Ser.

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Todas las mañanas de tardanza danzan a la espera de un flechazo inesperado, esperando en un adelanto de un sonoro zapatazo al final de la estación. Esas botas de cadenas siempre anuncian la llegada del nuevo tren a las 7:30; a tú lado, con la nada de las vías férreas frente a nuestras indiferencias, nuestras conferencias y nuestras abstinencias.

Los reojos de mí naturaleza siempre fueron molestos, siempre creí que ese lado de tú personalidad se cabreaba pero nunca lo llegué a pensar con claridad.

Tan cerca, con esos hombros descubiertos ante los trabajadores. Cada mañana, siendo parte del aumento de masas.

Las puertas se abrieron a nuestras anchas, me esperaste, lo hiciste. Di el primer pasó ante las personas anhelantes, y frente a ti, tú mirada sedentaria. Con esas miradas disparadas a las puntas de cada estrecho; de pronto, me miras y con el sopló de mí corazón, resguardó aquel suspiró.

Atenta a la mirada de pez ahogado, siempre rechazas mis ausencias. Eso me da un palpitón en el pecho que no puedes imaginar. Sabrías que eres mí único pensamiento sí esa mirada fuera correspondida con esas ansías.

La única pérdida del momento, con aquella oscuridad tras aquel túnel. Cada mañana la misma transacción, hasta qué en esa última estación, dejas aquel rojizo y das la vuelta hacía esa salida.

Me gustaría perseguirte y saber lo qué desearías ser.

Lo qué deseamos ser.

JUEVES

Cada tarde, al salir de las férreas escolares, pasó sobre aquel arbusto de miles de rosas. Todos aman ese arbusto, arrancar sus pétalos no agradaba del todo a la señorita encargada pero siempre llegamos a reponer en ellas las luces necesarias.

- Enid, al alba - escuché.

Con el calor del momento, todo el mundo paró a mí alrededor. Mis suspiros disparados salieron de aquel encierro al mirarte cerca de aquel arbusto: Lo miraste con esa mirada resentida, acercaste esos dedos a las puntas de esos espinales hasta brotar el líquido vivo. No dude en qué arrancarías una de esas bellas flores, pero te fuiste con ese ardor entre los dedos sin esperar un centenar de luces.

No fue la última vez que te miré aquel día, fue la misma razón por la qué te miré en cada mañana durante esos meses.

- Te haré saber su nombre, no lo dudes - prometió - alguien de esa bola de vándalos deberá conocerla, de no serlo, les sacaré la información a verg... - interrumpí.

- Comprendo - reí - no seas obvia, por favor - le pedí.

Ella respondió con aquella señal que amaba caracterizar. Un soldado de buena gama, o un espía de mala calidad.

En la estación todo se encontraba vacío, con ese silencio. No te miré a los alrededores, aunque esperará más de lo debido por otro vagón. No podía rendirme cuándo tenía la esperanza de mirarte por tercera vez... Pero nunca lo fue.

Frente al rojizo natural estaba ese vacío, no pensé que llegarás pero... Escuchar esas cadenas al final de ese eco formó la más horrenda sonrisa en mis mejillas. Un rayo veloz al final de ese vagón, con el sudor al filo de esos mechones y una mirada preocupada.

No paré de sonreír cuándo esas puertas cerraron sus veredas, eras una velocista.

Nunca dejaste de mirarme, y yo nunca me atreví a cruzar el vagón y preguntarte: "¿Quién eres?"

[WEDNESDAY] Jueves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora