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Josh

Estaba concentrado en entrenar al gato naranja que había elegido entre todos los animales del refugio. ¿Por qué lo había elegido? Muy fácil. Hace un rato, mientras Alex nos daba opciones para elegir nuestra mascota, me di cuenta que este gato era el más inteligente de los demás. Cuando les sirvieron de comer, tuvo la audacia de empujar con su pequeña cabeza una de las puertas del albergue para evitar que entraran los demás gatos así que tuvo toda la comida para él antes de que se dieran cuenta.

No elegí ningún perro aunque fuera más fácil de domar. Mis razones eran obvias. No me gustaban, y desde aquel incidente en mi infancia prefería alejarme de ellos. Tampoco me gustaban los gatos, pero al menos podía entender que tuvieran cara de pocos amigos porque así me sentía yo la mayor parte del tiempo.

Quizá tenía más en común con ellos de lo que pensaba.

Lo cierto es que mi gato naranja fue una buena elección de compañero. Logré pasar el primer reto con excelente puntuación para la desgracia de Tim el fotógrafo. El segundo reto era un poco más difícil y consistía en usar un aro más grande y lograr que el animal pasara por este dando un salto.

Sabía que los gatos podían saltar, sin embargo, mi gato me observó desde su lugar como si tratara de comprender que estaba haciendo. Comenzó a restregarse contra el césped de nuevo, como si esperara que le acariciara la barriga.

—Gato, mírame. Tenemos que ganar esto.

No supe si lo entendió, pero logré obtener su atención porque me maulló.

—Sí, lo sé. A mí tampoco me caen bien, pero si ganas, obtienes dinero para tus croquetas.

Moví el aro de un lado a otro obteniendo su atención. Si motivaba su instinto de caza, podía lograrlo. Él se levantó y sus ojos felinos observaron con atención mis movimientos, entonces comenzó a hacer un baile extraño en sus patas traseras y saltó.

Todos aplaudieron cuando lo vieron pasar por su aro.

Pasé el segundo reto sin problemas, aunque el molesto de Tim también. Los demás en mi equipo tampoco eran una luminaria, pero estaban haciendo su intento por dominar a sus animales. Mientras esperaba mi turno, Max se acercó a acariciar al gato.

—Veo que le agradas, no es tan fácil domar a un gato —sonrió.

—Simplemente tenemos objetivos afines —alcé mi hombro.

—Podrías adoptarlo ¿sabes? Darle un hogar.

Miré al animal, que ahora daba vueltas en el césped como si estuviera drogado con anfetaminas. Era cierto que mi perspectiva de los animales era mala porque creía que no podían educarse. Al menos hasta ese momento cuando un gato aleatorio me demostraba que no era tan cierto.

Además le gustaba restregarse contra mis piernas.

Negué.

—No puedo tener animales en casa.

—¿No puedes o no quieres?

De verdad estaba tratando de conseguirle hogar a aquellos animales, podía ver como los miraba con tanto amor y cariño que incluso podía entender que los demás también quisieran. Me sentí tentado.

¿Por qué Max siempre estaba tan obsesionada con los animales? La miré y junté mis cejas.

—Tengo una duda, ¿por qué amas tanto a los animales como para apoyar este lugar?

Miró hacia el gato y luego a los demás perros que corrían siguiendo los juegos de su hermano. Por alguna razón, sentía que sus motivos estaban disfrazados de algo más. Sí, le gustaban los animales, pero una motivación más fuerte estaba detrás.

La manifestación del amor | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora