Cupiditas

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"La condición espiritual de tener un agujero negro por corazon".

Cada noche cierro la puerta de mi cuarto con seguro y coloco la silla del escritorio contra ésta.
Cuando era pequeña tenía miedo de cerrarla, me sentía insegura, desesperada. Pues conocía muy bien las sombras que habitaban en mi cuarto y sabía que, si me quedaba a solas con ellas, cosas terribles pasarían. Y a pesar de que no sabía exactamente qué, pues yo era una niña muy tonta,  tenía la certeza de que mi madre y mi hermana vendrían a salvarme más rápido de esa manera.

Ahora, muchos años más tarde, la cierro completamente. He crecido y sé que los verdaderos monstruos están más allá de éstas cuatro paredes. Ahora sé que nadie vendrá por más que yo grite. Mi hermana no saldría de su habitación ni aunque la casa se estuviera quemando.

Se que parece una afirmación exagerada pero no lo es. Ha ocurrido, hace unos meses. Mi tía, a quién ahora cuida mi mamá debido a su estado mental, provocó un incendio en la cocina. Estaba intentando cocinar algo para su esposo, a pesar de no tener uno, cuando el fuego comenzó a devorarlo todo.

Aun recuerdo el olor del cabello chamuzcado, el sonido de la madera partiendose y los gritos de mi tía cuando intentaba evitar que entrara a buscar a mi hermana. No me dejó. De todos modos fue algo pequeño, los bomberos lo apagaron rápido y mi hermana no sufrió ningún daño. Ni siquiera se había dado cuenta, dormida en su cuarto, con su puerta cerrada a cal y canto.

Aun mantiene la puerta así, y por más que toque y la llame, ella no me contesta. Está enojada y no se por qué.

Así que, como ahora estoy sola con mi tía la loca, prefiero lidiar con los monstruos que habitan en cada esquina de mi cuarto, que con ella, que se arrastra por los pasillos de la casa y grita, como si agonizara.

Subo la cobija hasta que cubre por completo mi rostro y enciendo y apago intermitentemente la luz de la pequeña linterna que cargo conmigo.

Fingo que no estoy. Que no existo. Así he sobrevivido en ésta casa tanto tiempo.

Cuando tocan a la puerta, simplemente desaparezco debajo de mis cobijas. Sé que los peores monstruos son aquellos que aparentan ser buenos, amables. Ellos quieren llevarse a mi tía a una institución mental, pero sé que mienten. Sé que le harían cosas muy malas y por más que me gustaría deshacerme de ella, no puedo permitirlo. Mi mamá se enfadaría mucho cuando volviera.

Asi que intento dormir, olvidar esos pensamientos errático de mi cabeza. Pero como cada noche, mi tía permanece despierta. Escucho los ruidos que hace en la sala: sus conversaciones en la oscuridad con su marido, sus sollozos y lamentos.

Tiene esquizofrenia y como no tiene a nadie más que mi madre, ella la cuida. Y cómo ella ha salido de viaje, ahora yo la cuido.
Mi tía nunca se casó. Dedicó su vida al estudio y al trabajo, y cuando la locura tocó su puerta, se había dado cuenta que estaba completamente sola.

No duermo nada esa noche. Rara vez lo hago. Así que cuando bajo para desayunar, estoy de muy mal humor. Ojerosa y sin gracia.

Mi tía está en la cocina, haciendo el desayuno. Mi madre me prohibió que le dejara acercarse a cualquier sartén siquiera, pero estoy demasiado cansada como para iniciar una discusión sobre eso ahora. Así que simplemente me siento en un banco alto detrás de la isla y la cuido desde aquí.

Ella luce muy feliz cuando me ve. Sonríe con todos los dientes y comienza a platicar animadamente, aunque no estaría muy segura si dijera que habla conmigo o con alguien más.

Dice que su marido va a venir a buscarla, que debe preparar el desayuno para los tres, porque somos su gran familia, y él es un hombre importante y muy ocupado, así que solo vendrá un momento y se irá pronto.

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⏰ Última actualización: Mar 09 ⏰

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