PARTE ÚNICA

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Estar en la vida de John Watson era un deleite, cualquiera que hubiera experimentado la dicha de vivir con él estaría de acuerdo con esa simple deducción. Watson es una persona sencilla, sin muchas complicaciones en las decisiones que toma – como su ropa de vestir, o su clásico shampoo de cabello barato y esa entrañable manera de preparar dos tazas del mismo té cada mañana– , debido a su pasado, su familia, aquello que lo orillo a entrar en campo de batalla; a pesar de eso, es una persona leal, más de lo que cualquier hombre sería capaz sostener por una persona como yo. 

No es que estuviera acostumbrado a la compañía, en general, estar rodeado de personas no era de mi agrado en lo absoluto, resultaba agotador y estresante. Pero, Watson era entrañable y ver su silueta dibujada, desde la cocina, mientras él escribe nuestro último caso y yo simplemente busco una nueva distracción entre todas las cosas extrañas del lugar, se había convertido en una rutina que no quería perder, que no era aburrida a pesar de lo simple y que, al contrario, se había convertido en mi hogar; un lugar donde solo existíamos nosotros dos y se sentía bien, completo.

~ Después de un rato, mis pisadas molestarian a John, tal vez también mis bufidos, por no encontrar nada en qué ocupar mi atención más que en mi querido amigo y no dejarlo terminar de escribir su blog; sería receptor de esas miradas clásicas de “Capitán Watson”y tomaría mi violín, me recostaba en el sillón que da justo al escritorio solo para ver la sonrisa en su rostro cuando escuchara una de sus melodías favoritas. John no tardaría en ordenar comida china y disfrutamos de una tarde común, a veces llenos de sangre y unas más cansados que otras, pero juntos.  

Era, extremadamente, entrañable.

En algún momento, las personas se pusieron de acuerdo para decir que nuestra vida giraba sobre un eje para dar vueltas sobre una luz dorada, solo porque ilumina nuestra vida diaria, incluso había una celebración masiva en todos los países cuando se completaba el círculo. Bueno, John Watson se había convertido en esa luz dorada para mi, todo aquello que hacía que mi vida valiera la pena giraba sobre John Watson.

Tan entrañable y cotidiano como ver el sol e igual de sorprendente cómo saber que está ahí, iluminando mi vida.

No podía irme sin verlo una última vez, este nuevo caso podría acabar con mi vida realmente. Lo ideal es que ya estuviera fuera del país, en Escocia buscando todo lo que Moriarty dejó como objetivos y alejarlos de John, pero no podía dejar mi todo sin tener mi propia despedida.

Me acerqué escondido entre los árboles, usando las sobras de los arbustos como un complemento a mi disfraz. El cementerio se encontraba vacío y mi tumba quedaba bastante retirada, solitaria como en realidad me gustaría descansar cuando muera, John apenas se había movido desde que la Señora Hudson lo dejó solo.

— Una vez me dijiste que no eras un héroe — la voz de John llegó a mis oídos. Me fije en sus manos, hechas puño hasta dejar sus nudillos blancos, se estaba contendiendo —. Hubo momentos en los que ni siquiera pensé que fueras humano.

— Pero…déjame decirte esto…  — su voz se quebró —. Eres el mejor hombre que he conocido y nadie, nadie me convencerá de que me dijiste alguna mentira.

Permanecí en mi lugar, atento a las palabras de mi amigo, arriesgando a que me notara solo para poder escucharlo mejor, para poder ser testigo de la lealtad más sincera que alguien pudiera demostrar en un mundo lleno de jugadores.

John se agacho frente a mi tumba, para quedar a la altura del nombre.

— Estaba tan solo… y te debo mucho — llevo sus manos a su rostro con brusquedad. John no lloraba, nunca lo había visto mostrar signos de ese tipo de vulnerabilidad, era un soldado.

Un Último Milagro (JOHNLOCK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora