1 : ¿Salvación?

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— Falta muy poco para aterrizar, Jefe.

— Perfecto.

Jungkook había viajado durante más de veinticuatro horas para manejar personalmente uno de sus negocios. La presión lo había hecho ceder y ahora se encontraba en otro continente. Sumado a esto, se había centrado tanto en los acuerdos que tenía en Japón que se distrajo durante algunos meses de lo demás que se mantenía pendiente. No obstante, aquello resultó en pura conveniencia, de no ser por ello, no tendría tantas conexiones actualmente. Los negocios necesitaban de mucha paciencia, sobre todo si eran ese tipo de negocios.

A sus veintinueve años era el traficante de armas más solicitado por las grandes mafias del mundo, interceptado justo en el medio de una inmesurada telaraña de organizaciones corruptas. Sin querer había sido protagonista de un sin fin de polémicas luego de haber salido de la cárcel a los veintitrés y, aunque no lo pareciera, fue gracias a ese nefasto lugar que había conseguido escalar en la pirámide de poder desde adentro. Hoy día contaba con personas movilizándose para él, que se encargaban del arduo trabajo que una vez por sí solo tuvo que forjar. La satisfacción de ser su propio jefe se sentía como algo fructuoso que no muchos entenderían. Todo funcionaba tal cual él lo dictaminaba, y era tan satisfactorio tener las cosas bajo control.

Así era su vida.

Llegó a su destino, se quitó el equipo de seguridad y bajó del helicóptero junto a dos de sus escoltas, Kim Namjoon, quién era su mano derecha, y Cha Eunwoo, su otro hombre de confianza. Ambos tenían un largo historial y habían sido abrazados por su protección en momentos cruciales de sus vidas. En retrospectiva, llevaban trabajando para él desde su salida de la cárcel. En el lugar de encuentro lo esperaban uno de sus socios y la seguridad rodeándolos a donde fuera que volteara a ver. El día estaba caluroso, los mosquitos comenzaron a chuparle la sangre apenas bajó. Aquella zona estaba en un punto borroso del mapa, cubierta por completo de naturaleza tropical. Papúa Nueva Guinea parecía estar al fin de la desolación mundial, perfecta para tener un pequeño punto de intercambio y unos cuantos almacenes camuflados en una de las islas más olvidadas. No era nada especial.

Con una media sonrisa y la galante confianza que lo caracterizaba se acercó, acomodándose la camisa hasta los codos. Un cúmulo de trabajadores los recibieron con respeto, siendo cuidadosos al mostrarles el camino. El suelo estaba resvaloso y todo lucía como si hubiese pasado un remolino, producto de las lluvia torrencial que había estado azotando la isla los últimos días. En pocos minutos la humedad comenzó a pasarles factura, al igual que los mosquitos. Luego de haber aplastado uno, Jungkook observó con una ceja alzada la sangre en su mano. Se limpió con un pañito que tenía dentro de su pantalón, volviendo la vista al frente.

— No creo que sea bueno para nuestra piel perder mucho tiempo, Patrick.

Su robusto colega de unos cuarenta años soltó una carcajada apenas escuchó ese comentario, dándole la razón en breve. Mientras, Namjoon se acercó a Jungkook para darle un tubito de crema repelente, alejándose en silencio.

— Siempre tan carismático, Jeon.

— Creo que solo tú puedes reírte de las cosas que digo.

— Bueno, si lo dices así tal vez sea cierto. ¿Cómo han estado las cosas en Japón? escuché que vienes de unas pequeñas vacaciones.

— ¿Vacaciones? Ojalá tuviera tiempo para algo así. — Jungkook siguió caminando un poco delante de Patrick, con una sonrisa tranquila y las manos sobre la espalda, haciéndolo ver autoritario —. ciertamente habían unos cuantos asuntos pendientes, pero todo va marchando.

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⏰ Última actualización: Nov 03 ⏰

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destinato a la visión さ : kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora