Igualmente posible

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Cuando era niña me detenía a mirar una casa con un huerto donde crecían, entre otras cosas, gardenias, limones y ardillas. Un día vi cómo las calabazas, usando sus largas raíces como si fueran patas, de repente se levantaron varios metros en el aire y se fueron.

La viejita que vivía ahí las miraba, pero solo sonreía. Así fue como conocí a Lilith Chávez, y a partir de ahí solía ir a jugar en su huerto, donde crecían zapatos y girasoles que el Sol no dejaría de mirar hasta que se marchitaran.

Casi de inmediato, la gente de mi pueblo, armada con machetes y palos temerosos, le exigieron a Lilith que terminara aquel día eterno. Ella al principio se sorprendió por la conmoción causada por algo tan sencillo, y después se limitó a cubrir los girasoles con una sábana. En ese momento el Sol desapareció y nos dejó en completa oscuridad por un par de días (¿o noches?).

La gente entonces tomó la irracional decisión de quemarla a ella junto a su huerto. Un día la atraparon e hicieron una enorme hoguera. Ella en ningún momento se resistió, quizá porque no comprendía lo que estaba pasando o quizá porque quería ver cómo terminaba. El fuego rápidamente se expandió y lo consumió todo excepto a ella. Muchos huyeron despavoridos, incapaces de comprender por qué una bruja como ella no ardía (ya que es tristemente sabido que el hechizo más común de las brujas es la inmolación).

Pronto las llamas quemaron las sogas que la ataban, y ella salió de su huerto. Los pocos que seguían ahí la llamaban "demonio" y "monstruo" sin atreverse a nada más.

Pero ella no les hizo caso y siguió adelante. Solo se detuvo al verme. Yo lloraba y lloraba por el huerto, lloraba por las codornices plateadas y las flores de cristal. Le pregunté entre sollozos por qué hacían eso, por qué destruían lo único bonito en un lugar que hasta Dios había olvidado.

—Mija —me dijo—. La gente destruye lo que no comprende, y esto es no es tan malo ya que, si lo comprendiera todo, entonces nada sería especial.

Ella puso su mano sobre mi cabeza y se fue.

Su huerto pronto se transformó en un arado como cualquier otro, y la gente de mi pueblo decidió nunca hablar al respecto.

A partir de ahí se ha visto a Lilith Chávez alrededor del mundo. Un día la encontraron pescando ciclones en Afganistán, y el otro amansando tormentas en Bolivia. También se decía que varias brujas escandinavas intentaron que les enseñara su magia, pero ella se negó ya que el aprendizaje es la forma más simple y aburrida de descubrimiento.

Su influencia en el mundo fue tan grande que pronto surgieron varias sectas. Las primeras se encargaron de discutir cuáles anécdotas de Lilith eran canónicas y cuáles no, pero en mi opinión ese nunca fue el punto: no importa si son ciertas o falsas, sino que todas son igualmente posibles.

La siguiente oleada de sectas teorizaba sobre el mundo de acuerdo con las enseñanzas que inferían de su maestra. Los Creadores de Lilith decían que la historia, al ser escrita y después interpretada por el hombre, era tan real como ficticia. Cualquier mito, cualquier mentira de conquistares, cualquier teoría de conspiración era igualmente válida y posible, formando una infinidad de ramas, una infinidad de pasados igualmente verdaderos.

La Gran Mentira consideraba que, como ya lo había comprobado Lilith en innumerables ocasiones, las ciencias fallaban al comprender el universo caóticamente perfecto y solo describían una realidad platónicamente irreal y aberrante. Incluso consideraban el simple acto de contar como una abominación, ya que ningún otro ser en el universo conocido lo hacía.

Era de esperarse que hubiera discusión entre algunas de estas sectas. El Silencio de Lilith, por ejemplo, se negaba a usar cualquier tipo de lenguaje, pues las palabras definen a las cosas y por ende las condenan a lo ordinario.

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