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Tres años habían pasado desde aquel día en el que Antonio y Carlos se habían unido en matrimonio. Su relación se fortalecía todos los días con pequeños detalles, como preparar una taza de café tal como le gusta al otro, nunca olvidarse de decirse cuanto se aman, realizar esa actividad de la casa solo porque sabes que a él no le gusta hacerlo.

Pero hacía falta algo, algo que habían buscado varios meses lamentablemente sin éxito, un bebé.

La adopción no es algo fácil, pero no se rendían, habían visitado muchas instituciones, habían conocido a tantos niños increíbles, pero no encontraban aquella conexión, pero nada podría detener su búsqueda.

.  .  .

La noche caía en la ciudad, gotas de lluvia empezaban a caer cada vez  con más frecuencia, el cielo estaba completamente lleno de nubes, muy seguramente llovería toda la noche.

La noche llegó a su punto máximo, seguía lloviendo, todas las calles estaban solas excepto aquella que llevaba a esa institución en el centro de la ciudad, una mujer caminaba apresuradamente con algo entre los brazos, volteando con frecuencia, una vez que estuvo segura de estar completamente sola se acercó a la entrada y antes de llamar a la puerta dió la última mirada al pequeño bulto en sus brazos.

El pequeño bebé se movió al sentir el ambiente frío, inconsciente de su destino se removió un poco buscando nuevamente el calor.

—Lo siento pero esto es lo mejor para tí.— aquella mujer lo acomodó en el piso buscando el lugar más seco y llamó a la puerta para luego salir corriendo.

.  .  .

Era una mañana fría, la noche anterior había llovido hasta la madrugada.

—Buenos días, amor. — Antonio abrazó por la espalda a su esposo mientras este terminaba de servir el chocolate que había preparado.

—Buenos días.—dejó lo que estaba haciendo para voltear y dejar un pequeño beso en los labios de su amado. —Llegas justo a tiempo.

Carlos miraba muy atentamente la taza entre sus manos ¿Que era esta sensación?

—¿Está todo bien?—Preguntó Antonio, pero no recibió respuesta.

Antonio estiró sus manos buscando las contrarias, Carlos correspondió y entregó sus manos, sentir el calor de su amado le reconfortaba bastante, tenía ese don de casí hacer desaparecer sus males con solo el toque. Ambos se miraron y sonrieron levemente, con solo saberse juntos la vida era mejor.

El momento fue roto por el sonido del teléfono sonando.
Carlos iba a levantarse, pero fue detenido por su esposo, quien se aproximó al teléfono.

—¿Diga?... Buenos días, si habla Antonio .... Si claro...—anotó algunas palabras en la hoja que tenía al lado— Perfecto, muchas gracias, ahí estaremos.

Carlos esperaba ansioso por saber de que se trataba, su corazón latía rápido, no sabía por qué, no era en mal sentido, todo lo contrario.

—Mi amor... Quizá este sea el día.

Los ojos del alto brillaron al instante, no hacían falta más palabras, rápidamente se levantó de su lugar y abrazó a su esposo, ambos estaban emocionados.

.  .  .

El pequeño bebé abrió sus ojos, la luz del día le era un poco incómoda pero poco a poco logro adaptarse.
Pequeños quejidos empezaban a salir de sus labios, esa cuna era bastante incómoda.

El calor del amor [Toño R. X Acevedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora