Capítulo 10.

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- Postergaron la unión por temas de política. - le comentaba Amaité a su hija mientras tomaban el desayuno.

Huáaneri se quedó quieta con él bocado a medio camino, esa era una buena noticia para ella, así le daría más tiempo para calcular sus movimientos, más tiempo para buscar cómo evitar esa unión.

- ¿Qué temas? - preguntó.

- Parece que algunos líderes de otras comunidades están teniendo problemas en sus tierras, por lo que tienen que resolverlo antes de poder venir.

- Y pospusieron mi casamiento por ello, ¿no es así? - volvió a preguntar.

Pretendía que su tono de voz sonara molesto, quería verse interesada en su unión delante de sus padres.

- Sé que te molesta pero así están las cosas, hija.

- ¿Cuánto se pospuso? - preguntó Huáaneri.

- Un par de lunas, pero el tiempo pasará rápido, ya verás. - Huáaneri le sonrió con gesto genuino a su madre.

De verdad estaba feliz, eso era más tiempo del que ella pensaba pero estaba perfecto. Eso también significaba que las actividades pararían hasta nueva orden y todo volvería a la normalidad por el momento.

- Buen día, mis amadas. - entraba Balaam con una increíble sonrisa a brazo extendido para saludarlas.

- Cariño, siéntate a comer con nosotras. - propuso su madre y Balaam aceptó.

- Ekuneil irá con nosotros, he brindado nuestra presencia en los debates internos con las otras aldeas. Digamos que es un acto de solidaridad. - mencionó minutos después.

- Eso estaría bien, así poco a poco lo van conociendo también. Que esté a tu lado, será una buena idea. - alabó Amaité.

- Espero puedas comprender esta situación, hija mía. - le pidió Balaam a Huáaneri.

Ella respondió:

- No te preocupes, padre. - le sonrió. - Esperaré el tiempo que sea necesario. Así aprovecho y continúo con mis clases.

Balaam estaba maravillado, pues su hija se mostraba más comprensible de lo pensado. Se había creído muy bien la fachada de su hija, pensaba que por fin el joven Ekuneil empezaba a interesarle.

- Me parece muy bien, esa es mi hija.

Los tres continuaron alimentándose y mientras, Huáaneri no cabía de la felicidad porque ahora que su padre y Ekuneil no estarían, tendría más tiempo y libertad de salir al bosque.

(•••)

- Es una pena que tengan que irse. - le dijo Huáaneri a Ekuneil, quien preparaba a la bestia para el viaje.

- Siento que no te importa en lo más mínimo. - le dijo él sin mirarla.

- No entiendo por qué dices eso, si mi padre va ahí. Así que sí, me importa.

- ¿Y yo no te importo? - le preguntó deteniéndose de su labor para acercarse a ella.

- Para nada, por mí puedes quedarte adónde sea que vayan esta vez. - le respondió altanera.

Luego recordó su plan de fingir interés en él por sus padres y decidió cambiar el tema.

- Imagino que van en bestia porque los perros no podrán transportarlos. - le dijo alejándose y Ekuneil volvió a lo suyo.

- Así es, no hay suficiente nieve para que puedan llevarnos. Sin embargo, los llevaremos porque estimamos que pronto empezará a nevar.

Ella miró al cielo. El verano no era fuerte en su región, a duras penas podía derretir toda la nieve para dejar ver lo que ellos conocían como primavera, pero el frío siempre estaba ahí. Sin embargo, Ekuneil tenía razón. Vio que éste intentaba atar una soga al rededor del animal y prefirió ayudarle.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora