XXIX

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Un gran charco de café y varias tazas destrozadas yacían en el suelo, un hombre se había tropezado con Beatriz tirándole encima todo el líquido humeante

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Un gran charco de café y varias tazas destrozadas yacían en el suelo, un hombre se había tropezado con Beatriz tirándole encima todo el líquido humeante. De inmediato aquel se disculpó una y otra vez, pero ella no respondió, se había quedado estupefacta... Ya no faltaba nada para la reunión con Zhao Zi y de solo pensarlo, un horrible escalofrío le caló el cuerpo ignorando el abrasante café, las manos le temblaron y el corazón le latió cada vez más rápido.

Hurry! bring me the first aid kit with extra gauze. Please —intervino Armando, el hombre pareció entenderle así que de prisa se movilizó —¿Te duele?

Ella le ignoró, en ese momento no pudo pensar en nada más que en su vestido. Corriendo encontró un par de servilletas y aunque su pulso era inestable las frotó con fuerza sobre la pegajosa prenda, las manos se le impregnaron de leche y café pero no importaba que tanto tallara, las manchas no se iban.

—¡Te vas a lastimar! —exclamó Armando al encontrarla, de inmediato trató de detenerle las manos, pero ella puso resistencia.

—¡Déjame!

—Beatriz...

—No puedo ir así con Zhao Zi —murmuró con frialdad tomando más servilletas mientras las manos le temblaban.

—Podrías agendarla otro día.

—No, no puedo.

—Tu cuello...

—¡No te metas! ¡Déjame en paz!

De repente, con la mano que no traía el botiquín la tomó y trató de llevársela.

—¡Déjame en paz! —musitó con seriedad tratando de zafarse.

—Está bien, te soltaré si primero me dejas ayudarte.

Beatriz le miró y poco a poco sintió que la gente empezaba a acercarse, así que asintió y de inmediato se dirigieron al tocador de damas. Durante el trayecto no hubo palabra alguna, solo un denso silencio. Al entrar, algunos susurros juzgadores se hicieron presentes, Beatriz trató de ignorarlos y para alivio suyo cuando la puerta se cerró ya no fue capaz de escucharlos.

Armando dejó el botiquín sobre el tocador, tras quitarse el saco y arremangarse tomó un paquete de gasas y abrió el grifo; parecía saber lo que hacía. Con cuidado se acercó a ella que aún tenía los músculos tensos y una postura a la defensiva, toda su parte superior izquierda estaba afectada por el café, parte del cuello se le veía ardiendo, así que delicadamente le colocó la gasa mojada con afán apagarlo.

—¿Te duele?

Ella asintió tratando de evitar verle.

Inesperadamente unas lágrimas se le escaparon y para sorpresa de ella, él pasó con cuidado otra gasa limpiándole las mejillas. En respuesta Beatriz le miró y encontró el brillo de siempre en sus ojos; aquel que le daba tanta alegría, aquel que le decía que todo estaba bien... Aquel que nunca había cambiado.

¿Quién eres? || Betty en NYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora