Felicity.-
- Te amo, Dios, amo esta tierra firme que piso y siento bajo mis dedos de los pies. Agradezco infinitamente por haberme creado a mí y a mis hermanos con perfección. Reconozco mis defectos y momentos de egoísmo, incluso cuando cedí a las tentaciones susurradas por la voz de Satanás, tentándome a tocarme a mí misma. Pero no te preocupes, no permito que Satanás se apodere de mi mente; siempre pienso en ti cuando eso sucede. Anhelo fervientemente no ser egoísta ni vanidosa, sino que a través de mis acciones, seas tú quien sea venerado, no yo... - suspiré y susurre. - Amén.
Me persiné una última vez antes de levantarme e ir con mi familia a la iglesia. En mi interior, un torbellino de emociones me envolvía, plagado de dudas y culpa. ¿Por qué no le pedía a Dios en una oración que me ayudara a superar mis dudas sobre mi fe? ¿Por qué no clamaba por liberación de esta sensación de estar atrapada en un pueblo con tantas reglas sobre la "no vanidad" o el "no egoísmo"? ¿Acaso era egoísta el solo hecho de cuestionarme? No quería serlo, no quería sentirme así.
- Fe, métete a la camioneta ahora. -refunfuño mi madre.
Mi madre, una figura imponente con su vestido hasta los tobillos, de alguna manera me infundía temor. Con solo una mirada, era capaz de intimidarme y hacerme sentir pequeña por mis acciones o palabras. No quería decepcionarla ni desafiarla, mucho menos ser señalada como egoísta o vanidosa, o incluso como una hija desobediente. Siempre había anhelado ser lo mejor para ella, por eso nunca me atrevía a contradecirla, nunca.
La camioneta arrancó apenas entré, y mi madre no tardó en destacar lo emocionada que estaba por el regreso del hijo mayor del Pastor Cox desde Inglaterra. No lo veía desde hacía cinco años, desde su matrimonio con Allu, una chica de la comunidad. Recuerdo haber sentido una extraña sensación en el pecho aquel día, pero decidí ignorarla. El hijo del Pastor Cox era atractivo, incluso le había mencionado a Dios en una conversación privada.
- Ya tienen cinco años de casados, es hora de que tengan un hijo -dijo mi madre, mirando a mi padre, quien se limitaba a conducir.
Al llegar a la iglesia, saludamos a todos en la comunidad, familias enteras que nos conocían y conocíamos. Cuando la familia del Pastor Cox llegó, automáticamente guardamos silencio y nos sentamos para escuchar la misa.
El calor sofocante del sol que abrazaba todo Maryland hacía que la iglesia estuviera impregnada de calor. Decidí quitarme el sweater azul para sentirme más cómoda. La misa transcurrió con normalidad y al finalizar, todos pasaron a disfrutar de la mesa de bocaditos. Era una costumbre de la comunidad, siempre que terminaba la misa había un pequeño compartir con música cristiana, bocaditos y bebidas para refrescarse del calor.
- Hey...
Mi hermana Clowei apareció a mi lado, mostrándome su dedo lastimado, el cual besé con cariño.
- Ya pasará, Clowei, tranquila -susurré tratando de calmarla.
Clowei sonrió con ternura y luego señaló discretamente a mis padres, quienes conversaban animadamente con el pastor Cox y su hijo, Gem Cox.
- Creo que Gem te pedirá en matrimonio para finales de año -murmuró Clowei a mi oído con un tono juguetón.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Cómo era posible eso? Gem Cox y yo nunca habíamos cruzado palabra dentro o fuera de la iglesia. Jamás.
Golpeé levemente el hombro de mi hermana menor y fruncí el ceño instintivamente. - No digas tonterías, eso no va a pasar.
Pero apenas pronuncié esas palabras, mi madre me llamó para acercarme a donde estaba ella con mi padre, el Pastor Cox y su hijo Gem.