente— cualquier cambio que notes en algún medicamento o en la princesa que no sea favorable debes informarnos de inmediato, ya sabes de que manera —suspiró— partiremos de inmediato, aún tenemos trabajo que hacer, así que estaremos lejos por un tiempo

Jens se agachó a su lado y sin pedirle permiso metió la mano en el agua y sacó el brazo de Aylah de la bañera. Ella ahogó un grito ante la sorpresa de ser tocada así, estando desnuda en el baño. Lo miró con los ojos muy abiertos por el asombro y la falta de decoro hacia ella, una mujer y sobre todo la futura princesa. ¿Quién demonios era este hombre tan grosero? Intentó soltarse de su agarre pero fue en vano, él era mas fuerte que ella. En realidad en las condiciones en las que se encontraba cualquiera sería mas fuerte que ella, esto era totalmente frustrante.

Jens le lanzó una mirada de molestia bajo la capucha que hizo que ella dejara de luchar mientras las criadas volvían a entrar. ¿Acaso había sentido que alguien iba a entrar y había tomado su mano para simular que le daba algún tratamiento? ¿Este hombre tenía súper poderes o algo así?

—Ya terminamos por hoy —dijo Jens parándose y saliendo sin mirar atrás mientras las sirvientas la sacaban del agua.

Había un gran espejo en el baño que le mostraba su figura para nada alentadora. Pechos pequeños y desinflados, todos los huesos marcados en su piel, sobre todo las costillas que sobresalían de manera desagradable, finísima cintura y una tremenda falta de las curvas naturales que una mujer de su edad debería tener. Tal vez su escaso desarrollo, que la hacía lucir incluso por debajo de una adolescente era debido quizás a la falta de nutrientes por tantos años en cama. Su estatura también era pequeña, todos a su alrededor, incluso la sirvienta de menor altura era mas alta que ella. Lucía como alguien que se había quedado congelada en el principio de la adolescencia.

En la habitación la esperaba un plato sobre la mesa, su contenido parecido a una espesa papilla desprendía un delicioso y conocido olor. El aroma de la avena llenaba el lugar e hizo que su boca segregara saliva. Bethel se sentó a su lado y tomando la cuchara la acercó a su boca. Sus adormiladas papilas gustativas apenas le permitieron saborear el alimento, mientras que su atrofiada mandíbula dolía cada vez que intentaba masticar, así que simplemente movió la papilla por su boca con lentitud y luego intentó tragar. Su garganta nuevamente reaccionó haciéndola toser de manera brusca expulsando todo. Bethel limpió su boca con dulzura y volvió a llenar la cuchara mientras en sus ojos asomaba una mirada de tristeza.

—Solo un poco —casi suplicó— luego podrá descansar

Haciendo un enorme esfuerzo tomó la siguiente cucharada. Esta vez logró tragar aunque la garganta le dolía terriblemente al hacerlo, como si en vez de avena estuviera tragando espinas. Sentía como la arañaba por dentro al bajar muy lentamente. Tuvo que aguantar los enormes deseos de vomitar mientras cerraba los ojos con fuerza, que comenzaron a lagrimear, tratando de calmar el dolor. Apenas un par de cucharadas bastaron para hacer que se negara a continuar.

—Está bien, lo hizo bien —le sonrió Bethel acariciando su cabeza de manera cariñosa cuando fue devuelta a la cama por las sirvientas— debemos ir muy lentamente para que pronto pueda estar bien.


Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora