Soy una persona relativamente solitaria, he estado solo desde que tengo memoria. Abandonado por mis padres, en las calles de Osaka. Dejándome a la deriva en aquel lugar, sin tener un peso para poder seguir manteniéndome. Recuerdo ese día con claridad, el como todos pasaban de mi constantemente. Mi aspecto era el de un niño, hasta que te fijabas en mis ojos.
Llenos de desolación, ni una pizca de brillo en estos que representase algo de pureza. Ya había pasado las suficientes calamidades de la vida, como para ser comparado con un hombre. Suficiente dolor para entonces, no me hizo diferencia quedarme ahí. En mi subconsciente solo se alojó un objetivo, ese que había desarrollado con el escaso cuido de mis padres.
El poder sobrevivir en esta vida, más que solo vivirla como el resto. Mi mirada solo se coló en aquellos que era como yo, recibiendo ayuda de estos como igual. Termine siendo criado prostitutas del lugar, genere una especie de sentido de maternidad en ellas. Me oculté debajo de sus faldas cuanto pude, sabiendo muy bien lo cortas que estas eran. Una analogía de mi parte, pretencioso ante mi inefable destino.
Me termine convirtiendo en lo que, sin querer normalice en mi subconsciente. Tantos años de historias y vivencias que me llevaron ahí. Un callejón sin salida al que yo, había caminado por mi propia cuenta. Influenciado por lo que estaba a mi alrededor, para mí no fue complicado darle un precio a mi cuerpo. Todo tenía un precio en esta vida supongo y un cuerpo solo era un montón de partes sin sentido alguno.
Me obligue a pensarlo así por años, ellos nunca me tendrían completamente. Mis sentimientos guardados solo para mí, eran lo único que me quedaba intacto. Ninguno de esos cerdos se podía atrever a intentar quitármelo, ellos no podían generar otra cosa más que asco en mí. Esos pensamientos calaban indirectamente en mí y el dinero empezó a perder ese significado vital.
_ ¿Alguna otra cosa más? _
Menciono Yukika, la vendedora de Chanel. Ella tenía todas mis compras tomadas, sus brazos molestos de tanto peso, pero su sonrisa muy amable. La comisión sería buena, ella seguro lo pensaba. Era cliente frecuente ahí y siempre la buscaba solo a ella. Era la única que no me juzgaba, pues entre puertas se hablaba de mí. Hay cosas demasiado obvias y me tocaba aceptar todo aquello.
_Estoy bien. _Digo justo.
Descanse mi rostro de toda expresión, colocándolo neutro ante la interacción. Todos mis pensamientos deambulando en mi mente, dándome la razón de esta adicción que tenía. Solía comprar sin parar constantemente, llenaba momentáneamente el gran vacío de mi alma o lo que quedaba de esta en mí. Entre más costoso era mejor, así me duraba más tiempo el júbilo.
_ ¿El mismo proceso de siempre? _ La chica interrogo.
_El mismo de siempre. _Asegure.
Un sentimiento compartido y finalmente pude salir del lugar. Ligero como una pluma, después de gastar miles. Desvalorizaba el dinero muy constantemente, por la manera en como solía ganarlo aún. La ropa que ocupaba podía ser muy fina, pero seguía sintiéndome alguien de la calle. Me perdía en las imágenes del pasado, que se seguía pareciendo tanto a mi presente. Sin saber exactamente en donde quería estar, más que en libertad.
Al llegar a mi lugar yo, pude ver las cajas de diseñador. Verifique que todo estaba bien, sin mirar a mi alrededor. Más un olor me envolvió por completo, lo identifique como el de rosas recién cortadas. Me dije a mi mismo que no podía ser un perfume y lo comprobé cuando mire hacia el frente. Todo el maldito lugar lleno de rosas rojas, no alcanzaba a contarlas en su totalidad. Me quede paralizado, sin saber cómo reaccionar. Aquellos regalos ostentosos, solía hacerlos solo una persona en mi vida.