Une conversation sans plus attendre

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—¿Lalisa Manobal?—la pelinegra se levantó de la silla y tomo su chaqueta américa, saliendo de su oficina mientras hablaba alterada al recibir '¿Tienes tiempo para hablar?'.

Ahora ella alisó si cabello mientras esperaba paciente en el café dicho, un viernes, a las 4 de la tarde, esperando a Roseanne.
Lalisa, si podía ser honesta, no esperaba ninguna llamada de la mujer casada porque sabía, y se veía, que era una mujer fiel, honesta, amable que no miraría con otros ojos a cualquier persona que no fuera su esposa.

Lamentablemente, Jennie, no era así.

La mujer más amable, linda, gentil, con una sonrisa hermosa pero triste estaba casada con, una hija de puta. La pelinegra tomó su café, pero se levantó al ver a Rosé entrar, luciendo entre los demás.
Apenas la vio fue con ella, sonriendo, con esos labios alzados de una forma triste y ojos hinchados.

Apenas se sentó, suspiro, riendo.

—Yo no sé que estoy haciendo, no es de mi encontrarme con otras personas que no sean mis amigas los jueves—su mano tocó levemente la de la otra, sonriendo.

—Podemos considerarnos amigas...—Rosé río, quitando esa mano excusándose que la levantó para ordenar algo, pero después de eso, la aparto leves centímetros de la más alta. La vio fija—¿Para qué querías verme, a mí, Roseanne Kim?

—Quería hablar, de algo que no puedo hablar con mis amigas, mi amiga es doctora, cercana a Nini, las demás son muy, chapadas a la antigua, las que creen que deben tener a sus esposos y esposas felices y si no lo son, es por ellas, quería simplemente desahogarme—su mano temblando cuando quería apartar su mechón que caía, y suspiró.

Lisa esperó lo peor, esperó muchas cosas, y Rosé notó eso, por lo que de forma rápida hablo— no es nadie agresiva, ni brusca, nuestros 12 años casadas y los restantes de novias jamás hizo siquiera una broma brusca, no es eso—ahora cubrió su rostro, riendo nerviosa— pero es que, han pasado muchas cosas...

La más alta volvió a tomar café, viéndola, diciéndole que hable con esa mirada llena de compasión. Rosé se quitó el anillo, viéndolo.

—Hace tres semanas descubrí que me es infiel y hace una semana descubrí que estoy embarazada, dos semanas, en una de esas veces que ella llegaba a la casa y en la noche quería otro tipo de tacto, y es tan, estúpido, porque yo quiero creer que la otra mujer es sólo alguien de quién se aburrirá en unos días y después volverá a mí, dejando a la otra mujer para volver con SU mujer, con la que tiene su amor, o algo así, con la que llega y besa, abraza, y jura que la ama, con la que trata con delicadeza, dice amar...

Oh. Lisa sólo se sentó mejor, escuchando a la mujer que estaba entre llorar o no contando, todo.
Desde cómo lo descubrió, con la sospecha hasta verlas besándose y después a su esposa besarle e inhalar parte del cuello, sonriendo, hasta cómo, llegó a pensar que el embarazo fue una gran noticia para unirlas y hacerla que la deja.

La pelinegra solo volvió a acercarse, tomando su mano, diciéndole algo que probablemente, Rosé sabía.
La sorpresa era que no.

—Ella no merece a una persona tan buena como tú.

Rosé alisó su pelo mientras suspiraba, viendo su té de matcha intacto y sonó su nariz, negando, suspirando.

—Sólo me gustaría saber por qué, por qué de un día para otro todo el amor que me he la se esfumó, la adoración que juraba, la fidelidad que juró, Lisa, porque después de todo lo que hizo, lo juró, no sé por qué, no me dijo que ya no me amaba...

Lloró. Rosé ahí se soltó mientras se ocultaba y sollozaba en sus propias manos, derritiéndose entre ellas mientras sentía que las ocupaba, que ellas eran más grande que ella y que, la tenían. Tembló mientras lloraba, quejándose, y Lisa, Dios, ella sólo podía acariciar su brazo porque no quería incomodar a la pequeña pelinegra que se deshacía entre llanto, uno doloroso.

Uno que si Jennie escuchaba, se sentiría completamente culpable y Lisa esperaba, que deseara hasta la muerte. Alguien que dejó en ese estado a Rosé, la esposa que de todos modos sigue amando, esperando, aun sabiendo que puede que la esposa no quiere eso.

La mujer que la esperaba con los brazos abiertos, con el amor dispuesto a dar, a esperar, a jurar y hasta cuidar, en un hogar lleno de amor. Lisa suspiró, tomando por completo el brazo de Rosé para acariciarlo.

Sólo habló, habló pensando que lo que dijo fue egoísta en todo el sentido de la palabra, pero, hasta menos egoísta que Jennie.

—Déjala.

¿Cómo, si vivió desde los 14, enamorada de ella?
¿Si Jennie a los 13 años le dijo, bajo un árbol de cerezo que se quería casar con ella y a los 15 le pidió su mano, hablando con su madre?
¿Como si estaba casada con Jennie desde los 19?
Justo antes de terminar y ejercer su carrera, una vida con ella, enamorada, diciendo que se amaban profundamente.

Rosé limpió sus lágrimas con la servilleta con algún decorado de pato, y río, negando.

—Decirlo es tan fácil... No puedo, ¿Sabes por qué? Porque la sigo amando, yo la quiero seguir esperando a que llegue y me diga que me ama, la quiero seguir esperando, pero una parte de mí, está cansada—triste mujer. Lalisa la miró—aparte, ¿Dónde iré? Me gradué pero nunca ejercí porque ella me dijo, de todos modos nunca faltó nada, mi mamá, no me gustaría contarle algo tan doloroso ella adora a Jennie, aparte—

—Puedes quedarte conmigo.

Rosé se quedó sin aire. Ella sólo río, queriendo ver una mueca de inseguridad de Lisa pero no recibió ningúna, lo que recibió fueron otras palabras.

—Dijiste que en tres días es su aniversario, dile ese día y abandónala quitándole la mitad de su dinero de la cuenta, quédate conmigo... En lo que buscas un trabajo se pueden ajustar las cuentas, no podré tenerte 'como reina' como ella lo ha hecho, pero por lo menos no te sentirás tan sola, sólo, ella te hace este daño, te baja el autoestima, es egoísta, Roseanne, ella te ha hecho pensar que no vales la pena, no mereces estar con alguien que no te tenga de primera opción.

La mayor sólo suspiró, riendo, pero sacó el dinero de su té para salir, entregándole un papel con su número a la más alta, habló, negando, pero todavía riendo.

—Yo... Tendré que pensarlo, en lo de dejar a Jendeuk.

Jendeuk... Si.

Lisa sólo suspiró, viendo el dinero de la mayor, y sólo mordió su labio, arrancando un poco de piel reseca en el proceso.
La seguía amando, estúpidamente, pero lo hacía.

Aunque hubiera otra mujer.

The Other Woman | ChaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora