Cuando sus ojos se acostumbraron de nuevo a la luz, pudieron ver aquel pasillo angosto, rodeado de muros en forma de arco y la cúpula avidriada que había visto con tanta impresión el verano pasado. Enfrente de la fuente que adornaba la gran estructura, estaban sus amigos. Harry y Ginny se apresuraron a reunirse con el grupo que parecía esperarlos con ansias.
—¿Por qué tardaron tanto? —preguntó Ron; más que como sospecha, sonaba una pregunta casual. Aunque Harry pareció malinterpretarla, pues se puso nervioso, cosa que extrañó a Ron, divirtió a Hermione y despistó a Neville, mientras que Luna estaba más concentrada en mirar el mecanismo del chorro de la fuente, que caía de la varita de la bruja personificada en piedra caliza.
—La moneda no entraba —se excusó torpemente el pelinegro. Ginny, al ver que el chico no salió avante de la pregunta que en principio no era complicada, atinó a decir:
—Hay que darnos prisa.
Por suerte, todos concordaron con el comentario y se apresuraron al elevador. Harry pulsó, casi de un golpe, el último botón; al hacerlo, la puerta se cerró y el elevador empezó a descender.
La misma voz de la cabina iba avisando los pisos a medida que bajaban, hasta que por fin expresó:
—Séptimo piso, Departamento de Misterios.
Las puertas del elevador se abrieron, quedando los chicos presos de la oscuridad y el frío oriundo de aquel lugar, como se había percatado Harry en su primera visita consciente y en todas las anteriores, aunque dormido.
—Lumos —mencionó el chico, haciendo que de la punta de su varita emanara una luz blanquecina. Los demás muchachos hicieron lo mismo.
—No se alejen —avisó, para después avanzar a paso lento y recatado, por si aquello, como había advertido su brillante mejor amiga, fuese una trampa.
Los chicos llegaron hasta una puerta negra, la que Harry tantas veces había visto en sus pesadillas, con una matrícula que rezaba en letras doradas: «Departamentos de Misterios: Sala de Profecías». Harry giró la perilla lentamente y, para su sorpresa, la puerta se abrió. Al chico le entró un escalofrío, pues sabía que eso no era ni normal ni bueno; sus amigos se habían percatado de lo mismo, y en sus caras había terror, pero con gran temple se adentraron, encontrando delante estanterías repletas de esferas de cristal que emanaban hilos finos, casi fantasmales, de brillo azul.
—Es aquí —avisó Harry, conteniendo la respiración por el miedo y el deseo de no haber llegado tarde. A paso firme y tomando su varita con fuerza, avanzó por los oscuros pasillos, volteando a todos lados en busca de Sirius o, en su más desgraciado defecto, de Voldemort.
—Harry, las estanterías tienen números —advirtió Hermione al pelinegro—. Estamos en la noventa y seis...
—Harry —expresó ahora Neville—. De hecho, aquí hay una con tu nombre —siguió el muchacho sorprendido. Harry ahora compartía el mismo sentimiento, pues se apresuró hacia donde estaba Neville y tomó la esfera, visualizando las nebulosas que jugueteaban en el cristal. Pasados unos momentos, mientras examinaba meticulosamente la bola de cristal, pudo escuchar una voz ronca en su interior que rezaba:
«El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca. Nacerá a finales del séptimo mes. El Señor Tenebroso lo reconocerá como su igual, pero él poseerá algo que el Señor Tenebroso no conoce.»
Harry, con sorpresa y ensimismado en su infinita curiosidad —cualidad que, mezclada con su valentía, lo había llevado a esa situación— giró de pronto al escuchar unas pisadas sonoras. Aunque debido al eco del lugar, hasta podrían percatarse de la presencia de un Jobberknoll. Apuntó la varita hacia las sombras y pudo ver cómo de ellas emergía una figura alta, de piel casi pálida, con una cabellera abundante y rubia. Por un momento vio a Malfoy y, aunque no falló en el apellido ni en la estirpe, se adelantó por una generación.
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Harry Potter y la Orden del Fénix. 2.0
Fanfiction¡Hola! soy un gran fanático del mundo mágico de Rowling y hace mucho empecé a leer historias que los fans hacían en esta plataforma, me emociona la idea de crear algo así. Por supuesto, la base argumental de las historias que haré, serán de las pelí...